Por muchos años, en el México postrevolucionario, el Estado tuvo el monopolio de las movilizaciones masivas. Podemos empezar rememorando las jornadas posteriores a la expropiación petrolera. Si bien, aquellas movilizaciones fueron convocadas principalmente por los gremios ya corporativizados del régimen de mi General Lázaro Cárdenas, lo cierto es que la gente participó con gusto y patriotismo en aquellas jornadas históricas.
¿Y cómo no hacerlo? El presidente se estaba enfrentando a las grandes compañías petroleras que, con el respaldo del gobierno norteamericano principalmente, pretendían perpetuar un sistema de abuso y discriminación laboral que resultaba ya intolerable para un gobierno emanado de una Revolución Popular recién terminada. La gente se manifestó masivamente en apoyo a un gobierno que sentía suyo.
Conforme el régimen de la Revolución, se fue derechizando, fue perdiendo el apoyo popular, siendo este sustituido por la cooptación. Paradójicamente, las organizaciones sobre las que se apoyara Cárdenas para llevar adelante su programa de gobierno, fueron ahora utilizadas, para limitar las expresiones populares genuinas, quedando convertidas estas, en meras comparsas de gobierno.
Podemos citar como ejemplo de esta mediatización de la movilización popular, aquellas concentraciones masivas que se realizaban en el zócalo cada vez que el presidente López Mateos regresaba de uno de sus múltiples viajes. Los sindicatos charros, en los que se apoyaba el gobierno, movilizaban a miles de sus agremiados para vitorear al presidente que regresaba como héroe a la patria.
El día del informe presidencial, día del presidente, es otro ejemplo de estas falsas movilizaciones “espontáneas”. Cada primero de diciembre, el presidente se lucia frente a miles y miles de mexicanos que tenían que salir a hacer valla para alabar al presidente en turno como el salvador de la patria.
Si aquello hubiera sido espontaneo, no habría nada que criticar, lo cierto es que todo era una farsa montada por el gobernante en turno a través del partidazo, y de sus entes afiliados. Todos los recursos del Estado, legales e ilegales, se volcaban a ese tipo de manifestaciones, y los medios de comunicación, casi al unísono las hacían ver, como manifestaciones de verdadero apoyo popular.
Pero la verdad era otra. Los abusos y raterías de los detentadores del poder, ya eran inocultables, por lo que la gente empezó a manifestarse en contra del gobierno. Los movimientos de los ferrocarrileros, de los doctores, de campesinos, o de grupos de la sociedad que buscaban la democratización del sistema, especialmente a partir de los años cincuenta, son ejemplos de expresiones que ya se salían del control del gobierno, y como tales, empezaron a ser reprimidas con dureza, y difamadas por la enorme mayoría de los medios. El gobierno quería para si el monopolio en el uso de las calles y la plaza.
Es con las movilizaciones estudiantiles de finales de los sesenta, particularmente las de 1968, que se logra de-sacralizar el espacio público como espacio para la demostración popular. La toma del zócalo, fue uno de los eventos de mayor disgusto para el gobierno del asesino Diaz Ordaz.
Que, en el centro mismo de la nación, hubiera ondeado una bandera rojinegra fue el peor de los agravios que un montón de “revoltosos” hubiera podido hacer. El resultado de aquellas horas heroicas es de suyo conocido, y aunque por un tiempo obligó a un repliegue de las fuerzas populares, lo cierto es que ya las masas habían tomado las calles. Y poco a poco, aguantando la represión y las amenazas, se fue retomando ese espacio.
En 1988, vuelve a hacer explosión la presión acumulada por la sociedad agraviada, y el zócalo vuelve a ser tomado, para ya no volver a perderse. A partir de ese año, y en adelante, la toma de la principal plaza pública y sus zonas aledañas se vuelve algo común. No se diga una vez que el movimiento Lopezobradorista toma la batuta para encabezar el movimiento social de transformación, rebasando a un PRD anquilosado y prendido lastimosamente del ala derecha del gobierno.
La plaza, las calles, son el espacio natural de López Obrador, ahí se mueve como pez en el agua, como quedó demostrado de nueva cuenta el pasado domingo. Pretender creer que la multitud ahí reunida, estaba ahí porque fue acarreada, es querer negar la historia y tener una desconexión completa de la realidad nacional. Y parece ser la única línea argumentativa que plantean los jilgueros de la oposición.
En lugar de tratar de comprender el fenómeno social que es López Obrador para poder ofrecer una alternativa viable de gobierno, simplemente se concretan a negarlo. Si atendiéramos a lo que ellos dicen, entonces López Obrador solo puede movilizar tanta gente porque está a la cabeza del gobierno. Ternuritas.
Es verdad que esta marcha-manifestación fue convocada por el presidente, pero se equivoca la oposición al decir que fue una manifestación de Estado. L@s asistentes fueron con gusto genuino a manifestar su apoyo a un presidente realmente apreciado, como en el 38, como en el 68, o como en el 88, la gente tomó la calle por defender algo en lo que cree. Aunque la minoría que sigue a Claudio X González le resulte imposible de creer.
Es cuánto.
** El pasado 13 de Noviembre, la oposición anti-obradorista, se manifestó en contra de la propuesta de reforma al INE presentada por el presidente.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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