Pareciera que el día pierde sus colores, el mundo se torna gris, agotando las energías y llevando el andar lento y desmotivado, como si la vida no tuviera sentido. Alguien te hace señas frente a tus ojos para traerte de vuelta al presente, pero tu mente parece incapaz de ver la realidad. Afuera, solo existe el caos, y adentro, en tus pensamientos, ya no quieres seguir.
Este estado describe a la perfección lo que muchos experimentan cuando caen en el síndrome de burnout. Se caracteriza por una desmotivación profunda, una fatiga abrumadora y una sensación de ineficacia, a menudo acompañada por una actitud cínica que solo refuerza el aislamiento.
Pero, ¿cómo y por qué llegamos a esta situación? Desde hace algunas décadas, estudios como los realizados por Marshal y otros teóricos han explorado el fenómeno del burnout, inicialmente observando a los competidores olímpicos que no alcanzaban la victoria.
Estos atletas, después de inmensos esfuerzos, largas horas de entrenamiento y concentración total, al no lograr sus objetivos, se sumergían en una profunda decepción y un desgaste emocional alarmante.
Esta misma dinámica se refleja en muchos de nosotros en el ámbito laboral. Nos esforzamos excesivamente sin alcanzar los objetivos, que a menudo están más alineados con la satisfacción de nuestros superiores que con nuestro verdadero crecimiento profesional.
El cinismo resultante complica la convivencia, volviéndola incluso violenta, y agrava los pensamientos y actitudes negativas hacia los demás y hacia uno mismo. Es enfrentar batallas tanto reales como imaginarias con una sensación de agotamiento extremo.
En mi ejercicio profesional, me encuentro con empresas cuyos empleados están atrapados en este síndrome sin saber cómo liberarse e incluso sin entender cómo alguien con tantas aspiraciones puede sentirse atrapado en este laberinto emocional.
Esto no solo impide resolver problemas como se haría normalmente, sino que también puede desatar crisis personales. Muchos intentan resolverlo renunciando o buscando nuevas actividades, pero el agotamiento va más allá de la mera voluntad. El estrés crónico puede llevar incluso a ideas suicidas.
Es imperativo reconocer y atender este síndrome no solo en los espacios laborales, sino también en el hogar y en las escuelas. Asimilar las derrotas no es solo una tarea extenuante, sino transformadora, si lo que buscamos es aumentar la resiliencia para levantarse y continuar.
Para abordar el burnout, es esencial implementar estrategias que promuevan el bienestar emocional y la satisfacción laboral. Estas pueden incluir la adopción de una cultura laboral más equilibrada, el establecimiento de objetivos realistas y alcanzables, y el fomento de un ambiente de apoyo y reconocimiento.
Además, es crucial que tanto empleadores como empleados trabajen juntos para identificar y mitigar los factores de estrés, promoviendo una comunicación abierta y efectiva que permita a los individuos expresar sus preocupaciones y necesidades.
Solo así podremos recuperar los colores del día y restaurar un sentido de propósito y vitalidad en nuestras vidas.
Y claro, ¡Nos vemos en la terapia!
Lucía Barrios
Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.