Hoy es el día más importante para nosotros los cristianos, en el cual se finca nuestra fe; domingo de resurrección.Por ello es que esta columna el día de hoy quiere hacer una humilde reflexión sobre el cristianismo en tiempos de instauración de un nuevo orden mundial.
Entre el new age, el expansionismo del Islam en Occidente, la atomización de nuevas iglesias, movimientos religiosos, el libre pensamiento y el avance en la implementación de la agenda mundial en la cual el sentido espiritual y religioso no tiene cabida. Además de los propios hierros y escándalos de las instituciones eclesiásticas y sus miembros. Los cristianos vemos cada vez más reducidos nuestros espacios, ámbitos de influencia, pero sobre todo un choque frontal entre nuestro credo y el pensamiento liberal.
Históricamente el pensamiento occidental ha tenido una fuerte influencia del cristianismo, mismo que ha sentado las bases del Estado, el derecho, sus instituciones y forma de gobierno. Esto viene desde el Imperio romano y luego con la cristianización de occidente.
Diversos y grandes han sido los embates que ha tenido el cristianismo, uno de ellos las luchas socialistas y comunistas, así como las revoluciones del S. XIX y S. XX y la instauración de la antigua república soviética rusa y la república China con sus diversos países satélites en Asia y América latina. Lo que dio origen al movimiento y corriente política Demócrata Cristiana, la cual surge a finales de 1800 inspirada en la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, en donde animaba a los católicos a formar grupos políticos como una forma de contrarrestar al socialismo y comunismo, en torno a grupos políticos con mayor movilidad y dinamismo que los grupos tradicionales ligados a la iglesia.
Ahí es cuando en Europa surgen diversos partidos políticos con una ideología social apegada al cristianismo, especialmente al pensamiento católico y que en materia económica concuerdan con el capitalismo, siempre haciendo hincapié en la importancia de un capitalismo con rostro humano, la no lucha de clases, a favor de la familia tradicional, contrarios al aborto, creyentes de la ley y el orden, rechazo al comunismo, gran énfasis en los derechos humanos, la libertad individual, la solidaridad, el apoyo del Estado al bienestar y la regulación del mercado.
Si bien, estos partidos políticos de centro derecha tuvieron un importante auge en Europa y en América, su vocación ideológica cambió rápidamente para situarse dentro del prisma político del pragmatismo e inmediatismo, dejando sin voz, ni representación al sentir cristiano. Conforme la nueva agenda se impone y lo políticamente correcto es el nuevo árbitro de la libertad de expresión y las corrientes de pensamiento aceptadas en este nuevo mundo los preceptos del cristianismo son desdeñados, arrinconados y motivo de escarnio y burla por la defensa de valores que atentan contra los nuevos estándares de libertad y el progreso.
En una dictadura de lo políticamente correcto, las voces disidentes tienen cada vez menos lugar, los espacios de defensa para una visión no solo contraria, sino matizante no tienen cabida en el discurso actual impuesto por la agenda política y mediática, en el cual la objeción de conciencia y la conciliación de la esfera pública y religiosa no tiene lugar.
De una forma silenciosa, pero persistente como la humedad, los últimos años se ha acelerado el desmantelamiento de las instituciones creadas o bien, ligadas al cristianismo y con ello se desmantelan los últimos dos mil años de historia en el cual el cristianismo tiene un papel decisivo en la configuración y el espíritu de las instituciones de Europa.
Pensamiento que influiría en la posterior construcción de todo occidente.
Si en 1993 Samuel Huntington hacía temblar los cimientos de las instituciones internacionalistas con la publicación de su artículo “The Clash of the Civilizations” en la revista Foreign Affairs y luego con la ampliación del artículo en un libro del mismo nombre en el cual vaticinaba que tras el término de la guerra a fría y la caída del bloque socialista, los conflictos a nivel internacional no serían ya entre naciones, sino entre grupos culturales, esto debido al nivel al grado interacción que presupone la globalización, misma que para Huntington era la causante de enfrentamientos, por cuestiones de identidad, diferencias políticas y económicas.
Huntington definió las principales culturas o civilizaciones en: occidental, islámica, ortodoxa, japonesa, africana, hindú, sínica o confuciana y latinoamericana, a las que se añadió también la cultura budista.
Pero lo que estamos enfrentando ante la nueva agenda es un tremendo maniqueísmo tendiente a abrir más la brecha entre “nosotros” y “los otros” a través de diversos mecanismos que van mucho más allá de la visión de Huntington como el resurgimiento de los nacionalismos, los gobiernos populistas de corte socialista, la tendencia mundial hacia el autoritarismo y el completo repudio a las instituciones religiosas. Teniendo como principal objetivo a las iglesias cristianas que día tras día se ven mermadas en su número de fieles.
El sentimiento anticristiano recorre el mundo entero. En los países asiáticos es alarmante el aumento de misioneros, sacerdotes, monjas asesinados. Mientras que en Europa el fenómeno de la inmigración está convirtiendo a sus propios ciudadanos en rehenes de los movimientos islamistas más radicales.
Cada vez es más común el acoso a mujeres occidentales en sus propios países por parte de inmigrantes musulmanes que acosan, insultan y en algunos casos extremos golpean a mujeres por llevar el cabello suelto, mostrar alguna parte del cuerpo o simplemente vestir pantalón. La situación ha llegado a tanto que en Francia, cuna del top less en los años 70´s fue tema de discusión nacional el prohibir a las mujeres en las playas el retiro de la parte superior del bikini, así como el uso de los mismos. Y qué decir sobre la exigencia del uso del hijab o velo para cubrir el cabello de las mujeres en las escuelas, por parte de la comunidad musulmana y que llegó casi a niveles de consulta nacional, una situación que causó un verdadero revuelo, pero que por poco logra instituirse en los colegios públicos de Francia.
El gran debate sobre la constitución europea que no deja cabida a su pasado y herencia cristiana. Y no es que se busque incluir a Dios en la constitución, mucho menos contar con una ley confesional, es solo el reconocimiento a los grandes aportes del cristianismo tanto en la cultura, las artes, la ciencia, la democracia, la concepción del Estado y el inalienable reconocimiento a la libertad y la dignidad humana.
Como muestra basta recordad las navidades pasadas en las cuales el parlamento europeo solicitó modificar el Feliz Navidad por “felices fiestas”, aduciendo que la referencia a la Navidad era de corte discriminatorio e impositivo al no representar a otras religiones ni a los no creyentes. Esto puede parecer una situación pequeña pero que vale como ejemplo de cómo este nuevo orden internacional aparta (y terminará por expulsar) toda muestra de expresión cristiana.
Y no, no es exageración, espérese usted tantito y lo verá, ya viene ocurriendo desde hace un par de décadas, pero es tan sutil y con nuestra propia complacencia que parece imposible creer que es una acción deliberada. Hoy para ser aceptado, incluido y considerado un ser funcional hay que renegar en público de nuestros valores, hay que someterse a la dictadura de lo políticamente correcto y guardar las convicciones puertas adentro. Hay que aceptar toda clase de gobiernos y políticos perversos que socavan el valor del ser humano y de la vida. Hoy proclamarse como una persona de fe es un acto de vergüenza.
Pero este es un día especial, es Domingo de Resurrección, motivo y razón de nuestra fe. ¡Viva Cristo Rey!
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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