“Como te ves me vi, como me ves te verás”, es un dicho común pero que pocas veces ponderamos. La vejez es una edad a la que no todos tenemos el privilegio de llegar, sin embargo, hoy en día más personas ven extendida su expectativa de vida pudiendo llegar a la ancianidad, pero ¿es eso una bendición o una maldición?
La vejez se percibe de manera distinta dependiendo de la cultura y la región en donde se viva. En la antigüedad, los pueblos prehispánicos como los mayas, aztecas e incas consideraban a los ancianos como parte fundamental en el desarrollo de sus culturas, pues transmitían el conocimiento de manera oral de generación en generación y se les confería un mayor entendimiento del mundo gracias a su experiencia de vida.
En la Grecia antigua los viejos eran las personas a las que se les confiaban las funciones de máxima responsabilidad a causa de su sabiduría y comportamiento prudente, por lo que eran los encargados de actividades directivas, administrativas y de justicia.
En el esplendor del Egipto faraónico, los ancianos eran llamados An-Heh, que significa “portadores de los años” y se les consideraban dignos de respeto y un sitio preponderante, pues incluso su dios máximo Ra era “el más anciano de la tierra y el origen de todas las cosas.” en ocasiones las familias se reunían alrededor de los viejos para escuchar sus palabras e incrementar la inteligencia y sensibilidad entre los más jóvenes.
Conforme la vorágine de la vida nos lleva a recorrer caminos más de prisa, los ancianos parecen quedarse cada vez más detrás simplemente porque no pueden llevarnos el paso. Las palabras, consejos o enseñanzas de los abuelos son tomados como “cosas del pasado”, algo que ha perdido vigencia en nuestro tiempo.
La generación sándwich, que tiene hijos pequeños y padres ya ancianos, se ve obligada a abandonar a sus ancestros para luchar por dar una mejor vida a sus hijos. Sin darse cuenta que posteriormente correrán la misma suerte y serán relegados por sus descendientes durante una de las etapas más vulnerables de la vida.