Desgraciadamente la violencia en Ciudad Juárez sigue siendo el principal tema que no nos permite superar la depresión. La corrupción es el principal detonante de la violencia, pues la delincuencia organizada se apoya de la debilidad gubernamental, así como de la manera en que los delitos que se consideraban graves, ya no lo son.
La inaplicabilidad de la ley y pereza de la justicia, son parte del sistema corrupto que opera en favor del crimen organizado. Como sociedad civil hemos consentido todo lo malo convirtiéndolo en bueno. La mentalidad de la juventud aprueba la drogadicción, el alcoholismo, la promiscuidad sexual entre personas del mismo sexo, el aborto, la procreación asistida, el feminismo y otras conductas indecorosas como vida normal.
Los mandamientos de Dios dejaron de ser efectivos. Si analizamos cada mandamiento, percibiremos que todo lo que hoy se practica como normal, está en contra del mandato divino. Las autoridades que faculta la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, han demostrado su falta de atención y cuidado por servir. La soberbia los ciega ante la realidad y el poder los enloquece. El dinero es su ambición y perdición.
Por eso no podemos superar a la delincuencia, pues familias enteras que delinquen lo hacen por convicción. Como si fuera un trabajo normal. Como los pedigüeños que son estafadores de la buena fe. Como los policías que están acostumbrados a recibir “mordidas” reportando la “polla” al jefe. Todo está debidamente organizado para causar más daño del que tenemos.
Seguramente el parquero José -“el héroe desconocido”-, era un hombre cabal y honesto, que trató de imponerse ante los criminales que asaltaron a dos mujeres ancianas. Creyó que sin armas podría detener el odio de los asesinos y recibió a cambio los disparos que le quitaron la vida.
Los cobardes asesinos lograron otra vez burlar la vigilancia policial -si es que existe- y a las autoridades de los tres niveles. En plena luz del día. No necesitaron de la oscuridad para cometer sus infames delitos. Quien sale de un banco, de un casino o de un antro, es presa fácil de los delincuentes. A veces tienen cómplices que les dan el “pitazo”. Si lo sabemos nosotros, seguramente lo saben los de arriba.
Estamos desamparados porque así lo hemos consentido. Hemos dejado de lado los diez mandamientos de Dios y hemos preferido las débiles leyes de los humanos. Nos conformamos con vivir en la mediocridad. Defendemos los malos hábitos y costumbres. Definimos el sexo como un gusto o derecho humano. Cambiamos el curso de la naturaleza. Somos víctimas del mal gobierno que peca ordinariamente y sin arrepentimiento.
Pero eso no es todo, pues dicen los que saben de biología, anatomía, ciencias naturales, historia, geografía, teólogos y científicos, que lo peor está por venir. Que es apenas el principio. Si un menor se convierte en sicario es condenado como niño y sale por la puerta giratoria. Y si en lugar de niño quiere ser niña, debemos respetarlo y concederle su deseo. Solo por dar unos ejemplos.
La claridad de los mandamientos del Creador del Universo, nos obligan a reflexionar sobre lo bueno y lo malo. El cuarto mandamiento ordena “honrarás a tu padre y a tu madre”. Si consideramos su significado, va más allá de una simple frase. Honrar significa venerar, apreciar y valorar. Es respetarlos no solamente por mérito sino por el rango en la familia.
Desde el Antiguo Testamento, Dios impone como modelo único de la familia al padre, a la madre y a los hijos. Según los teólogos, han coincidido en que es el único mandamiento con promesa “para que te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra”. El honor engendra honor. Dios no honrará a aquellos que no obedezcan su mandamiento. Por ello es prescindible recuperar el honor de la familia como Dios lo ordena y no como derecho humano desvirtuado.
El sexto mandamiento ordena “no cometerás actos impuros”, que según los estudiosos de los asuntos de Dios, significa que está prohibido consentir actos que afectan el debido desarrollo social. Tales como el adulterio, la prostitución, la homosexualidad y todos sus derivados que conforman la Comunidad LGBTTI.
Y siendo Dios el dueño, amo y señor de todo lo creado, también el significado de sus mandamientos nos imponen una forma de vida ordenada y derivada del amor, pero el amar a Dios sobre todas las cosas, nos indica el camino que debemos elegir. El mal gobierno tras legitimar el poder mediante fraudes y corrupción, también ha consentido lo que Dios prohíbe y le llamamos “derechos humanos”.
Héctor Molinar Apodaca
Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.
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