Francisco, de 85 años, se incluyó entre los destinatarios de su mensaje por la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, dado a conocer el martes. Él mismo instituyó la jornada, festejada a fines de julio, para enfatizar su creencia de que las generaciones jóvenes deben considerar a los ancianos un recurso, no parte de la “cultura del descarte”.
Francisco observó que la ancianidad es una época de la vida difícil de comprender incluso “para nosotros que ya la estamos viviendo”.
“A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa”, escribió.
Pero exhortó a los ancianos a celebrar su edad avanzada como el don de una vida larga y no lamentar la disminución de las fuerzas o el sentido de ser útiles.
“Al llegar la vejez y las canas, Él seguirá dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por el mal”, escribió. “¡Envejecer no es una condena, es una bendición!”
Francisco padece una distensión de ligamentos de la rodilla derecha desde hace meses, y dijo recientemente que no puede caminar y debe descansar por orden del médico.
Se le vio en público la semana pasada usando por primera vez una silla de ruedas, lo que generó dudas acerca de si podrá realizar un viaje a Congo y Sudán del Sur a principios de julio. Días atrás el gobierno libanés informó que se había postergado una visita planeada para el mes próximo por razones de salud.
Francisco señaló en su mensaje que la guerra ha regresado a Europa, precisamente cuando está muriendo la generación que vivió la última guerra. Pidió que los ancianos sean “artífices de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra”.
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