Amparados por la obscuridad, por las noches levantan a migrantes que acampan en el lugar para exigir a sus familiares el pago de hasta 10 mil dólares a cambio de su libertad.
Ciudad Juárez, Chih (ADN/Arturo Hernández) – Migrantes que se encuentran en el campamento ubicado frente a la puerta 36 del muro que divide a México con Estados Unidos, en la región de Ciudad Juárez y El Paso, Texas, denunciaron ser objeto de extorsión y secuestro de parte del crimen organizado.
Miembros de uno de los pocos grupos de apoyo que acuden al lugar a llevar comida y agua, mencionaron que estos hechos se presentan sobre todo por las noches, cuando amparados por la oscuridad, los delincuentes acuden a levantar a quienes pretenden cruzar hacia la Unión Americana.
Tal es el caso de Deodato, un joven no mayor de 30 años, de edad, y de origen guatemalteco, por quien sus familiares tuvieron que pagar 10 mil dólares para ser dejado en libertad la tarde de este domingo, luego de una semana de cautiverio en un lugar desconocido de esta frontera.
“Eran como las 10 de la noche del pasado lunes cuando me aleje del grupo para ir a hacer de mis necesidades, entonces tres hombres me abordaron y luego de golpearme me obligaron a regresar a territorio mexicano, en donde ya nos esperaban otros sujetos a bordo de una van blanca”, narró.
Explicó que luego de recibir varios golpes en el estómago y sus partes blandas, fue obligado a subir a la camioneta para cubrirlo de la cabeza y llevarlo a algún lugar de la ciudad en donde estuvo en cautiverio por varios días.
“En el trayecto me torturaron fisca y verbalmente, ya que mientras uno me golpeaba, otro me decía que me iba a cargar la chingada, y que más valía que mi familia tuviera dinero para pagar mi rescate, de lo contrario me iban a matar”, abundó.
Con el temor aún en el rostro por lo vivido, manifestó que al llegar al lugar, lo interrogaron y le esculcaron sus pertenencias, sore todo el celular, de donde sacaron los números telefónicos de algunos de sus familiares que se encuentran en la Unión Americana.
“Con la cabeza cubierta con una bolsa de plástico me sentaron en una silla y a gritos un hombre me amenazó con matarme si no lo obedecía”, indicó.
“Me dijeron que le marcara a uno de mis hermanos que está en Estados Unidos, a quien les explique la situación, para luego pasarle el celular a uno de los delincuentes, mientras otros me llevaban a una habitación en donde había tres personas más”, agregó.
“Ya no supe más de la negociación, lo que me llenaba de pavor al pensar que mi vida terminaría en cualquier momento”, abundó.
Dijo que lo recluyeron en una habitación obscura con las ventanas cubiertas con hojas de triplay, en donde se encontraban al menos cuatro migrantes más, todos hombres, de entre 25 a 30 años de edad.
“Ahí en el cuarto había al menos cuatro hombres más entre ellos tres venezolanos y un hondureño que días antes habían sido levantados”, manifestó.
Refirió que durante los seis días que estuvo en cautiverio, se les torturó psicológicamente, diciéndoles que, si sus familiares no pagaban el rescate, terminarían sepultados en la fosa clandestina del patio de la casa.
“Cuando me decían eso, en verdad me daban ganas de llorar porque ya me veía sin vida lejos de mi tierra y de mis padres”, indicó.
Mencionó que en alguna ocasión alcanzó a escuchar la conversación con quien cree era uno de sus familiares, a quien los delincuentes pedían 10 mil dólares por su libertad, o que, de lo contrario, lo matarían, como lo han hecho con muchos, y cuyos cadáveres se encuentran en los patios de las casas de seguridad en la ciudad.
“No sé si es cierto lo de los cadáveres, pero de que me dio mucho miedo al escucharlo, ¡sin duda!, porque el no saber que iba a suceder me llenaba de pavor”, añadió.
“En otra ocasión llegó quien me supongo era el jefe, y empezó a regañar a los guardias, y de pendejos no los bajaba, y les decía que no tuvieran consideración con nosotros porque éramos mercancía por la que se debía pagar, y que así era el negocio”, expuso.
Explicó que era angustiante ver pasar las horas y los días sin que nadie le comentara algo sobre su situación y/o de cómo iban las negociaciones con sus familiares, situación, que “era un verdadero calvario por no saber que sucedía, y por no saber como iba a terminar todo”.
Obvio, en estas circunstancias no había aseo personal, y cuando había la necesidad de ir al baño, los custodios los acompañaban encañonándolos con las armas de grueso calibre.
“De tanto convivir con ellos terminas por considérarlos tus amigos porque es lo único que tienes al exterior; los guardias representaban todo en ese momento; representaban la vida y la muerte al mismo tiempo”, menciona con tristeza y con la mirada en el vacío.
Dijo que cuando ya daba todo por perdido, y tras la liberación de dos de sus acompañantes en la reclusión ocurrida días antes, uno de los “polleros” le gritó “ese mi Guatemala, órale ya se va”, lo que no podía creer, y que pensó que se trataba de una broma.
“Fue hasta que me abrieron la puerta de la habitación y que con mentadas de madre me dijeron que me apurara porque ya me iba, que lo empecé a creer”, contó con el llanto a punto de traicionarlo.
Refirió que con las lágrimas reprimidas permitió dócilmente que de nueva cuenta le colocaran la bolsa en la cabeza y lo condujeran a la van rumbo a cualquier lugar de Ciudad Juárez, porque sabía que eso representaba su libertad.
Sobre el pago del rescate dice no saber nada, pero que cree que su libertad costó 10 mil dólares a sus familiares, y aclaró, que su desconocimiento es porque los delincuentes se quedaron con su celular y con sus datos personales, con la amenaza de “volver por él” en caso de denunciar los hechos a la autoridad.
“Con todo esto que me pasó no sé qué voy a hacer, pero por lo pronto me voy a ir al refugio para poner en orden mis ideas y bajar el miedo que aún siento por esta experiencia que no le deseo a nadie”, concluyó mientras daba un respiro profundo.
De acuerdo a las denuncias hechas por algunos grupos de la sociedad civil, el secuestro y extorsión de Kevin, no es el único de los casos que se registran en la llamada puerta 36 del muro entre Estados Unidos y México, en donde la violencia en contra de los migrantes es una constante de parte de los delincuentes, quienes se han infiltrado entre las personas en condición de movilidad para detectar posibles víctimas.
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