Este fin de semana los ojos del mundo han puesto su mirada en la región de oriente próximo, donde al menos 700 personas fueron asesinadas en territorio israelí derivado de una infiltración terrorista del grupo político y paramilitar Hamás. Más de una centena de personas se encuentran en cautiverio y hasta ahora el saldo de heridos en este ataque supera las 2000 personas.
Lo anterior ejemplifica el uso del odio como elemento condicionante de acciones que implican la violencia y el sentido de prescindir de vidas humanas en aras de fines “superiores”.
Sin duda es el odio el ingrediente principal de cualquier acto terrorista que implique violencia o el desprecio por la vida. En este caso el agravio histórico del pueblo palestino es la semilla cuyos frutos vemos hoy en forma de ataques armados contra lo que represente al Estado de Israel.
Estas deleznables operaciones terroristas como la del pasado sábado son, como se evidencia en videos y fotografías, motivo de júbilo y celebración para ciertos sectores “hermanados” con la causa palestina; sectores cuyo resentimiento, justificado o no, implica el odio mortal hacia el adversario “sionista”.
Sin embargo, ante la claridosa declaración de guerra del primer ministro israelí contra la organización Hamás, se vislumbra lo de siempre: la parte más perjudicada será el pueblo raso de los territorios palestinos, sus ancianos, sus mujeres y niños; los vulnerables de toda guerra.
La afrenta recibida, obliga al gobierno israelí a responder de manera categórica. La infiltración de Hamás habla de una grave e inusual falla del sistema de inteligencia hebreo que coincide con un periodo de suma inestabilidad política interna bajo el gobierno del primer ministro israelí Netanyahu.
Como en otros episodios de su peculiar historia, el pueblo israelí lograría cohesionarse ante las amenazas externas. En esta ocasión, la barbarie ocurrida daría la vuelta a las convulsiones sociales que se vivían al interior del Estado de Israel.
La venganza prometida, justificada o no, por el premier hebreo, alude también al odio como elemento unificador. La suma del odio por parte de los bandos agraviados desde la fundación del Estado de Israel en 1949 ha conjugado en organizaciones terroristas, atentados mortíferos, operaciones militares y guerras convencionales y no convencionales.
Esto bajo la permanente madeja de fuertes intereses geopolíticos y económicos que a veces confluyen con elementos sociales o culturales como la religión.
La venganza israelí ya ha comenzado a tomar forma al lanzar las fuerzas de defensa la operación “espadas de hierro” y causar daños a infraestructura presuntamente terrorista, así como bajas de milicianos y civiles en Gaza.
La agrupación política y armada libanesa Hezbollah ha secundado políticamente las acciones de Hamás y ha llegado a lanzar ataques de bajo impacto contra territorio israelí, cuya respuesta por parte del ejército israelí advierte de consecuencias que no estarían dispuestos a pagar en el Líbano, aunque se sabe de movimientos preparativos para un eventual conflicto de amplia magnitud de Hezbollah con Israel.
Hezbollah no se esfuerza en ocultar el respaldo político, militar y financiero del gobierno iraní y de actores árabes. Apoyos que presumiblemente han fluido hacia la organización Hamas, al menos es clara la posición del régimen de Teherán respecto a la “legítima defensa del pueblo palestino”.
La teocracia iraní atravesaba no hace mucho, por fricciones sociales internas, corregidas por la fuerza, pero latentes. La estabilidad del régimen chií de los ayatolas enfrenta desafíos de consideración ante una sociedad que demanda mayores libertades civiles.
Luego de que hace unos meses bajo los auspicios de China; Irán y Arabia Saudita reanudaran relaciones diplomáticas; los sauditas contemplaban establecer acuerdos diplomáticos con Israel bajo auspicios de los Estados Unidos de América.
Los ataques terroristas de Hamás vienen de momento a detener cualquier acuerdo saudí -israelí. Algo que beneficia al régimen iraní, que rivaliza sutilmente con la casa real de Riad.
Recordemos que el régimen iraní actual deriva de una revolución sui géneris que destronó a un régimen monárquico, deduciblemente análogo, según la visión moral chií, al régimen saudí sunita actual.
Los iraníes, quienes se destacan por su eficaz operación en misiones en el extranjero, es casi seguro que han intervenido o al menos brindados recursos a las organizaciones paramilitares y políticas de Gaza como parte de su narrativa anti sionista y de doctrina religiosa en vías de fortalecer su posición geopolítica y minar de manera simbólica el liderazgo saudita sunita en el mundo árabe.
Posición que iría de la mano de los intereses rusos y chinos con quienes Teherán ha estrechado relaciones, particularmente con el Kremlin.
De esta manera, los ataques de Hamás contra blancos israelíes del pasado sábado, habrán detonado una nueva y mortífera dinámica violenta, posiblemente a nivel y de consecuencias globales. Donde el odio activa la guerra por el poder.
En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja.
Dícele entonces Jesús: “Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán.”
(Mateo 26:51-52)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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