El sexenio del psicópata Gustavo Díaz Ordaz estuvo caracterizado por la paranoia macartista en el marco de la guerra fría, para lo cual hubo de rodearse de los respectivos halcones; uno de ellos que habría de jugar un papel de principal en uno de los eventos fundamentales de la historia del México contemporáneo fue el general Marcelino García Barragán.
Nacido en 1895, se enroló muy joven a las filas de la Revolución, participando al lado de mi general Francisco Villa, en la Brigada Juárez, acá en nuestro gran Estado de Chihuahua. Mas adelante, tras la derrota de Villa en Celaya, habría de traicionar a la causa pasándose a las filas del Constitucionalismo con Carranza.
En 1943 llegó a ser Gobernador de Jalisco, cargo del que fue destituido 2 semanas antes de terminar su periodo constitucional en 1947, debido a sus simpatías por el general Miguel Henríquez Guzmán. Reaparece en 1950 precisamente como presidente de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, que postulaba a la presidencia de la Republica al general Henríquez.
Después de la derrota del Henriquismo, duraría diez años fuera de la vida pública, regresando hasta 1960 al ser designado comandante de la vigésima zona militar con sede en Toluca. En 1964, el mencionado Diaz Ordaz, lo nombró Secretario de la Defensa. Desde donde dirigió múltiples operativos de represión en contra de quien manifestara alguna oposición al gobierno.
Particularmente sanguinaria fue la represión en contra de estudiantes de Durango y de la Universidad Nicolaíta en Michoacán, pero, sobre todo, la del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, Acto de barbarie que hoy es reconocido como parteaguas de nuestra historia.
Al término del sexenio, el general Marcelino García Barragán pasó, de manera permanente, al ostracismo. Falleció en 1979. Como héroe del viejo régimen, tiene su estatua en la rotonda de los jaliscienses ilustres, y su ciudad natal, Cuautitlán, desde 1987 lleva el añadido, “de García Barragán” como parte de su nombre.
El general García Barragán tuvo 2 hijos, uno de ellos, Javier García Paniagua, llegó a ser director de la temible Dirección Federal de Seguridad.
Javier García Paniagua, nació entre 1935, 36 o 37, el dato no está claro, en Casimiro Castillo, Jalisco. Afiliado al PRI desde 1958, ocupó diversos cargos hasta llegar a ser senador de la República de 1970 al 76. Por las relaciones de su padre, siempre estuvo relacionado, aunque de manera extraoficial, a actividades de inteligencia y seguridad nacional.
En el sexenio de José López Portillo seria designado director de la entonces policía política del régimen, la temible Dirección Federal de Seguridad. Desde esa posición, continuó con la eliminación extrajudicial y sistemática de los grupos guerrilleros que habían venido floreciendo desde mediados de los sesenta. Siendo el tristemente célebre, Miguel Nazar Haro, uno de sus subalternos de mayor confianza.
Pretendió, en base a la eficacia de su desempeño como represor, ser designado como candidato a la presidencia de la República para el periodo 1982-1988 pero perdió ante Miguel de la Madrid. Molesto por no haber sido seleccionado, se retiró de la vida pública regresando a cargos menores del 88 y hasta principios de los noventas. Falleció en noviembre del 98.
Javier García Paniagua tuvo seis hijos de su primer matrimonio, y dos de su segundo, uno de ellos es Omar García Harfuch.
Omar Hamid García Harfuch, nacido en Cuernavaca Morelos, en 1982, siguiendo la influencia de su abuelo y de su padre, ha dedicado su vida al campo de la seguridad pública. A parte de la licenciatura en derecho, tiene una licenciatura en Seguridad Pública por la Universidad del Valle de México, y estudios de especialización en la misma materia por parte de la Universidad de Harvard, así como del FBI y la DEA norteamericanas.
Durante el gobierno de Calderón ingresa a la entonces Policía Federal Preventiva, logrando constantes ascensos hasta llegar a encabezar la Policía Federal en Guerrero. Es en esa posición cuando ocurren los terribles sucesos del 26 de septiembre del 2014, la desaparición de 43 normalistas de la escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, la tristemente célebre noche de Iguala.
En el 2019, es nombrado titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CDMX, en donde tuvo un excelente desempeño, logrando mejoras en los índices de seguridad en la ciudad, y resolviendo, de manera efectiva crímenes de alto impacto. Es en este cargo donde se imágen como funcionario eficaz se afianza, catapultándolo como un serio contendiente a suceder a la doctora Sheinbaum en la jefatura de gobierno.
Es verdad que no podemos culpar a Omar García de lo que hicieron tanto su abuelo o su padre, pero, aunque él diga que “no le pesan” las sombras de sus antecesores, lo cierto es que inevitablemente lo perseguirán. Y si el pasado no fuera suficiente lastre, su propia y obscura participación en los lamentables hechos de Iguala no abonan a su prestigio.
Los sobrevivientes o los herederos quienes sufrieron las represiones de su abuelo y su padre, así como los activistas de la izquierda contemporánea difícilmente podrán ver en el a un líder de izquierda que reivindique las luchas pasadas o las presentes, mucho menos mientras la sombra de Ayotzinapa se cierna sobre él.
Siempre será más García que Harfuch.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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