A lo largo de mi carrera como terapeuta, he encontrado una y otra vez la misma pregunta: ¿cuál es el propósito de mi vida? Aunque no hay una única respuesta a esta profunda interrogante, he indagado en los escritos de diversos autores en busca de posibles respuestas.
Algunos sugieren que el propósito de la vida es servir a Dios. Pero, ¿qué implica realmente este servicio? ¿Cumplir la voluntad divina, la de la iglesia o la del pastor o sacerdote?
Otros afirman que se trata de amar y proteger a la familia, desarrollar una carrera profesional, o incluso perseguir grandes metas como gobernar un país o viajar por el mundo para descubrir su belleza.
Sin embargo, la historia nos muestra que, aunque muchas personas alcanzan estos objetivos, no siempre encuentran en ellos el verdadero propósito de su vida.
Una antigua historia ilustra esta noción con gran claridad. Se cuenta que, en una ocasión, se encargó a un renombrado artesano la tarea de esculpir un caballo a partir de una enorme roca. El pueblo entero se reunió para presenciar cómo este hombre convertiría la piedra en la forma de un majestuoso caballo. Con el paso de las horas, un niño, curioso, se alejó para dar una vuelta. Cuando regresó, la piedra se había transformado en una magnífica escultura de un caballo. Asombrado, el niño se acercó al escultor y le preguntó: “¿Cómo sabías que dentro de esa roca había un caballo?”. El hombre lo miró a los ojos y respondió: “El caballo siempre estuvo en mi mente”.
Esta historia refleja que el propósito de la vida no se encuentra en logros externos o en la realización de expectativas ajenas, aunque esas expectativas incluyan a nuestros seres queridos, por quienes estaríamos dispuestos a hacer grandes sacrificios.
Una de las realidades más difíciles de confrontar en terapia es la necesidad de reconocer que el cambio profundo debe originarse desde nuestro interior. Es un viaje hacia la oscuridad más profunda de nuestra psique, iluminada apenas por una chispa de esperanza, y desde allí, encontrar y dirigir el verdadero sentido de la vida.
El rey David, en el libro de los Salmos, nos brinda una visión del propósito fundamental de nuestras vidas: “Gozar, disfrutar y gobernar la tierra que Dios nos da”. Esto sugiere que el propósito verdadero radica en buscar la felicidad que brota desde dentro de nosotros mismos, en la ausencia de conflictos internos que nos conduce a la paz y la tranquilidad mental.
Sin embargo, reconocer que el lugar donde estamos en este momento es perfecto, simplemente porque podemos respirar, es un ejercicio de profunda introspección. Disfrutar de estas pequeñas cosas no es una tarea sencilla.
A menudo requiere un trabajo profundo de introspección que nos permita apreciar las verdaderas grandezas de la vida. Por ello, uno de los principales propósitos de la vida es disfrutar y ser felices.
Y para lograrlo, claro, ¡nos vemos en la terapia!
Lucía Barrios
Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.