Tras tres años como magistrada de apelaciones, Barrett se reunió el lunes, y nuevamente el martes, con el presidente Donald Trump, reunión tras la cual el presidente habría tomado la decisión de nominarla.
Washington, D.C. (VOA/Joel Gutiérrez) – Amy Coney Barret, la virtual nominada a la Corte Suprema de Justicia por el presidente Donald Trump, es una joven jurista que asistió a colegios católicos, se graduó de la universidad con honores, luego estudió derecho, en lo que también se distinguió, para pasar luego a ser la asistente de uno de los magistrados más conservadores de la Corte Suprema de Justicia.
Su experiencia en el banco judicial es limitada: tres años en una corte de apelaciones. Lo que no le hace falta es conocimiento tras más de 15 años de ser profesora de Derecho y la experiencia para enfrentar duros cuestionamientos de senadores que discrepan con su filosofía: su audiencia de confirmación para la corte de apelaciones generó fuegos artificiales que la convirtieron en la heroína de muchos estadounidenses religiosos y conservadores.
Nacida en Nuevo Orleans, en enero de 1972, Barret, una de siete hijos de un abogado de la Shell Oil Company y de una ama de casa, asistió a una escuela católica de Nuevo Orleans, el St. Mary’s Dominican High School. Luego estudió Literatura Inglesa en el Rhodes College, de donde se graduó con la distinción académica Magna Cum Laude. Luego ingresó a la escuela de Derecho de la Universidad de Notre Dame, gracias a una beca completa.
En Notre Dame también se distinguió y llegó a ser la editora ejecutiva del Notre Dame Law Review, la revista jurídica de la Escuela de Derecho, en lo que representa una distinción reservada para los estudiantes más destacados. Coney Barret se graduó como la mejor estudiante de su clase en 1997.
Tras graduarse sirvió como asistente legal del juez Laurence Silberman, de la Corte de Apelaciones del Circuito de Washington D.C. Luego pasaría a ser la asistente legal del magistrado Antonin Scalia, uno de los jueces más conservadores en la Corte Suprema. Scalia era el principal rival en la Corte, y al mismo tiempo, un gran amigo de la fallecida magistrada Ruth Bader Ginsburg.
Tras varios años como asistente legal, Barrett pasó a ejercer como abogada en la firma de Washington, Miller, Casssidy, Larroca & Levin. Durante su estadía en Washington D.C. sirvió como profesora visitante en la Escuela de Derecho de la Universidad George Washington. Eventualmente, en el 2002, regresó a su universidad, Notre Dame, como profesora de Leyes.
Durante 15 años ejercería el magisterio, siendo reconocida como “Distinguida Profesora del Año” en tres ocasiones. Ahí estuvo hasta que en el 2017, el presidente Donald Trump la nominó para ocupar uno de tres cargos en la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito. Su audiencia de confirmación dio mucho de qué hablar.
La senadora demócrata, Dianne Feinstein, ex alcaldesa de San Francisco, California, la emprendió contra Barrett usando un artículo escrito por Barrett y otro profesor de derecho, en el que se decía que un juez católico debería recusarse de un caso sobre pena de muere debido a su oposición religiosa a tal castigo.
Barret respondió que durante su trabajo como asistente legal del magistrado Scalia, en la Corte Suprema, había trabajado en varios casos de apelaciones a penas de muerte.
“Mi afiliación religiosa personal o mis creencias religiosas no inteferirían con el cumplimiento de mis obligaciones como jueza”, respondió Barrett, según reportó el diario The New York Times. “Nunca es aprobado que un juez imponga sus convicciones personales, sea que surgen de la fe o cualquier otra parte, sobre la Ley”, enfatizó.
Pero la senadora Feinstein estaba preocupada por lo que la jueza Barrett pudiese decidir en casos relacionados al aborto, legalizado en Estados Unidos tras un fallo de la Corte Suprema de Justicia en 1973. Feinstein le dijo que se iba con la impresión de que “el Dogma vive bulliciosamente dentro de ti” y “eso es una preocupación”.
Un grupo religioso empezó a vender tazas y camisetas con la foto de Barrett y la leyenda: “El Dogma vive bulliciosamente dentro de ti”. Grupos conservadores y religiosos la elogiaron. Grupos liberales la atacaron. De sus antiguos colegas en Notre Dame, 49 profesores firmaron una carta recomendándola. Lo mismo hicieron 450 de sus ex alumnos de dicha universidad. El Senado terminó confirmando su nombramiento por 55 votos sobre 43. Tres senadores demócratas la respaldaron.
Tras tres años como magistrada de apelaciones, Barrett se reunió el lunes, y nuevamente el martes, con el presidente Donald Trump, reunión tras la cual el presidente habría tomado la decisión de nominarla.
Barrett se autoproclama una originalista y textualista, en referencia a su tendencia a analizar la Constitución en base a lo que pensaban quienes la redactaron y aprobaron, y siguiendo al pie de la letra el significado de su texto, sin entrar en divagaciones sobre lo que los redactores pudieron haber querido decir.
Barrett ha estado casada desde 1999 con el también graduado de Notre Dame, Jesse Barrett, un socio en la firma South Bank Legal, en South Bend, Indiana, donde reside la pareja con sus siete hijos, de entre 8 y 19 años. Dos de los niños del matrimonio fueron adoptados en Haití. Uno de ellos nació con el síndrome de Down.
El matrimonio es miembro activo de un grupo religioso llamado “Gente de Alabanza”, fundado en base al movimiento carismático de renovación de la Iglesia Católica. Es un grupo ecuménico sin vínculos oficiales con la Iglesia Católica. Creen en hablar en lenguas, en profecías y en sanaciones divinas.
En un discurso en el 2006 en la graduación anual de estudiantes de Derecho de Notre Dame, Barrett habló de la Ley como una vocación.
“Si puedes mantener en mente que tu propósito fundamental en la vida no es ser un abogado, pero conocer, amar y servir a Dios”, dijo Barrett, “entonces tú verdaderamente serás una clase diferente de abogado”.
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