En nuestra última entrega terminamos con la gran debacle económica causada al principio de la administración del presidente Zedillo, que fue causada por una situación económica en el país, a raíz del gran endeudamiento incurrido en el gobierno de Salinas de Gortari al emitir una enorme cantidad de bonos de deuda pública sin el respaldo económico necesario y la falta de respuesta del gobierno de Zedillo ante el nerviosismo de los mercados financieros, que le costaron al secretario de Hacienda Serra Puche su temprana renuncia.
Ante esta situación de gran peligro financiero, México estuvo a punto de declarar una moratoria de su deuda pública, pero Zedillo acudió al auxilio del presidente de los Estados Unidos, William Clinton, quien concedió un crédito emergente a México de 20,000 millones de dólares, permitiendo así la reestructuración de la deuda pública mexicana, evitando la estrepitosa caída de los pilares económicos del país; no sin antes toparse con la absoluta oposición de su Congreso, pero Clinton acudió a otorgarle a México una línea crediticia del Fondo de Estabilización Cambiaria, creado en 1934, el cual no requería la aprobación de Congreso norteamericano más que la del presidente de los Estados Unidos.
Con la férrea disciplina financiera ejercida por Zedillo con los malabarismos realizados por su nuevo secretario de Hacienda, Guillermo Ortíz, en menos de dos años México pagó a Estados Unidos el crédito emergente otorgado por Clinton.
Esta situación salvó a México, pero no salvó a los millones de nuevos pobres que se generaron en el país. La pobreza alimentaria subió en México en esa época del muy alto 52.6% de la población a casi el 64%.
Desde el punto de vista financiero, la banca mexicana sufrió una gran debacle puesto que tuvo que enfrentar el impacto económico de una país que importaba mucho, que tuvo una devaluación catastrófica de su moneda, generándose una gran inflación, pérdida de empleos y del valor de compra de la moneda, haciendo quebrar a las empresas, que ocasionó que los deudores dejaran de pagar sus compromisos con los bancos, por lo que se tuvo que acudir al Fondo Bancario de Protección al Ahorro, el famoso FOBAPROA, creado en 1990, en el gobierno de Salinas, con la aprobación del Congreso. Dicho fondo fue definido por Moris Dieck, como “una deuda que pagaron tus padres, pagas tú y pagarán tus hijos”.
Aunque dicho fondo es una proeza de ingeniería financiera, por desgracia, fue manejado por una bola de bandidos que se coludieron con la banca internacional, para mañosamente y sin respetar las reglas del propio FOBAPROA, tomar ventajas ilegales de dicho fondo, que ninguno de los gobiernos posteriores, incluyendo el actual del presidente López, ha reclamado.
El FOBAROA, y posteriormente, el Fondo de Protección del Ahorro Bancario o IPAB, fueron creados para la protección de los ahorradores de los bancos y las instituciones mismas, pero se aprovecharon de ellos vivales banqueros y empresarios con capacidad de pago de sus deudas, trasladando las mismas al FOBAPROA, es decir, a todos los mexicanos, para disminuir las pérdidas sufridas por su debacle económica.
De esta manera, y con gran carga al contribuyente mexicano, que aún tenemos a cuestas, Zedillo salvó la economía nacional, pero no sin haber sufrido un fuerte impacto político que le costó al PRI perder el poder federal ante Vicente Fox Quezada, postulado por el Partido Acción Nacional.
En la próxima entrega, empezaremos a describir los gobiernos del PAN que empezaron en el Siglo XXI.
Coyuntura: Se ha mostrado, con dramático realismo, la falta de sensibilidad política del presidente, ante la desgracia del accidente de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, mostrándose la real cara del caudillo, que no es más que un ser humano enfermo de poder que nos puede causar daños similares en unos cuantos años de su gobierno, a los que causó el régimen autoritario de la Revolución en 71 años.
Carlos Angulo Parra
Analista político. Abogado corporativo. Fue Diputado Federal en la LXII Legislatura del Congreso de la Unión.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.