Originalmente publicado el 1 de agosto de 2017
El temor obliga al hombre a buscar la seguridad en la esclavitud: cediendo la contingencia de sus pensamientos y de sus acciones que dependen de sí mismo; agrediendo, también, a la determinación de los hechos independientes de su voluntad individual. En este cautiverio, el conocimiento y las herramientas conceptuales han construido en el hombre un individuo oprimido y belicoso.
El individuo busca seguridad y la encuentra en los diversos sistemas de la sociedad que no le demandan libertad responsable, al contrario, le exigen un sometimiento absoluto. En complemento y a cambio de la sumisión del individuo, la sociedad genera una falsa creencia de ser profundamente previsora; acumulando información, para simular, que esos datos previenen acontecimientos futuros. Formándose la inadmisible presunción de que únicamente fuera de estos sistemas se encuentra la inconmensurable incertidumbre.
En consecuencia, el hombre no conoce y no está acostumbrado a la incertidumbre, lo domina el vicio de creer que controla todo. La sociedad lo ha capacitado para desear saturarse de información y pretender conocer el devenir y, así, sentir la seguridad que tiene prevista en cada situación. La complejidad se evidencia cuando el futuro es diverso a lo previsto, entonces, la hegemonía de la frustración atrapa al individuo.
Es una quimera dogmática la creencia del individuo a dominar todo: es una fanatizada fraudulenta que aparenta conceder poder al individuo. Ante esa alucinación, el individuo, sin comprenderlo, se desenvuelve inevitablemente en la incertidumbre; si lo entendiera, se desarrollaría con el ejercicio de la duda.
La debilidad y la desorientación de este argumento requieren del vigor y de la instrucción del pensamiento extraordinario de Kant que en una de sus enérgicas sentencias a la letra dice: “La inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar”.
Es complicado e imposible que la seguridad o certidumbre que los sistemas sociales proporcionan al individuo, alienten el desarrollo fundamentalmente porque la seguridad y al certidumbre han marcado los limites. Al contrario, la inteligencia es la herramienta necesaria para buscar en la incertidumbre o duda, la certeza. Y de esta forma se obtendrá experiencia.
La vida se le presenta al individuo como un caos, más ante la imposibilidad de vivir en lo disparatado e inadmisible oponemos dos entidades determinadas: la razón y la fe. Cuando la razón y la fe han dejado de funcionar el hombre es atrapado por la angustia y prisionero por un sentimiento de vacío. Es así, que el individuo es capaz de abandonar la razón y la fe por la satisfacción de la necesidad de seguridad y certeza generada por el temor. La incertidumbre es la realidad en que el individuo se desarrolla. La vida está repleta de preguntas y respuestas. El iniciar con el atrevimiento de romper los planes ya establecidos es liberarnos de la inútil y estéril responsabilidad de controlar y dominar todo. No existe motivo o razón alguna para pretender el control de todo. La energía que se gasta en intentar el control de todo, puede usarse o emplearse en la creatividad de nuevos horizontes.
El hombre desea la totalidad de la certeza para no conocer o establecerse en la incertidumbre, pero esto es una quimera es imposible.
Para concluir: El individuo esta esclavizado en la necesidad de seguridad y de certeza que aparentemente le proporciona la sociedad. Su angustia y vacío se explica por el temor que rechaza lo esencialmente humano: la incertidumbre y la duda.
Es cuanto ¡un abrazo fraterno!
Guillermo Chávez
Abogado. Filósofo. Columnista.
Buen amigo y consejero, entusiasta. Publicamos cada semana tu columna, en tu espacio en tu memoria.
Descansa en Paz.
Hasta pronto querido amigo.