Los trágicos eventos que ocurrieron en la ciudad de Iguala, Guerrero, durante la lluviosa noche que transitó del 26 al 27 de septiembre del 2014, no fueron los primeros en los que elementos del Estado Mexicano; ya sea, soldados, marinos o policías de cualquiera de los tres niveles de gobierno, hacen abuso de su poder en contra de opositores políticos, simples ciudadanos y hasta de presuntos delincuentes.
Apenas unos meses antes del evento de Iguala, el 30 de junio, en una comunidad del municipio de Tlatlaya, miembros del ejército mexicano, como quedaría demostrado años después, literalmente fusilaron a un grupo de personas, quienes, aparentemente, estaban dedicadas a actividades ilícitas. La diferencia sustantiva en el caso de los 43 normalistas de la escuela normal “Raúl Isidro Burgos” y muchos de los otros eventos de abuso y represión efectuados por autoridades mexicanas, fue el uso de la tecnología.
Hagamos memoria y tomemos un ejemplo al azar, ¿recuerda usted, estimad@ lector(a), alguna imagen de la masacre de copreros en Acapulco, en el mismo estado de Guerrero, ocurrida el 20 de agosto de 1967? Dudo mucho que tenga usted alguna imagen en su memoria a pesar de que fueron asesinadas entre 35 y 38 campesinos. Algunos medios de la época reportaron el hecho, pero, generalmente, comunicando la versión que el estado y sus cómplices, (Caciques, guardias blancas, pistoleros, etc.) quisieron manejar. Sabemos de esta masacre, gracias a las denuncias de los sobrevivientes y sus descendientes, en una lucha continuada por muchos años.
Y así, como esa, hay muchas otras, matanza de navistas en San Luis Potosí en septiembre del 61; masacre de Rubén Jaramillo y su familia en mayo del 62; matanza en Atoyac de Álvarez, Guerrero, en mayo del 67; matanza en Acteal, Chiapas, en diciembre del 97, y una más de la cual posiblemente tenga usted alguna memoria: masacre del vado de Aguas Blancas, en Coyuca de Benítez, Guerrero en junio del 95. [1]
De esta última masacre, si usted busca en Youtube, podrá encontrar el video que, a final de cuentas, sirvió como evidencia probatoria para deslindar responsabilidades, y la eventual caída del gobernador de entonces, cacique por demás emblemático, Rubén Figueroa. La masacre de Aguas Blancas contra campesinos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, presenta un elemento novedoso, en comparación con el resto de las matanzas perpetradas por el Estado y sus personeros: un video que se sale del control gubernamental.
En muchos, no sabemos con exactitud cuántos, de los eventos en donde el estado asesina a mansalva, se pueden encontrar al menos fotografías. De los sesenta para acá, hasta algún video. Quizás la única excepción fue la masacre de Tlatelolco, que, por su magnitud y circunstancias, tuvo mucha exposición mediática no controlada en su totalidad por el gobierno. Aun así, la difusión de dichos materiales fue sumamente restringida hasta la primera década del nuevo siglo.
El gobierno decidía, que materiales difundir, y cuál sería la versión oficial. En pocas palabras los representantes del gobierno decidían cuál sería la “verdad histórica” según el caso, y los medios de comunicación, con muy honrosas excepciones, difundían dicha verdad, sin cuestionarla. El periodista Ricardo Rocha, con mucha valentía, cambiaria ese paradigma al exhibir el video que demostraba, de manera fehaciente, que los campesinos ni iban armados, y que quienes iniciaron el ataque fueron los propios policías.
El video de la masacre de Aguas Blancas, donde fueron asesinados a mansalva 17 campesinos, fue grabado por una persona que acompañaba a las propias fuerzas represivas. Eso es evidente porque los policías asesinos permitieron que se efectuara la filmación sin inmutarse. En esos años, los equipos de video no eran pequeños, por lo que difícilmente pudo haberse efectuado ese video de manera clandestina. Era tal la arrogancia del poder.
En el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, no hubo un video, hubo muchos. Pero no solo eso, los videos y las fotos de los sucesos fueron transmitidos prácticamente en tiempo real, a través de las redes sociales, a literalmente, todo el mundo. Por eso no fue tan fácil ocultar la verdad como lo quisieron hacer, Peña Nieto, Osorio Chong y, el ahora indiciado Murillo Karam.
Pero como ellos también vivían esa arrogancia de poder propia de los mirreyes, que el escritor y periodista Ricardo Raphael describiera magistralmente en su libro “El Mirreynato”, se dedicaron a borrar los videos grabados por las cámaras de vigilancia en diversos puntos de la ciudad, destruir documentos y ocultar información, y lo principal, torturar testigos para que todos declararan según la “verdad histórica” que ya tenían preconcebida. El propio Peña Nieto, en un arranque de fastidio diría, “Ya supérenlo”.
A final de cuentas, ¿de que se trataba esta nueva versión de la sempiterna “verdad histórica”? pues a más de lo mismo, a estos estudiantes los mataron por estar involucrados con el narcotráfico, ergo, los mataron por delincuentes. Lucio Cabañas y Genaro Vázquez eran gavilleros, los muchachos de la guerrilla urbana eran asaltabancos, y así, siempre, el poder se justifica, ante sus excesos, denigrando a quien protesta, a quien no está dispuesto a agachar la cabeza.
Tuvo que ser la periodista-investigadora, Anabel Hernández quien, basándose en los muchos videos, y las muchas fotos que las víctimas tenían en su poder, así como en testimonios de quienes vivieron la tragedia quien desenmascarara al poder en el libro testimonio, “La Noche de Iguala”. Desde luego, los poderosos señalados negaron todo. El libro, aseguraron, es un infundio. Pero no lo era. Nunca lo fue.
Los resultados que presenta Alejando Encinas, lo dicen claramente, “La llamada verdad histórica se fraguó desde lo más alto del poder”. ¿Por qué? nos preguntamos nosotros. Por una parte, y esto esta en dicho informe, los estudiantes tuvieron la mala fortuna de secuestrar un camión que llevaba un cargamento -presumiblemente heroína- de mucho valor. Eso fue una situación fortuita, que los llevo al desenlace fatal.
Por otra parte, nosotros agregaríamos, el poder permitió y encubrió el sacrificio de estos muchachos porque no eran de esos pobres que son dóciles, por lo tanto, eran subversivos. Al grado que, inteligencia militar tenia un espía infiltrado dentro de la escuela, mismo que dejaron morir de manera cobarde durante la noche de Iguala.
No nos sorprenda pues que, hoy que el gobierno de la 4T lanza un programa de internet barato, mismo que a través de la CFE llegará hasta esos lugares, donde las grandes corporaciones no ven poder adquisitivo suficiente para hacer negocio, esas mismas corporaciones, y los organismos patronales se rasguen las vestiduras: ¡cómo es posible que el gobierno prácticamente regale el internet! ¡eso va en contra del libre comercio! Pues claro, entre más comunicada este la gente, más difícil les será a quienes por años han abusado del poder, mantener el statu quo.
Es cuánto.
[1] Para una visión más exhaustiva de los usos y abusos del poder, consúltese https://www.cndh.org.mx/informe_sobre_violencia_politica_EDO_Mex/index.php
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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