Me la pude haber ‘pelado’, y haberme regresado con las manos vacías y frustrado en el primer vuelo tempranero… pero no fue así.
Me la pude haber ‘pelado’, y haberme regresado con las manos vacías y frustrado en el primer vuelo tempranero –no en el mañanero, para Ciudad Juárez-, ensimismado, lamentándome la falta de ‘oficio político’ como periodista y ‘rumiando’ mi falta de carácter y hasta la pendejez de dejar pasar una oportunidad que ya quisieran millones de mexicanos, de tener de frente al presidente, y de decirle lo que quisieran y, ¿Por qué no?, hasta mentarle la madre, pero no fue así.
En una fracción de segundos, de las no pocas veces ‘interminables’ respuestas del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador a los periodistas, que aprovecha bien el performance de las conferencias mañaneras que lo mantienen en la popularidad de todos los mexicanos;
Porque nadie jamás, ninguno de los anteriores presidentes del PRI y del PAN, tuvieron esa visión y la genialidad de montarlo todos los días, semana a semana, mes con mes y año con año, dándole la cara al pueblo y generando la empatía colectiva.
Alimentando la esperanza de millones de mexicanos y de sus seguidores que mantienen la fe ciega en ese hombre originario de Macuspana, Tabasco.
Decidí que había que interpelar (interrumpir y/o cuestionar) al presidente para sacarlo de su zona de confort en el choro que se aventaba, para hacerle ‘suavemente’ saber, pero a grito abierto, que yo traía en mi agenda el nombre del expresidente y alguna vez director jurídico de la Coparmex a nivel nacional, Gustavo de Hoyos, de quien se refería cuando habla de los neoliberales y de los conservadores en el poder en México, y en contra de su gobierno.
Metí mi cuchara, en el antiguo y amplísimo salón de la Tesorería de Palacio Nacional que es utilizado para las mañaneras, y logré con una súbita intervención, en medio de la respuesta que construía, a la pregunta de otro compañero de los medios en la capital, que el presidente se inquietara, me mirara y me dijera a bote pronto, que ahorita me atendería…
La intervención me costó que de inmediato una de las jóvenes mujeres que atienden a la prensa, y supervisan el evento de las conferencias –una de ellas, sentada en la silla próxima-, volteara, y me dijera que no gritara, que eso no se hacía.
A su intervención, recibí un whatsapp de Nohemi Beraud, la coordinadora de prensa y brazo derecho de Jesús Ramírez, el titular de Comunicación Social del presidente, que escribió: “Mario no puedes gritar. Te pido que te ciñas a los lineamientos”.
Tras esa arrojada decisión sabía que ya tenía ‘medio boleto’ y la posibilidad de que el presidente me diera el micrófono y así ocurrió en los siguientes minutos de una conferencia matutina que duraría una hora menos, porque el presidente se tenía que ir y viajar a Baja California, como lo anunció en el saludo inicial a los periodistas. El Ejecutivo había cubierto las formas.
Al terminar su intervención sobre el tema de revocación de mandato, donde López Obrador echó abiertamente y a ‘placer’, su ‘gato a retozar’, aprovechando, como lo dijo, que todavía lo podía hacer, ante el silencio de todos los periodistas que allí nos encontrábamos, el presidente giró su discursiva señalando con la mano donde me encontraba para decir:
“Ya me voy a tener que ir, pero este hombre sino le doy la palabra me va a…sí, el compañero de allá atrás”, se refirió a la ubicación, para concederme el micrófono.
Y con el tema del expresidente de Coparmex, Carlos Chavira, el empresario juarense, perseguido políticamente por el exgobernador de Chihuahua César Duarte, que lo acusó, sin poderlo comprobar en los tribunales, de haberse robado 25 millones de pesos por el concierto de los greñudos del grupo de rock, ‘Maná’, con la complicidad también de los lagartones expresidentes del sindicato patronal: Gerardo Gutiérrez Candiani, Juan Pablo Castañón y Gustavo de Hoyos, que impidieron su registro como candidato nacional a la presidencia de ese organismo.
Y que desde hace diez años demanda justicia y la sentencia final a un caso sobreseído, de quien le conté también –para que todos se enteraran- que Chavira organizaba una plataforma de empresarios en apoyo de la ‘4T’, a favor del presidente, entre al escenario de la mañanera para que el presidente hablara cerca de cuatro minutos de la falta de democracia en Coparmex y de los empresarios del país.
Fue como darle un dulce o un chocolate a un niño en la noche, para alborotarlo y provocar la energía y así ocurrió.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se dejó ‘caer’ en contra de la Coparmex y la oligarquía empresarial del país, de quienes dijo que solo atienden intereses creados y cupulares. Jamás los de sus representados.
Sin citarlo textualmente, le dio ‘luz verde’ a la iniciativa del empresario juarense Carlos Chavira, y hasta recordó que en Nuevo León, tiene un amigo empresario –otro empresario que no es Poncho Romo, “que no es mi amigo”- que ha promovido por igual una organización de empresarios.
Los de la Coparmex, tienen una representación “ficticia”, “no legitima”, cuyos dirigentes son nombrados por los de arriba, los del poder. El mismo esquema de muchos años por parte de las agrupaciones empresariales del país.
Millones de empresarios que no conocen a sus dirigentes, porque no hay democracia, refirió el presidente de México. “Pontifican” en las conferencias de prensa a las que convocan, y ahí dicen lo que está bien y lo que está mal para las cúpulas.
Tengo la sensación de que López Obrador pudo haberse extendido como lo hace cuando los temas le son empáticos y atractivos para fustigar a sus enemigos, los “conservadores”, los “fifís”, los de la clase pudiente y privilegiada del país, pero después de casi cuatro minutos se despidió de los periodistas y abandonó la sala.
Traía otras dos preguntas que se quedaron en el tintero.
Ya, a bordo del taxi rosa de la Ciudad de México, recibí otro mensaje de Beraud, la coordinadora de prensa:
“Gracias Don Mario, nos vemos el 12 de noviembre”, me escribió.
Digerí el mensaje, y fue entonces cuando le pedí al conductor del sitio de alquiler que acelerara para poder llegar a tiempo al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), donde hay que vivir otro calvario y otro ‘infierno’. Pero esa es otra historia.
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Mario Héctor Silva
Periodista y Analista Político.
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