La mutabilidad en las campañas políticas es como la carrera armamentista. Cuando uno piensa que ya no puede haber más, siempre surge una novedad que nos deja con la boca abierta.
Comenzaré comentando sobre el nuevo armamento ruso que no tiene cotejo cercano en ningún país del orbe incluso frente al equipo más sofisticado de los norteamericanos.
Hablamos de misiles atómicos indetectables que pueden viajar distancias increíbles y destruir sus blancos sin tener defensas que los detengan. O los drones submarinos que navegan diez o veinte veces más rápido que cualquier nave, sobre y bajo la superficie del agua. Indetectables también.
Donald Trump habló con Putin con el pretexto de felicitarlo por su cuarto periodo de mandato y aprovechó para decirle… “Ahora sí, quién se nos pone a las patadas. Ningún país del mundo puede contra nuestro poderío militar. Juntos somos invencibles.”
Que risa me dio. Cuando al despedirse le dijo… “A ver luego si echamos una platicada para ver eso del nuevo armamento.”
Del mismo modo. Las campañas políticas.
Endenantes, cuando a los perros los amarraban con longaniza y se la tragaban, el partidazo organizaba mítines donde a la gente se le lavaba el coco con discursos y peroratas.
Con el tiempo, el populacho ya no respondía a las asoleadas y se inventó la visita domiciliaria, que consiste en juntar pequeños grupos en la casa del líder de la sección para recibir al candidato. La gente acude porque hay sodas, tortas y si se quedan hasta el final un par de alcoholes para celebrar.
Esto también quedó superado y para influir en la gente se utilizó la televisión y la radio. Estos medios bombardeaban con la ayuda de sus locutores, temas escritos por el partido en el poder y dejaban sin voz al partido contrario el cual ni comprando el espacio tenían la posibilidad de contrarrestar la fuerza manipuladora del PRI.
Con la novedad del internet, la cosa cambió un poco, pues el uso del correo electrónico y el chat se ocupaban de cosas muy personales e interacción más erótica que de intercambio de ideas.
Fue entonces que apareció el Facebook y revoluciona la comunicación universal.
El periodismo muta y la gente deja de informarse en los periódicos y cada vez menos en la televisión.
Datos recientes indican que en México hay 65 millones de personas que tienen un celular. Y que la principal conexión entre nosotros es el Facebook.
Así que los intereses de los políticos se trasladan a entender un poco de este asunto llamado, redes sociales.
Como el perfil del político en general es de bajo rendimiento intelectual. Surge un mercado que le da un giro total al concepto de campañas políticas.
Hoy es noticia mundial que a través de Facebook se ha hecho la más grande manipulación masiva jamás vista.
Se pone a disposición de los grandes intereses políticos una estrategia para influir en el perfil psicológico del usuario para inducirlo a votar por el candidato de los intereses comprados.
La empresa inglesa Cambridge Analítica, vendió esta “arma psicológica” a rusos, ingleses y norteamericanos para “persuadir” a los feisbukeros a votar por X o Z.
En estos momentos, se abre una investigación mundial para constatar esto que les estoy contando.
A través de 270 ingenuos que dieron sus datos personales y llenaron cuestionarios tipo sondeo. Se lograron conectar con 50 millones de personas a las que les hicieron llegar noticias Fake y textos negativos sobre los candidatos a quienes deseaban bajar de las encuestas antes de las votaciones.
De ese modo lograron llevar a la presidencia de los Estados Unidos a Donald Trump, y quizás logren influir entre los mexicanos para evitar que gane Andrés Manuel López Obrador.
Lo más terrible de esto, es que la gente es estúpida y todo se cree.
Veamos que ocurre en adelante. Lo que sí sé es que los analistas independientes tenemos cada vez mayor credibilidad.
Las nuevas campañas en México, tendrán que buscar estrategias creíbles donde las redes sociales estén por encima de las estrategias tradicionales.
Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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