La lealtad en la política es un tema de gran relevancia y, a menudo, objeto de debate. La Enciclopedia Británica define la lealtad política como “la devoción e identificación con una causa o comunidad política, sus instituciones, leyes básicas, principales ideas políticas y objetivos generales de política”. No obstante, la lealtad en la política puede ser un arma de doble filo. Por un lado, puede fortalecer las relaciones y la cohesión dentro de un partido o movimiento; o, dicho de otro modo, los priistas le llamamos institucionalidad. Por otro lado, puede dar lugar a la conformidad y a la falta de cuestionamiento crítico.
En el contexto actual de la política mexicana, las lealtades cambian rápidamente, como si se tomaran una aspirina para aliviar el malestar que les provoca estar en un partido que ya no les corresponde. Un ejemplo notable de este fenómeno es la reciente formación de la Alianza Progresista. Este grupo, compuesto principalmente por exmiembros del Partido Revolucionario Institucional (PRI), incluye a Jorge Carlos Ramírez, senador a quien no se le otorgó la candidatura a la gobernatura de Yucatán; Alejandro Murat, exgobernador de Oaxaca, quien no fue el elegido para encabezar la candidatura del Frente Amplio por México; Adrián Ruvalcaba, alcalde de Cuajimalpa, con aspiraciones para encabezar la candidatura a Jefe de Gobierno; y Nuvia Mayorga, senadora. ¿Qué tienen en común? Exactamente, no obtuvieron lo que querían, después de una amplia trayectoria en el PRI. Me recuerda a los berrinches que hacían mis hijos en su adolescencia: al recibir una negativa, aun con argumentos válidos de mi parte, se encerraban enojados en sus cuartos.
Ahora se suman a la campaña de Claudia Sheinbaum, conocida como “la señora corcholata”. El inquilino de palacio ha descrito la unión de los expriistas al proyecto de Sheinbaum como “propio de la temporada electoral”. Como siempre, ¡sí! eran malos estando allá, pero ahora que están acá, han corregido su camino. Pero basta con tomarse un poco de tiempo para buscar cómo se expresaban él y sus diputados y senadores sobre estos personajes recién “purificados”.
La lealtad en la política es, sin duda, un tema complejo y multifacético. Aunque puede ser una fuerza poderosa para el cambio y la unidad, también puede ser manipulada para fines políticos y ambiciones personales. Es cierto que la política puede ser un terreno volátil, donde las alianzas cambian y las percepciones de los individuos pueden transformarse rápidamente. Desde el año 2018, hemos visto cómo figuras que antes eran criticadas ahora son recibidas como héroes. ¿Cuántos héroes más surgirán próximamente?
Es un reflejo de la naturaleza pragmática de la política, donde a veces se priorizan las metas políticas sobre las lealtades personales. Sin embargo, esto conlleva falta de consistencia y volubilidad. O, dicho coloquialmente, buscan seguir beneficiándose del erario. “¡Gente hambreada!”, diría mi abuela.
Es importante recordar que la política es un espacio de debate y disensión, y es natural que las opiniones y alianzas cambien con el tiempo. De la misma manera, es respetable que aquellos a quienes no se les da la oportunidad busquen trascender, pero con ideologías afines. Estos cambios deben ser transparentes y estar en línea con los valores y principios declarados de los individuos y partidos involucrados.
Estos personajes, ex priistas y “aliancistas”, le llaman una evolución necesaria. Yo lo llamaría una mofa. Las lealtades son tan frágiles como una hoja de papel: hoy son amigos, mañana enemigos. La lealtad, sin duda, es un valor que en estos tiempos sobrevive con su último aliento. Por último, me gustaría agregar un mantra: “El que traiciona una vez, traiciona siempre”.
Aldonza González Amador
Criminóloga y Empresaria Juarense
Actualmente Presidenta del Organismo Nacional de Mujeres Priistas en el Estado de Chihuahua (ONMPRI) y Estudiante de Administración de Empresas en la Universidad de la Rioja España.
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