En México la mayoría de los indicadores reflejan una realidad poco alentadora: vivimos en un país donde la calidad educativa deja mucho que desear, aún y cuando se diga que la pobreza ha disminuido; millones de mexicanos viven en condiciones de grave marginación, sin acceso a servicios básicos en la vivienda, salud y alimentación; y aunque se sigan creando empleos y la tasa de desocupación, los salarios siguen siendo precarios, insuficientes incluso para cubrir la canasta básica.
A pesar de esto, la semana pasada la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) publicó el reporte ¿Cómo va la vida en México? 2017, en el afirma que a pesar de las circunstancias adversas a las cuales se enfrenta el país, México cuenta con un nivel medio de bienestar y es el 4º país cuyo mayor porcentaje de población afirma estar satisfecho con la vida, sólo por debajo de Canadá, Austria y Finlandia ¿será?
Independientemente de si estamos o no satisfechos con la vida, se debe prestar atención a la estadística, la cual refleja que cómo país estamos mal, simplemente nos favorece este índice de bienestar debido a que hay países en peores circunstancias.
Si bien México tiene resultados positivos en materia de seguridad laboral, desempleo y satisfacción con la vida, son más los focos rojos a los cuales se debe atender. Por ejemplo, en el país la esperanza de vida es de 75 años, 5 años menos que el promedio de la OCDE; México presenta una tasa de 18 homicidios por cada 100 mil habitantes, siendo el país con más homicidios per cápita; sólo 46% de las personas se siente seguro de salir a caminar solas a la calle, el promedio de la OCDE es del 69%. Aunado a esto las competencias educativas son bajas, así como las condiciones de empleo y vida de la población mayor. Es decir, en términos generales, México está mal y no es que se esté satisfecho con la vida, sino que simplemente quizá la población ya se acostumbró.
Las acciones a tomar son por parte de todos: gobierno y sociedad, trabajar desde nuestras trincheras para lograr un cambio, no sólo debemos quejarnos de la corrupción, la pobreza o la economía sino participar, mejorar la educación, ser más productivos y solidarios. Y por qué no, la democracia, es decir, participar en la vida política y económica del país es una manera de opinar y hacer el cambio.
Nancy Carbajal
Lic en Economía de la UACJ y Candidata al Grado de Maestra en Ingeniería Económica por la Universidad la Salle. Columna semanal sobre temas de economía, finanzas, política y sociedad.
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