En el tejido de la sociedad contemporánea, el miedo y la ansiedad han alcanzado una prominencia inusual, convirtiéndose en protagonistas cotidianos de nuestras vidas. Desde las charlas informales hasta las plataformas digitales, estas emociones ocupan un espacio destacado en nuestra narrativa colectiva. Sin embargo, esta popularización de emociones tan complejas exige una pausa reflexiva para comprender su impacto en nuestra percepción y manejo de las mismas.
El miedo y la ansiedad, intrínsecos al repertorio emocional humano, son respuestas adaptativas ante situaciones percibidas como amenazantes o estresantes. Funcionan como mecanismos de supervivencia diseñados para alertarnos y protegernos ante posibles peligros. No obstante, en el contexto actual, estos mecanismos parecen activarse con mayor frecuencia y en escenarios menos amenazantes, lo que contribuye a su creciente presencia en nuestra vida diaria.
La constante exposición a noticias alarmantes a través de los medios de comunicación y las redes sociales puede exacerbar estas emociones. Las narrativas sobre crisis globales, conflictos políticos y problemas medioambientales pueden generar un estado de alerta constante en la población, alimentando así la ansiedad colectiva. Además, la comparación constante en entornos digitales puede generar inseguridad y miedo al no alcanzar ciertos estándares de éxito o felicidad.
La pandemia de COVID-19 ha intensificado esta dinámica. El miedo al contagio, la incertidumbre económica y la preocupación por la salud de seres queridos han contribuido a un aumento significativo en los niveles de ansiedad a nivel mundial. El distanciamiento social, aunque necesario para contener la propagación del virus, ha aislado a muchas personas, exacerbando sentimientos de soledad y desesperanza.
Es fundamental reconocer que el miedo y la ansiedad no deben ser trivializados ni banalizados como simples modas pasajeras. Para muchas personas, estas emociones son experiencias genuinas y debilitantes que requieren apoyo y atención profesional. Ignorar su impacto real puede llevar a minimizar los problemas de salud mental y dificultar el acceso a recursos y tratamientos adecuados.
Sin embargo, también es crucial no caer en el catastrofismo y aprender a gestionar estas emociones de manera saludable. La práctica de técnicas de mindfulness, la búsqueda de actividades que fomenten el bienestar emocional y el establecimiento de límites saludables en el consumo de información pueden ser estrategias efectivas para mitigar el impacto del miedo y la ansiedad en nuestras vidas.
La popularización del miedo y la ansiedad en la sociedad contemporánea nos desafía a cultivar una cultura de empatía y apoyo mutuo. En lugar de trivializar o glorificar estas emociones, debemos trabajar juntos para crear entornos que promuevan la salud mental y el bienestar emocional para todos. Solo así podremos construir una sociedad más resiliente y compasiva, donde el miedo y la ansiedad dejen de ser meras emociones de moda para convertirse en oportunidades de crecimiento y aprendizaje.
Verena González
Lic. en Ciencias de la Comunicación