La semana pasada tuve la dicha de estar en el Congreso de Investigación en Salud Pública en Cuernavaca. Antes de entrar a la sala donde sería la inauguración, me percato que hay un sinfín de personas que vienen de distintos estados de la república. El auditorio estaba completamente lleno de estudiantes, académicos, investigadores, representantes de la sociedad civil y medios de comunicación.
Justo por comenzar la inauguración, suben al escenario las personas que integran el presídium, la conductora de la ceremonia y la intérprete de Lengua de Señas Mexicana, quien inmediatamente comenzó a realizar su trabajo.
Poco a poco pasaron algunos invitados a decir algunas palabras, para después dar pie a la entrega del Premio al mérito en salud pública. Fue aquí, cuando tuve mi primer aprendizaje del Congreso, un aprendizaje que no lo generó el contenido del Congreso, sino la logística y personal del mismo.
Después de recibir su medalla, el Padre Flor María Rigoni se dirige a dar unas palabras; pero antes comienza disculpándose con los asistentes del evento ya que estaba un poco afónico. El Padre, entonces, procedió con su discurso, mismo que estaba siendo signado por la interprete.
Este fue el momento clave. Yo tenía dificultades para escuchar e identificar todas las palabras que el Padre decía; el sonido no era claro para mí y la lejanía y el micrófono no permitían “leer los labios”. En pocos segundos supe que no iba a comprender el resto del discurso, así que inmediatamente puse mi mirada en la interprete.
Desde que, en el 2011, encontré a la -gran- maestra Dina, he tomado varios talleres de LSM. Si bien, aun me falta práctica y vocabulario para atreverme a decir que la domino a la perfección, considero que gracias a las clases y los repasos que tengo en casa, puedo: comunicarme con otras personas, conocer sobre las personas sordas e identificar -y en ocasiones defender- la importancia y respeto que se merece la LSM.
Gracias al trabajo de la interprete, pude comprender el discurso, pude conmoverme con las palabras del Padre y pude reconocer lo afortunada que soy de conocer la LSM.
Siempre consideré que el aprender LSM era algo que permitiría hacer accesible para todos los programas, talleres, eventos y clases que yo impartía; pero ahí me quedaba, pensando en cómo “yo” debía quitar frenos o barreras para otras personas.
El miércoles me di cuenta que me quedé corta y ensimismada. Que “yo” no quito ninguna barrera, lo que quita las barreras es la decisión de ser incluyentes. Es el reconocer que la inclusión no es solo a beneficio de una población o un sector específico, es algo recíproco, donde nos beneficiamos todos.
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Gracias a mi mamá por la inspiración para aprender LSM, a la Maestra Dina por ser una guía, a los y las intérpretes por su trabajo y al Instituto Nacional de Salud Pública por hacer de su inauguración una ceremonia incluyente.
Lourdes Tejada
Titulada en Diseño gráfico y pasante de la Maestría en Acción Pública y Desarrollo Social. En su experiencia destaca el ser co-fundadora de una asociación civil y ser miembro fundador de una red de agrupaciones juveniles. Ganadora del Premio Nacional UVM por el Desarrollo Social, cuenta además con el Premio Estatal de la Juventud, el Reconocimiento a Mujer del Año de Ciudad Juárez y la mención de Mujer Líder de México.