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    noviembre 4, 2024 | 16:46

    Los monjes de la calle subterránea

    Publicado el

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    Por Yanet Cuellar

    El siguiente texto es extraído del libro ‘Leyendas de Guanajuato’, del editor Jesús Eduardo Romo Valadez, espero que esta leyenda de terror sea de su agrado.

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    A mediados del siglo XIX se propagó la noticia de que en el convento de San Pedro de Alcántara, una de las joyas arquitectónicas que nos legara la época de la Colonia, sería demolido. En 1663, cuando franciscanos de la más estricta disciplina arribaron a Guanajuato, el convento fue refugio de ancianos y huérfanos, a quienes los frailes proporcionaban alimento y educación. El convento se extendía hasta el célebre pasaje de Los Arcos, que era parte de los portales de la ya extinta Plaza de San Pedro de Alcántara. Hubo indignación entre los fieles; la demolición del convento representaba un sacrilegio y, condenando a quienes habían ordenado su destrucción y a todos aquellos que contribuyeran a materializar tales designios, la gente de Guanajuato rechazó esas obras. Don Encarnación Serrano, exjefe político de la Administración Pública, había adquirido el sagrado recinto en suma irrisoria para levantar en su lugar el tristemente célebre ‘Hotel Emporio’. Por todo esto, la voz popular maldijo al dueño lo mismo que al nuevo edificio. ¡Quién habría de decirlo!, la maldición se cumplió. Pocos días de iniciada la construcción del hotel, la cúpula del convento. Inesperadamente, se vino abajo, sepultando entre escombros a seis infelices albañiles que solo cumplían con su trabajo. Las obras culminaron exitosamente pero el maleficio alcanzó a los huéspedes que, al llegar al hotel, enfermaban o morían víctimas de males inexplicables. Las frecuentes desgracias obligaron al propietario a vender el inmueble en 1872. En esas condiciones el terreno fue adquirido por el Gobierno del Estado. El General Don Florencio Antillón dispuso la demolición del hotel para dar paso a la edificación del soberbio Teatro Juárez, que proyectara y dirigiera en su primera etapa el arquitecto Don José Noriega y que culminara el insigne arquitecto Antonio Rivas Mercado junto al ingeniero Alberto Malo. Pero, aquí viene la leyenda a la que vamos a referirnos: dos monjes del convento hicieron suya la causa del repentino despojo y, por el costado derecho del teatro, sus figuras esqueléticas se aparecen a los que por algún motivo aciertan a pasar por ese sitio. Después de inaugurada la Calle Subterránea –oficialmente nombrada Calle del Padre Hidalgo-, las dos sombras de los religiosos, con el inconfundible aspecto que les da el hábito largo hasta el suelo y cubriéndoles casi por completo el rostro, en las noches, posiblemente como un gesto de protesta o quizá con la idea de seguir cuidando su monasterio, son vistos entre las dos o tres de la madrugada. Los policías que vigilan la calle, y algunos trasnochadores, aseguran que las dos sombras se filtran por el muro exterior del teatro, descendiendo a la subterránea y levitando sobre el pavimento hasta perderse por la parte baja del Templo de San Diego, siempre musitando una oración… ”

    Leyendas de Guanajuato… Caminos de Guanajuato.

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