“Hasta que el remordimiento nos separe”, ese el vínculo inevitable resultante entre un ser que decide suicidarse y sus familiares vivos.
Según los últimos datos Chihuahua ocupa el primer lugar en suicidios, cada año en un promedio de 480 personas (2021) se quitan la vida arrancándole el aliento a quienes lo conocían.
¿Qué razón tan grande pudo tener para hacerlo? ¿Porque no me di cuenta lo mal que se sentía? ¿Porque no hice algo más? Estás y más preguntas son parte de las profundas heridas que invaden a quienes pierden de esta manera a sus seres más amados.
Pues en la lógica de la vida cuando alguien enferma se lucha, se va al médico y se trata de protegerla al costo que sea esfuerza al límite pues para vivir existimos.
Pero cuando alguien se rinde, cuando al final de las maravillosas experiencias que brinda el existir nada es suficiente para continuar; el sufrimiento debe ser muy hondo, los dolores inmensos, las heridas ardientes y el peso de todos juntos terminan aplastando los latidos de grandes y extraordinarios seres humanos.
En nuestro país el grupo de edad donde se presentan mayores suicidios es de los 30 a 59 años, con el 46%, seguido del de los jóvenes de 18 a 29 años con un 34 por ciento, y las niñas, niños y adolescentes de 10 a 17 años con un 10 por ciento.
Existe muchos estudios que han intentado explicar las causas que motivan al suicidio, atribuyendo a factores como la condición social y económica, los eventos traumáticos, las pérdidas y las factores hereditarios, todos ellos mezclados en una cazuela y movidos por las exigencias de la perfección que nos invita la sociedad híper conectada en la que vivimos.
Nos deprimimos porque la comparativa es inevitable, en este momento y en unos segundos puedes ser testigo de cómo algunos tienen tanto de lo que nosotros carecemos .
Y en este enfrentamiento para aliviarnos un poco, le entramos a las demostraciones de realidades ficticias que van parchando sufrimientos y decepciones que va convirtiéndonos en nuestros propios verdugos.
Cuando no hay un enemigo afuera o un aliciente que impulse para continuar la vida, el enemigo es silencioso pero letal.
No invade el cuerpo y sé manifiesta con dolores físicos, no llega de repente con un disparo de plomo, no es causa de las fuerzas de la accidentada naturaleza. No, no, no, ese enemigo duerme con nosotros y sigilosamente y por muchas causas nos invita a destruirnos.
Lo grave es que existe además un contagio de la conducta suicida, según Colman experto en salud Mental de Universidad de Canadá la conducta suicida se replica.
Lo lamentable es que este tema como los relacionados con los problemas de salud mental, siguen siendo minimizados por los gobiernos y ocultados por las familias, pues aún con su dolor, todavía existe una especie de tabú, cual si se tratase de un asunto vergonzoso.
Mientras tanto el número de pérdidas humanas continúa y crece discretamente.
Tenemos tantos pendientes por hacer para abatir con este enemigo silencioso, pero baste por iniciar realizando un sencilla valoración de nuestra propia existencia ¿Cuánto sufrimos por lo que somos o no? ¿Cuánto cuidamos nuestros pensamientos? ¿Cuánto demostramos el aprecio por la vida de los demás con sencillos detalles, como la gratitud, el perdón y la tolerancia?
¿Cuánto nos estamos comparando con las vidas y el resultado de otros?
¿Cuánto callamos lo que sentimos tratando de ser perfectos ante los ojos de demás? ¿Y cuando nos damos cuenta que cada golpe al de enfrente lo único que produce es dolor interior?
Dolor interior que nadie ve, hasta el día del velorio de un suicida
Rocío Saenz
Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.