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    noviembre 16, 2024 | 19:44

    Rafael Lozano-Hemmer: El artista que diseñó “Sintonizador Fronterizo” entre Ciudad Juárez y El Paso

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    El mexicano Rafael Lozano-Hemmer diseñó “Sintonizador Fronterizo” entre Ciudad Juárez y El Paso para escuchar las voces de un lado y otro de la frontera.


    Estados Unidos (VOA) – Rafael Lozano-Hemmer es considerado uno de los artistas hispanos más destacados porque sus obras mezclan distintas disciplinas, entre la tecnología, la arquitectura y la música. Este mexicano, de 55 años, estudió una carrera de química, aunque todo su entorno estaba formado por “compositores, escritores y coreógrafos”.

    “Yo quería contribuir a esas artistas, pero como yo no tenía un talento especializado en ninguna disciplina artística, me convertí en el director escénico y decía a la gente lo que tenía que hacer. Hacíamos unos performances de teatro tecnológico en donde mi contribución era dirigir y programar”, explica.

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    Y así fue como se adentró en el mundo artístico, aplicando sus conocimientos científicos y tecnológicos a aquello que realmente le apasionaba: el arte. “Recuerdo en los años noventa, por ejemplo, cuando estaba haciendo proyecciones de un ojo gigantesco que perseguía a todos los actores o bailarines en el escenario”, dice.

    Poco a poco, él se fue especializando en la creación de instalaciones interactivas mediante el uso de la tecnología. En Miami, por ejemplo, ha presentado en la exposición Super Blue, una obra titulada “Topología de Corazonadas” con 3.000 bombillas de luz que centellean de acuerdo con el ritmo cardíaco de un participante diferente.

    Reconoce que “es normal que mucha gente piense que el arte tecnológico no es arte convencional ni tradicional”, pero echa la vista atrás y recuerda que “cuando se inventó la fotografía, pasaron 50 y hasta 60 años hasta que se pudo considerar la fotografía como una de las bellas artes”.

    “Lo mismo pasó con el cine, que se consideraba un desarrollo tecnológico, pero en realidad nadie veía la lírica o la contribución que esto podía hacer a las artes, pues con la tecnología tenemos algo parecido”, defiende agregando que “la tecnología es el lenguaje de nuestro tiempo”.

    Hace 30 años que dejó México para vivir en Canadá, un lugar donde admite que sus compatriotas -conocidos como chicanadians- siguen luchando por romper estereotipos, “normalmente bastante desagradables” y lamenta que en muchas ocasiones no se reconozca la contribución de los mexicanos en el mundo.

    “La gente desconoce que la cibernética se postuló por primera vez en el Instituto de Cardiología de la UNAM en México, con Arturo Rosenbluth y Norbert Wiener. O desconocen que la primera patente de televisión a color fue de un mexicano, o que inventamos la música microtonal o las píldoras anticonceptivas”, dice.

    Es por eso que su compromiso a la hora de hacer arte pasa también por buscar que sus obras sean “plataformas de autorrepresentación” de su cultura y poner en alto el papel de los hispanos en nuestra sociedad.

    Una obra en la frontera entre EEUU y México

    Así lo hizo cuando creó “Sintonizador Fronterizo” a través de la frontera de Estados Unidos y México, entre El Paso y Ciudad Juárez. Consistía en una obra, solo visible por la noche, en la que a través de la voz se podían emitir enormes cañones de luz que iban dirigidos hacia la otra parte de la frontera. “Pretendía que con la voz se sintiera una relación de representación, de que tú eres el que estás actuando”, relata convencido de que, en muchas ocasiones, “lo importante es escuchar” lo que tiene que decir el otro.

    Llegó a esa conclusión después de que varios artistas locales, tanto en Ciudad Juárez como en El Paso, “que me ayudaron a pensar diferente sobre qué hacer en la frontera”. “Entonces, aunque yo no nací en la frontera, siento que la frontera es como una especie de reclamo o de metáfora de nuestro tiempo, de estos grandes bloques económicos que están en contacto y que hay tensiones en ella”, comenta.

    La obra de Lozano-Hemmer, con ese simbolismo, pretendía precisamente escuchar a las personas que estaban al otro lado de ambas fronteras. “Tenías una especie de dial con el que podías controlar hacia dónde iban tus luces y cuando las luces y mis luces se entrecruzaban, automáticamente la computadora abría un canal de comunicación entre nosotros y si no me gustaba lo que tú decías, yo te podía desintonizar y buscar a otra persona”, señala.

    Con todo, sostiene que “la idea de escuchar y de conectar es muy importante, sobre todo, en momentos en donde la frontera se vuelve como un lugar con una retórica a veces hasta racista o adversaria, de que estas dos partes están en conflicto, cuando en realidad esas dos partes tienen una historia conjunta y lo que comparten no es nada más el medio ambiente, la economía, el lenguaje, la historia”.

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