Si bien el conflicto, la guerra y la pobreza son males permanentes del mundo; la acentuación actual de tales calamidades en hechos recientes advierte del resquebrajamiento del liderazgo occidental en el globo y la pugna por impedirlo o acelerarlo.
Luego del desmembramiento formal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991, los Estados Unidos de América emergían como la gran hiperpotencia mundial y nación líder del bloque occidental que ondeando las banderas de la Libertad y la Democracia “derrotaban” al bloque del Este que lideraba una decadente y cada vez más limitada URSS.
La apertura económica de China a finales de los setentas inició una peculiar sociedad comercial de este país con los estadounidenses que terminó en un pragmático alejamiento de los chinos con el bloque del Este.
El famoso eje Thatcher-Reagan-Juan Pablo II (Inglaterra -Estados Unidos -El Vaticano) puede ejemplificar al bloque occidental de entonces liderado por naciones fundamentalmente capitalistas, pro democráticas y cristianas.
El dominio occidental contemporáneo implantó su sistema económico bajo la forma del neoliberalismo, que si bien siguió llevando prosperidad a algunos países asiáticos en gran parte por la transferencia y generación de tecnología, a otros países se les impuso o se les siguió imponiendo un rol de proveedores de materias primas y/o mano de obra barata que en muchos casos hizo más ricos o enriqueció a nuevas élites económicas locales y que en cambio condenó a amplias capas de poblaciones de África, América latina y del sudeste asiático a la pobreza.
Ante una economía global dominada por esta forma de “capitalismo salvaje”, en mayo de 1991, con motivo del centésimo aniversario de la encíclica Rerun Novarum de León XIII, Juan Pablo II publicaba la encíclica Centesimus Annus: “…No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo… después de la caída del socialismo real, se manifiesta una grave desorientación en la tarea de reconstrucción. A su vez, los países occidentales corren el peligro de ver en esa caída la victoria unilateral del propio sistema económico, y por ello no se preocupen de introducir en él los debidos cambios…”
La Iglesia Católica Romana, en su momento determinante en la caída del comunismo soviético, continuó a través de los siguientes jefes de la Iglesia Universal, en la denuncia del Papa Wojtyla sobre el extravío fundamentalmente moral de las naciones de occidente.
En su mensaje de año nuevo de 2013, poco antes de dimitir, el Papa Ratzinger provocaba escozor a muchos: “la prevalencia de una mentalidad egoísta e individualista que también encuentra su expresión en un capitalismo sin regulación, en varias formas de terrorismo y de criminalidad”. Occidente se encontraba ya, vencido ante una cultura del descarte, lejos de los principios cristianos.
Aún más contundente el Papa Bergoglio: “El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales.” (Fratelli Tutti. 2020.)
Si bien, en los listados de las economías más grandes del globo hoy figuran mayoritariamente las naciones occidentales, pronósticos y proyecciones serias indican que China para 2030 superaría en PIB global en términos de PPA (paridades de poder adquisitivo) a los Estados Unidos de América, asimismo, países emergentes ocuparían, por tamaño de economía, los primeros lugares.
Lo anterior viene a cambiar la correlación de fuerzas en el tablero mundial, donde hoy por hoy se apuesta por una “nueva guerra fría”, con conflictos regionales que intentan ganar o conservar posiciones de poder entre el bloque occidental y de lo que pareciera el armazón de un bloque geopolítico liderado por China.
El desorden mundial que nos acontece y que es sintomático a una reconfiguración de los polos de poder del orbe, sólo podrá corregirse si occidente (a donde nuestra nación también pertenece) vuelve a sus principios fundamentalmente cristianos.
“Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera. Si no, iré donde ti y cambiaré de su lugar tu candelero, si no te arrepientes.”
(Apocalipsis 2:5)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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