Todos tenemos una conciencia clara sobre lo que es el espacio privado y nuestro derecho a disponer de él de la manera en que consideremos más conveniente, pero la situación se complica cuando se trata del espacio público y los derechos y responsabilidades que conlleva su administración.
El concepto de espacio público no es solo un concepto urbanístico y técnico, hace alusión a los derechos y libertades civiles de los ciudadanos. El uso que de él se haga, refleja la personalidad de la comunidad, sus costumbres y aspiraciones.
En él coinciden no solo el momento presente de la ciudad, sino también su pasado, historia y proyección de futuro. El espacio público va más allá del área física que ocupan calles y banquetas, son refugios temporales, lugares de encuentro y convivencia, generadores de salud física, de cohesión social y alimento para el alma.
Pero lo que los define es su posesión: “Común del pueblo o ciudad”, es decir nos pertenece a todos, no puede quedar en manos de ningún grupo o particular, mucho menos ser utilizado o explotado para intereses de carácter privado o de unos cuantos.
La destinación y uso del espacio público es un tema que tiene repercusiones en el área económica, urbana, medioambiental, social, jurídica y cultural, por ello la importancia en la toma de decisiones respecto al uso y cuidado de estos espacios.
El espacio público es donde se fortalece el tejido social, la seguridad, el orden, la identidad, la cultura y el turismo. El equilibrio en su concepción y distribución es un elemento clave a la hora de valorar y evaluar el bienestar de una comunidad.
Como su nombre indica, estos espacios nos pertenecen a todos. Pero ¿qué sucede cuando el espacio que debiera ser público, se convierte en minita de oro para unos cuántos? Esto ocurre en el caso específico de la Fiesta Juárez, que por segundo año consecutivo se lleva a cabo en las instalaciones de la Plaza de la Mexicanidad y que ha logrado romper récord de asistencia en cada edición.
El problema no radica en lo benéfico de una festividad como la Feria Juárez que a todas luces reactiva la economía, ofrece una opción de entretenimiento a los juarenses y atrae el turismo de a nuestra ciudad.
El tema a analizar es la idoneidad del espacio elegido para llevarla a cabo.
A diferencia de la ciudad de Chihuahua y de casi todas las ciudades del mundo donde se llevan a cabo este tipo de ferias, que cuentan con recintos diseñados especialmente para estos eventos, que cumplen con las normas de seguridad, distribución, accesos y salidas de emergencia necesarios para garantizar la calidad y éxito de la feria sin afectaciones o riesgos. En Ciudad Juárez no contamos con un espacio propio, los terrenos que pertenecían a la Feria Expo Juárez, desde hace ya varios años se encuentran en ruinas y no hay visos de que les interese recuperarlo.
El regreso de la feria a nuestra ciudad es una acción muy positiva. Lo negativo es el lugar elegido para llevarla a cabo.
Quizás a muchos no les extrañe tal decisión, pues a pesar de las críticas, la Plaza de la X pronto se convirtió en un referente en cuanto evento público tiene la ciudad. El problema estriba en que esta plaza fue concebida como un espacio artístico-cultural, no por nada nos costó más de 100 millones de pesos al dotarla con una escultura de la autoría del artista y orgullo chihuahuense, Sebastián.
Pero el actual Gobierno Municipal en su deseo por borrar su origen decidió convertirla en terreno para fiesta de pueblo rabón.
Estas acciones nos hacen pensar que las autoridades desprecian abiertamente todo lo que huela a orden y cultura, pareciera ser que nuestros gobiernos tienen compulsión por denigrar y envilecer los escasos espacios culturales de la ciudad, con dificultades se construye uno y de inmediato hay que impregnarlo de orines y fritanga.
Salvando las proporciones, no imagino a Campo Marte, plaza que alberga la torre Eiffel convertida en una inmensa kermese de pueblo.
¿Quién decidió que la plaza con mejores condiciones era el lugar adecuado para montar una feria?
Es innegable el daño al pasto, a la estructura de la plaza, la suciedad generada, el vandalismo y las escasas medidas de seguridad que presenta este lugar.
Además de incurrir en la privatización y expolio del espacio público.
No se trata de excluir una actividad en beneficio de otra, un buen ejercicio de la administración es mantener en equilibrio todas las áreas y actividades. El uso adecuado de cada espacio y la suficiente dotación y equipamiento de áreas comunes.
La crítica no es al evento, a todas luces benéfico para la ciudad, la molestia es con la disposición de los espacios, la falta de respeto a su vocación, la nula inversión e interés por dotar a Juárez de infraestructura eficiente y adecuada. La exigencia de distribuir en forma equitativa y armónica los espacios lúdicos, deportivos y culturales y dejar de concentrar en un solo lugar todas las actividades, como diría el dicho: “poner cada cosa en su lugar”.
Dejar de disponer de estos espacios para lucrar con ellos, cobrando el acceso a los visitantes y monopolizando los espacios para venta de servicios. Fiesta Juárez es sin duda una fiesta que llegó para quedarse, su éxito lo indica, ahora solo queda que Gobierno del Estado y Municipio se pongan las pilas destinando un lugar exclusivo para este tipo de eventos.
Juárez también merece instalaciones propias y dignas para nuestra feria, ¿cuánto más vamos a seguir destruyendo un patrimonio artístico por la ganancia de unos cuantos?
Es claro que tanto el terreno de la antigua Feria Expo como la Plaza de la Mexicanidad son espacios públicos, ¿pero de veras serán nuestros?
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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