Rosa Montero, escritora feminista, anunció en uno de sus libros que le cansaba el papel romántico de la lucha de las mujeres y que había féminas tan malvadas y perversas que eran capaces de cometer los actos más atroces. Estremecerse ante ello era una manera de perpetuar los estereotipos de género, lo cual me incomodó. Estaba segura de que no existían mujeres así, al menos mujeres líderes o preparadas. No pueden y no deben ser así. En mi ego egocéntrico, creí tener la razón.
Pero la razón personal termina cuando la vida te muestra en otra persona su propia razón. Según Pitágoras, debemos convertirla en opiniones. Pude entender que existen elementos que demuestran que, en verdad, hay mujeres que son malvadas por naturaleza, formación o convicción. Mujeres que han decidido no cumplir con los estereotipos de ser maternales, conciliadoras, protectoras y armónicas. Están convencidas de que la forma de hacerse notar y aparecer en la historia, en las fotos y en los billetes, es acceder al poder siendo mujeres con características de hombre.
Reflexionando sobre el origen de este romanticismo y la forma más poética de expresar el feminismo, se asomó por la ventana de la mente y el corazón la vida y obra de una mujer extraordinaria, una mujer que aparece en los billetes mexicanos, vigilando si los hombres de este país aún son necios y si aún nos enamoran los lisonjeros. Validando nuestra oportunidad de ser mujeres pensantes sin la necesidad de enclaustrarnos en un convento, sin la obligación de parecer hombres. Pues a pesar de muchas leyendas, no se ha demostrado que Sor Juana haya tenido que vestirse de caballero e ir a la Universidad, o que se haya enamorado de la virreina o que tuviera amantes por doquier. Nada de esto está claro en la historia. Lo único claro fue su TALENTO. Porque cuando hay talento, el género es, sin embargo, en la trayectoria de hacerlo valer donde muchas veces las estructuras patriarcales nos inhiben o limitan.
Sor Juana Inés de la Cruz, la décima musa, fue la primera mujer en inspirar a todas las demás generaciones de mujeres a tener una cabeza llena de ideas, no de hermosuras pero tampoco de maldades. Demostró y animó con generosidad y solidaridad a seguir sus pasos intelectuales, promoviendo el amor al prójimo y la educación como el motor de transformación social más eficaz. Sor Juana aparece en los billetes, no por ser monja, no por ser buena, sino por haber utilizado su gran talento para transformar su entorno. Cuando pienso en ello, me imagino a otras mujeres queriendo SER LA PRIMERA MUJER en su casa, leyendo, escribiendo, haciendo sumas y restas en las cosechas y en las haciendas virreinales. Ahí radica la importancia de ser la PRIMERA MUJER.
Hoy nos invade un universo femenino, las primeras mujeres arriban al poder, se apoderan de las instituciones. Exigirles que sean perfectas sería injusto. Sin embargo, debemos reconocer que esperamos de su ejercicio la disminución y erradicación de algunas prácticas que caracterizaban la hegemonía masculina. ¿Cuáles prácticas? La falta de reconocimiento al talento femenino, la verdadera inclusión de todos en los proyectos comunitarios, empresariales y sociales, el autoritarismo, la división del trabajo con una visión estereotipada, la presión coercitiva en el cumplimiento de las metas, la deshonestidad en el manejo de los recursos, el doble discurso, por un lado amable y afable y por el otro impregnado de control y subordinación.
Quizás sea mucho pedir, pero a grandes males al menos tengamos grandes aspiraciones.
Por otro lado, mientras más mujeres se sientan en las sillas presidenciales, otras más, por falta de oportunidades, por rebeldía, por presión social y por muchos otros factores que abordaremos después, asumen el liderazgo de los grupos delictivos. Mujeres que matan a sangre fría y que lo hacen sistemáticamente como un modo de vida, incluso normalizándolo en algunos estratos sociales.
Llegamos a ocupar los puestos de los hombres y hacerlo sin preparación, talento y carácter humano no debería ser motivo de orgullo. No creo que deberíamos aspirar a estar en los billetes. Como promotora del desarrollo de las mujeres, no pretendo aniquilar la forma particular de ser de cada una, pero en el sentido estricto de cómo asumimos estas responsabilidades, la ecuación es simple: si en la diversidad del ejercicio del poder femenino se potencializa “EL RESPETO Y LA JUSTICIA”, no habrá error en el resultado. Sin duda, será exitoso.
El hecho de llegar a ocupar por primera vez un puesto de importancia como mujer ostenta de entrada un talento especial, cualidades que se diferencian del resto de las personas. Años de lucha y esfuerzo en alguna temática en particular y horas de preparación y desvelo. Sería ingrato no reconocer que, “haya sido como haya sido”, se llegó al lugar deseado en la historia de vida de una mujer talentosa. Sin embargo, estos antecedentes no son suficientes. Se llega para ejercer, para modificar, para poner en práctica más talentos, para inspirar a mejorar. No se llega para ser iguales a los malos hombres, no se llega para imponer marcas personales olvidando el respeto a los derechos humanos. No se llega para actuar sin justicia e imponer mi razón con soberbia y terquedad. Quien lo hace ignora los preceptos de los acuerdos internacionales, ignora la constitución, ignora que el poder también es temporal y podrá ser una mujer poderosa pero ignorante. Habrá decepcionado totalmente a la décima musa.
Quizás hubo otras mujeres antes que Sor Juana que aprendieron de manera autodidacta a leer y escribir, quizás muchas más fueron antes a la Universidad o escribieron poemas; quizás. Pero como feminista, admiro más aquellas que abren la brecha, aquellas que no buscan ser las primeras, sino las mejores. Y ser las mejores no es para aparecer en los billetes, sino para transformar con amor el microespacio que cada una nos toca vivir.
Rocío Saenz
Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.