Con la primera etapa de las obras concluidas a un costo de 1.000 millones de dólares, el museo que forma parte de la Institución Smithsonian en Washington DC y que conserva -entre muchas colecciones el legado de los pioneros en conquistar el cielo y el espacio- abrió al público esta semana con unos 5.000 visitantes cada día.
Ante la masiva afluencia prevista, las entradas gratuitas son distribuidas en línea. La Voz de América visitó las ocho nuevas salas de exhibiciones donde se expone la historia de la aeronáutica, desde los pioneros que intentaron alzar vuelo con artefactos mecánicos y movidos con el añorado sueño del ser humano de imitar a los pájaros.
El director asociado del museo y miembro del equipo de curaduría y conservación, Jeremy Kinney, explica a la VOA las innovaciones presentadas en esta reapertura que incluye, una modernización de las formas de ver e interactuar con la historia de la aeronaútica y el descubrimiento del espacio.
“Hay cincuenta interactivos digitales dedicados para que los visitantes los experimenten y, por lo tanto, queremos conocer a los visitantes, que tengan audiovisuales, efectos mecánicos, efectos digitales y sean estas formas diferentes de experimentar con los artefactos de nuevas maneras”, dijo.
Primeros aviadores y el espacio
Dividido en tres pisos con entrepisos entre las enormes naves para sostener aviones colgados del techo, satélites y otras invenciones de la ciencia espacial.
Los curadores del museo consideran que “todos los artefactos de las galerías han tenido un impacto cultural, histórico, científico o tecnológico significativo en la sociedad”.
Así los visitantes pueden ver de cerca el módulo lunar de la Misión Apolo 11 que partió de la tierra destino a la luna el 16 de julio de 1969 para tocar suelo lunar.
El museo ofrece una oportunidad de apreciar en color y en su dimensión real objetos de la era espacial solo visto en imágenes en blanco y negro.
Pero también los curadores rinden homenaje a los hombres y mujeres que se aventuraron para conquistar los cielos desafiando la gravedad con los primeros artilugios hechos con mucha más creatividad que estudios de aerodinámica para sostenerse en vuelo.
Uno de estos fue el alemán Otto Lilienthal que 1896, alzó vuelo hasta alcanzar los 250 metros con unas alas engarzadas a los hombros como los pájaros, esto después de numerosas caídas, saltos estrepitosos y fracasos en sus diseños.
Pero unos pocos segundos en el aire antes de estrellarse en tierra se consideraron hazañas para seguir adelante, y de ahí los clanes familiares que apostaron todo por volar como los reconocidos hermanos Wright, quel el 17 de diciembre de 1903, mantuvieron su Flyer I, 12 segundos en vuelo luego de lanzarlo con una catapulta.
Se considera el primer vuelo de una máquina con su propio sistema, en Dayton el estado de Ohio, pero también en otras latitudes del mundo el sueño de volar creaba alas.
El visitante no puede pasar por alto el empeño de mujeres como la mítica aviadora Amelia Earhart, que atravesó el Atlántico en un Lockheed 5B Vega. Su figura resalta por su desaparición en enero de 1939 al intentar dar la vuelta completa al globo terráqueo, una osadía para la época cuando sólo existían aviones bimotores, de fusalaje pesado y sin cabinas presurizadas.
Los otros mundos distantes
El visitante también puede sumergirse a través de las nuevas tecnologías y con pantallas de última generación en proyecciones interactivas para explorar los mundos distantes que los satélites y las sondas espaciales han logrado descifrar con información pormenorizada hasta de la temperatura.
También las interconexión global a través de los satélites que surcan el espacio y la contribución de la aeronáutica a esos descubrimientos.
“Este es uno de los momentos más emocionantes en la historia del Museo Nacional del Aire y del Espacio. Cuando abramos las primeras galerías reinventadas, esperamos que todos los visitantes se sientan inspirados por los artefactos que se exhiben por primera vez, los íconos favoritos de la industria aeroespacial presentados de nuevas formas y diversas narraciones”, dijo Chris Browne, director del museo, al celebrar la reapertura.
Y si el espacio es demasiado ínfimo, el pasillo central del museo ofrece también paseos por las cabinas de los aviones de gran calado que surcan los cielos y muestra una perspectiva de los cambios en los patrones de vuelos a lo largo del tiempo.
También los visitantes pueden sentir la cabina de un Airbus A320, al despegar y aterrizar en el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan en Washington.
El Museo del Aire y del Espacio fue inaugurado el 1 de julio de 1976 después de 30 años de autorizados los planes del gobierno federal para su creación. Este cuenta con dos sedes, una ubicada junto al Aeropuerto Internacional Washington Dulles para la exhibición de las grandes naves espaciales y de la aviación y la otra en la Explanada Nacional cerca del Capitolio que reabrió estos días.
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