El asalto a la embajada de México en Quito por parte de la fuerza pública ecuatoriana para luego privar de la libertad a un asilado político deja ver además de una increíble violación al Derecho Internacional y a la soberanía mexicana, la cuestionable conducción del gobierno de la República del Ecuador.
A finales del año 2006 Ecuador se disponía a celebrar elecciones presidenciales, este país como la mayoría de los Estados latinoamericanos se encontraba inmerso en un inamovible status quo donde las instituciones se encontraban fundamentalmente controladas por estrechos grupos de interés que dirigían dichas instituciones a partir de una visión excluyente de desarrollo.
Pero en esos años comenzó a tomar fuerza la ola izquierdista sudamericana que llevó al poder a Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Néstor Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile; por mencionar algunos de los líderes que cuestionaban el modelo económico recomendado por los Estados Unidos de América, el Fondo Monetario Internacional y naturalmente favorable para las élites nacionales.
Es así que en 2005 en Ecuador, un culto economista con posgrados en Europa y los Estados Unidos, Rafael Correa, renunciaba tras un fugaz paso al ministerio de economía y finanzas, creando controversia al manifestar su desacuerdo ante la negativa del entonces presidente por modificar la política económica.
Correa se sumó a otros liderazgos nacionales de base para articular una coalición política distinta a los partidos ecuatorianos tradicionales, Alianza PAIS, que terminó por postularle como candidato presidencial en las elecciones de 2006.
Las elecciones de ese año dieron el triunfo a Correa quien toma el poder en enero 2007 e inicia con lo que se conocería como la Revolución Ciudadana, un programa de gobierno que rompería con el esquema económico y político hasta entonces establecido.
La Revolución Ciudadana que coincide con las iniciales de su líder, es la bandera con la que Alianza PAIS logra mantenerse durante 10 años en el poder bajo la conducción de Correa. Tiempo que varios autores describen como la década ganada.
La década correista, con el beneficio de los altos precios del petróleo, muestra avances destacables en cuanto a crecimiento económico y la reducción de la pobreza, realiza importantes obras de infraestructura y modifica la estructura del Estado ecuatoriano.
La relación con los organismos internacionales sería también diferente, hace esfuerzos para que las finanzas de su país nutran el desarrollo económico y social de forma más igualitaria. Esta independencia y su personalidad frontal le harían una barrera con la oligarquía ecuatoriana y los medios de comunicación tradicionales.
Pudiendo nuevamente relegirse de habérselo propuesto, Correa deja la presidencia en el 2017 a su vicepresidente Lenin Moreno en unas cerradas elecciones. Para sorpresa del correismo, Moreno da un viraje al programa de Alianza PAIS y desarrolla un gobierno en la práctica opuesto a las políticas de la llamada Revolución Ciudadana.
El rompimiento entre Moreno y Correa desemboca en una persecución penal contra miembros del gobierno de Correa por presuntos hechos de corrupción y contra el mismo ex presidente quien se asila en Bélgica.
Sería encarcelado por cinco años el ex vicepresidente Jorge Glas, el mismo que el pasado 05 de abril fuese sustraído de manera ilegal de la embajada mexicana por policías ecuatorianos. Moreno se hizo del control de Alianza PAIS y las investigaciones penales bloquearían el regreso de Correa a la participación política en 2021.
El gobierno de Lenin Moreno ya sin los recursos derivados de los altos precios petróleo y ante el viraje experimentado en las políticas públicas, mostraría por decir lo menos, un marcado estancamiento en el desarrollo económico y social de la nación sudamericana.
Para finales de su gobierno, Moreno contaba con apenas el 10% de aprobación de la población y la violencia criminal campeaba en lo que hasta hace no mucho tiempo era considerado uno de los países más pacíficos del hemisferio.
Para 2021 resulta elegido presidente Guillermo Lasso, prominente banquero que sería defenestrado a inicios de 2023 tras un escándalo de presunta corrupción. Se agudizaría la violencia y se convocaría a elecciones anticipadas, donde sería asesinado uno de los candidatos presidenciales.
En este contexto de ingobernabilidad y de violencia, la figura de Daniel Noboa, nacido en los Estados Unidos y miembro de la oligarquía empresarial cobraría fuerza y se llevaría el triunfo en unas cerradas elecciones de manera un tanto sorpresiva.
La corta gestión de Noboa se ha caracterizado, según la información disponible, por la improvisación; por un alza en el IVA y en el precio de las gasolinas, por la declaración de un “conflicto armado interno” y de un estado de excepción para supuestamente combatir a las bandas criminales al estilo de Bukele en El Salvador.
Para variar, el gobierno de Noboa se ha ganado el repudio casi unánime de los países del continente ante los hechos sucedidos en la embajada de México y pasará a la Historia como un presidente que inscribió a su país en un antecedente vergonzoso en las relaciones diplomáticas.
El gobierno de Noboa, evidentemente supeditado a la oligarquía nacional y a los intereses estadounidenses, difícilmente podrá acelerar el crecimiento económico para generar bienestar en la mayoría de los ecuatorianos y su estrategia política versa en ganar popularidad a partir de un estilo de supuesta mano dura que trata de asemejarse al del salvadoreño Bukele.
El asunto es que los problemas sociales en Ecuador no parecen aminorarse y ante el respaldo de los militares y de las clases altas es posible que el gobierno ecuatoriano opte por mayores medidas autoritarias para conservar el poder.
La invasión a la representación diplomática de México, sin precedentes, en este caso habla de un gobierno capaz de actuar al margen de la legalidad sin reparar en las consecuencias de condena y aislamiento internacional. Corresponde a los ecuatorianos reflexionar y en su caso actuar para recuperar su pacífico país.
“Mejor es ser humilde con los pobres que participar en el botín con los soberbios.”
(Proverbios 16:19)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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