Anoche tuvimos la oportunidad de ver el segundo debate presidencial, esta ocasión los candidatos presentaron una gama de estilos y estrategias que merecen una reflexión cuidadosa y serena. En un evento que muchos espectadores podrían considerar monótono, porque de hecho lo fue, excepto para los consumidores de política; es importante destacar las tácticas individuales de cada participante y cómo estas podrían influir en el electorado.
Xóchitl Gálvez, ni como ayudarle, aquí si le queda decir: “PAN con lo mismo”. Mantuvo una postura decididamente combativa. La estrategia de “ataque, ataque, ataque” no es nueva en debates políticos, y aunque puede resonar con una base que busca firmeza y determinación, también corre el riesgo de percibirse como poco constructiva, como de hecho sucede con ella. Sin embargo, es digno de mención cómo intentó tejer su experiencia en el Senado entre su narrativa, proponiendo logros de su legislatura pasados como el Sistema Nacional de Cuidados como visión de futuro. Este enfoque puede ser interpretado tanto como una muestra de experiencia como una falta de nuevas propuestas.
Por otro lado, Jorge Álvarez Máynez mostró una mejora notable respecto al debate anterior. Su enfoque fue más directo y pragmático, intentando “bajar la bola y tirar a gol”. Aunque, en mi opinión, “no la metió”, es posible que su aproximación más medida y menos confrontativa le haya ganado la simpatía de aquellos votantes cansados del típico intercambio de acusaciones.
Claudia Sheinbaum conservó el papel estoico, un enfoque que le permitió mantenerse firme y constante en su mensaje a pesar de las provocaciones. Esta postura, en realidad, puede ser un arma de doble filo, pero la ha sabido equilibrar: por un lado, refuerza la imagen de estabilidad y resistencia frente a la adversidad; por otro, podría ser interpretada como falta de flexibilidad o de capacidad para adaptarse a nuevas ideas. Interesante fue ver cómo su serenidad contrastaba con las emociones más visibles de sus contrincantes, en particular con Xóchitl Gálvez, quien parecía perder la compostura en momentos claves, cuando sacaba carteles o hacia mímicas infantiles.
Finalmente, el segundo debate presidencial fue una vitrina de contrastes, no solo en términos de contenido, sino en el estilo y la ejecución de cada candidato. A medida que avanzamos hacia la elección, será fundamental observar cómo estos estilos resonarán con el electorado diverso de nuestra nación. Los debates son, después de todo, no solo pruebas de política, sino también de carácter y liderazgo.
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.
