Así como él, Zaratustra era un libro para todos y para nadie, la oportunidad de cultivar una mente prolífica también lo es. No se tiene que iniciar desde la niñez en las artes prodigiosas, pero si mantener siempre una mente despierta y cautiva, presa del encanto y la pasión, y sobre todo tener mucha disciplina y determinación.
Así, Leonardo Da Vinci fue un florentino polímata (persona con virtudes en áreas tan diversas desde el arte, hasta la ciencia o los deportes) que vivió en una época privilegiada para el artista y llena de espasmos creativos: el Renacimiento.
Leonardo, basado en unos escritos del Vitruvio (un arquitecto de la antigua Roma), dibujó las proporciones humanas en el famoso “Hombre de Vitruvio”.
Sus pinturas más famosas son La Gioconda y La Última Cena. Ambas encierran grandes enigmas, mitos, misterios, o tal vez historias que fomentan el uso de la imaginación.
En La Gioconda se especula la verdadera identidad de quién se pintó en el cuadro. Otro dato curioso es que al terminar la obra, en la que tardó cuatro años, esta sirvió para decorar el baño del rey Francisco I, en cuya corte, Leonardo pasó sus últimos tres años.
Verdad o mentira, la vida de Da Vinci mantiene un enigma igual al de su obras.