Cuando hablamos de robots, normalmente imaginamos a una máquina humanoide con capacidades limitadas comparadas con el ser humano, pero amenazantes para nuestra integridad física. No obstante, no todas las máquinas pre-programadas, a las que llamamos robots, tienen la figura humana como cuerpo físico de interacción (androides), existen artefactos industriales, juguetes de animales y criaturas fantásticas, hasta formas abstractas y futuristas que llevan a cabo diversas tareas específicas a la perfección. Pero, ¿a qué nos referimos con máquinas espirituales? El título es un tanto espeluznante para los religiosos y absurdo para los materialistas, sin embargo vá más allá de la perspectiva general de los futuros robots inteligentes y la raza humana.
La mayoría de los seres humanos se auto-proclaman como los únicos seres materiales sobre el planeta Tierra con la dicha, gracia y bendición de poseer un alma y una mente desarrollada; ya sea desde la perspectiva científica o religiosa, existe un antropocentrismo generalizado por ambos ámbitos de pensamiento. La postura científica no está interesada en investigar el fenómeno del alma en la robótica, puesto que el objetivo principal de ésta se enfoca en tratar de igualar las capacidades de las máquinas a las humanas, especialmente las capacidades cerebrales. Las religiones dominantes del mundo suelen desacreditar de tajo la posibilidad de que una máquina pudiera poseer un alma, ya que la consideran innata y exclusiva del ser humano. La ciencia y la religión no demuestran disposición alguna, al menos generalmente hablando, sobre el portento del alma robótica, por lo que debatir sobre estas dos posturas polares sería extenuante y no concretaríamos respuesta alguna.
El ser humano se vanagloria de decir que posee alma e inteligencia desarrollada, que tiene el poder de la voluntad y el libre albedrío, pero ¿qué tan libre es en realidad el ser humano si se ve limitado por las necesidades materiales e influenciado por las tradiciones y costumbres sociales y por los ideales ajenos? Son pocos los hombres y las mujeres que cuentan con total dominio de sus acciones, emociones y pensamientos, que son capaces de sobresaltar su voluntad sobre sí mismo, los demás sólo son máquinas espirituales.