Revisando algunos libros y apuntes de una y otra cosa, me encontré con una anécdota de Don Rómulo Escobar que me hizo recordar una vivencia que yo tuve hace varios años referente a la que él narra; lleva por título Dos pacas de algodón. En ella Rómulo Escobar describe como su padre, Jesús Escobar se embarcó en Matamoros rumbo a París por una comisión del gobierno de Benito Juárez para estar en contacto con los Diputados del Departamento del Sena, quienes se opusieron a la intervención francesa en México.
Antes de partir para Europa a Escobar padre le aconsejaron que el poco dinero que llevaba para desempeñar aquella comisión, lo invirtiera en algodón que iba en la misma embarcación que él. Pues el gobierno de Juárez no contaba con fondos y aquellos que desempeñaron tales comisiones tenían que financiárselas ellos mismos. Pues el algodón al llegar a Europa le retribuiría ganancias y antes de zarpar se encontró con un amigo suyo y padrino de su hijo Rómulo, Matías Romero quien iba por otra comisión, pero en peores condiciones que las de Escobar. Apenas y pudo pagarse su viaje, según la memoria de Don Rómulo.
Fue así que Jesús Escobar le entregó una paca de algodón a Matías Romero y pudieron llevar a cabo su comisión diplomática de manera muy modesta, pero hacerla al fin de cuentas. En cuanto a la vivencia que yo tuve, resulta que allá por el 2014 yo también me embarqué en una misión, no diplomática, pero si académica y fue ir a estudiar a la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Sevilla en Andalucía, España.
Recuerdo que una noche antes de ir al aeropuerto mis amigos me llevaron a tomar unas cervezas, fuimos al bar Histeria y Centenario a escuchar rock de bandas locales, al Freds que estaba en el PRONAF y luego a las 2:30 am me regresaron a mi casa, pues no había hecho mi maleta y mi vuelo salía a las 6:00 am. Afortunadamente cuando llegue mi abuela ya me había preparado todo, camisas y pantalones de vestir, una plancha, utensilios para peinarme y bolear mis zapatos. Sin duda mi abuela tenía una idea muy clara de adonde iba yo a ir.
Me dejaron en el aeropuerto, me despedí de mis abuelos y luego llegué al Aeropuerto de la Ciudad de México. Me la pasé todo el día allí puesto que el vuelo trasatlántico salía hasta las 5:00 pm. Comí algo sencillo y estuve esperando, en ese transcurso, como una hora antes de embarcar, me encontré con otros dos muchachos de Aguascalientes que tenían el mismo destino que yo, llegar a Madrid e íbamos en el mismo vuelo. Estuvimos platicando y nos hicimos amigos, pero noté que ellos llevaban dos paquetes de cigarrillos cada uno. Les pregunté el por qué y me dijeron que porque un amigo les recomendó que se llevaran todos los cigarrillos que pudieran puesto que en Europa adquieren otro valor.
Como yo llevaba mis cuentas algo cerradas decidí no comprar ni un paquete, pues embarcamos de Ciudad de México rumbo a París. Cenamos y conversamos con unas cervezas y vino. Al llegar al Aeropuerto Charles de Gaulle nos dimos cuenta que efectivamente los cigarrillos tienen más valor que en México. El olor del aeropuerto francés fue algo raro entre estereotipo y no estereotipo, me refiero a que fue como entrar a una tienda de perfumes muy fuerte combinada con cierta pestilencia como a ropa sucia, es decir, los aromas dulces eran mínimos en comparación con los fuertes.
Luego de ese golpe nasal llegaba otro que era como de ropa vieja con cigarrillo y entendí por qué, al parecer los parisinos tienen cierta adicción por el tabaco y por eso hay cabinas para fumadores. Pues quise experimentar eso metiéndome a una de ellas, era una caja de cristal como de 3 m x 3m con un cenicero gigante y un sistema de absorción de humo. Al salir de ahí ahora yo olía como un parisino más, recuerdo que mis amigos y yo fuimos interceptados por un turco que trabajaba en una de esas perfumerías para querer comprarnos un paquete de cigarrillos en 50 euros, al final quería pagar hasta 75 euros. El sujeto además de su lengua también hablaba francés, ingles y español, nos trató muy bien, pero al final no quiso comprar los cigarrillos y nos aconsejo que los cuidáramos bien porque eran muy caros.
Luego de estar un rato en la sala de espera para abordar rumbo a Madrid, estuvimos platicando con unas muchachas francesas, no sabíamos mucho inglés menos francés, pero ahí estuvimos como más de una hora. Luego de tomar camino a España, llegamos al Aeropuerto Barajas y antes de despedirme de mis amigos hidrocálidos, me regalaron unas cajetillas de cigarrillos nos deseamos buena suerte y cada quien tomó su rumbo. Ellos hacia la central de autobuses para ir a Almería y yo a la estación de trenes para llegar a Sevilla. Meses después uno de ellos me fue a visitar a Sevilla en compañía de dos muchachas polacas, sin duda fueron días muy buenos y todo por unos paquetes de cigarrillos.
Marduk Silva
Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Profesor en Preparatoria Lobos de la Universidad de Durango Campus Juárez y en la Escuela Preparatoria Luis Urias.
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