La actividad del volcán Popocatépetl, cerca de la capital mexicana, ha ido en aumento desde la semana pasada, y aunque las autoridades no esperan una gran erupción, están tomando precauciones.
Santiago Xalitzintla, México (VOA) – A las orillas del poblado de Santiago Xalitzintla, uno de los más cercanos al volcán Popocatépetl y lejos del ajetreo del tráfico, se sentían el lunes estruendos ocasionales procedentes de la montaña, como los rugidos de un motor.
Como el nombre del pueblo (Xalitzintla en náhuatl significa “lugar de arenilla”) una finísima capa de cenizas caía sobre el lugar, envolviéndolo todo en una bruma que reducía ligeramente la visibilidad mientras se acumulaba en los parabrisas de los vehículos y en la piel de los transeúntes.
La actividad en el volcán de 5.425 metros de altura y a unos 70 kilómetros al sureste de Ciudad de México, se incrementó durante la última semana con grandes columnas de ceniza y gases y material incandescente, que obligaron al gobierno a aumentar el domingo el nivel de alerta y cerrar las escuelas en decenas de municipios de tres estados.
“De noche se escucha más”, dijo Violeta Fuentes, de 39 años, quien vive con su esposo y sus hijos de 9 y 12 años a las afueras de Santiago Xalitzintla. Es también el momento en que pueden ver el resplandor del cráter. “Anoche fueron varias veces, de momento se apagaba y luego volvía a prender”.
Fuentes reconoció que está un tanto inquieta “porque se ve que (el volcán) ya no quiere estar bien”. A la familia, como a muchos de sus vecinos, le preocupa el impacto que pueda tener la caída de cenizas en sus cosechas.
El maíz en la parcela de su suegro, al otro lado de la calle, ya tenía una leve capa de ceniza y algunos campesinos temían también que los animales enfermaran con los restos que se depositan en el pasto.
El lunes, autoridades a nivel local, estatal y federal llevaron a cabo simulacros ante la posibilidad de evacuaciones y preparaban refugios mientras el ejército revisaba que estuvieran las rutas abiertas y mantenía a más de 6.500 efectivos en alerta ante cualquier emergencia.
Todos estos preparativos, no son nada nuevo para muchos de los residentes del lugar que viven a las faldas del Popo, como todos los mexicanos llaman al volcán.
“No nos da miedo”, dijo Job Amalco, un conductor que veía todo el ir y venir de miembros de protección civil como algo normal. “Somos espectadores de lo que nos da la naturaleza”, declaró orgulloso.
Pero entre algunos comenzaba a haber signos de ansiedad.
“Sí preocupa, sobre todo por los niños, porque no se sabe si habrá una explosión enorme o pequeña”, comentó Claudia de la Cruz, de 27 años, madre de dos niños de 3 y 5 años.
Su esposo sube la ladera del volcán todos los días para recolectar leña. “Dice que allá se escucha como si se desbarrancaran los cerros y tiembla, pero él se pone fuerte por nosotras”, comentó.
De la Cruz recordó que era apenas una niña cuando vio resplandecer la montaña por primera vez y cómo en ese entonces los residentes tenían muy poca información. Confía en que ahora que tienen un celular podrán saber en tiempo real lo que está sucediendo.
De cualquier forma, la única advertencia real de la que más gente está pendiente en estas comunidades, como han hecho durante toda su vida, será el repiqueteo urgente de las campanas de la iglesia.
El lunes sonaron como parte del simulacro pero en los vecinos mantienen la calma. A muchos lo que más les preocupa es la posibilidad de evacuar y abandonar sus hogares y a sus animales. Las autoridades han advertido a los residentes que permanezcan fuera de un radio de 12 kilómetros de la cumbre.
La actividad del volcán provocó que se suspendieran temporalmente los vuelos en los dos aeropuertos de la capital mexicana durante el fin de semana porque las nubes de cenizas restan visibilidad y pueden ser abrasivas para los aviones.
El lunes, una columna de ceniza se extendió cientos de kilómetros hacia el este, hasta la Bahía de Campeche, según un informe de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
La coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez, anunció el domingo que el semáforo volcánico, el instrumento para informar a la población, seguía en nivel intermedio, el amarillo, pero subía de fase 2 a fase 3 ante la actividad registrada desde el pasado viernes. Sin embargo, subrayó que “no existe ningún riesgo para la población en este momento”.
En esta fase, se forman grandes domos en la montaña y explotan con creciente intensidad, arrojando rocas incandescentes al aire y flujos piroclásticos.
Velázquez dijo que sólo tres de las 565 explosiones del volcán desde septiembre habían sido grandes y que la actividad actual no era la mayor de este siglo. El lunes supervisó el simulacro en Santiago Xalitzintla.
Unas 25 millones de personas viven en un radio de 100 kilómetros del volcán, la mayoría en el área metropolitana de Ciudad de México.
El Popo ha estado activo desde hace más de medio millón de años pero su forma actual surgió hace unos 20.000 años en el cráter de otros volcanes y la última gran erupción fue hace más de 1.000 años.
Los códices prehispánicos hablan también de una intensa actividad al inicio del siglo XVI pero en épocas más recientes se considera que el volcán despertó en 1994.
Posteriormente ha habido períodos de actividad más intensa entre 2000-2003 y de 2012 a 2016 pero sólo una vez, en 2000, se tuvo que elevar la emergencia al rojo, según el Centro Nacional de Prevención de Desastres de México.
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