El desafío de México es incrementar su productividad para generar riqueza, en esto se basa sustancialmente el crecimiento económico que con políticas distributivas adecuadas y en un entorno de gobernabilidad permite el desarrollo económico favorable a la equidad y al logro de una mayor igualdad social.
El debilitamiento, cuando no desmantelamiento del Estado de Bienestar que trajo la implantación del neoliberalismo económico en el mundo durante las últimas décadas del siglo XX, favoreció además de la concentración de riqueza, una cada vez mayor desigualdad en los países de América Latina.
Dicha desigualdad derivó fundamentalmente del incremento en el costo de la vida para el habitante promedio que sin el incipiente paraguas del Estado Benefactor hacía caer en la desesperanza a millones de personas.
Convenientemente se pensaba que evitando la intervención económica del Estado ineficiente e improductivo se crearía una mayor riqueza que eventualmente el mercado se encargaría de distribuir mágicamente al grueso de la población.
Es así que los Estados latinoamericanos aceptaron en la práctica hacer el papel de Estados gerentes, bajo la consigna de desconocer gradualmente los derechos colectivos y de privilegiar a conglomerados oligopólicos nacionales y extranjeros en aras del crecimiento económico.
La inconformidad popular ante el fracaso de los Estados latinoamericanos por limitar la concentración de la riqueza y reducir la pobreza de forma suficiente dieron origen a la llegada de gobiernos izquierdistas o populistas.
El cambio pendular de gobiernos neoliberales a populistas ha tenido resultados variados, en general los altos precios de las materias primas pudieron en su momento financiar una incipiente vuelta al Estado Benefactor, gobiernos que gradualmente fueron quedándose sin dinero.
La sustentabilidad financiera de los programas sociales del Estado Benefactor muchas veces ha obligado a recortar inversiones productivas que estancan el sano desarrollo económico.
Si bien los programas de protección social, específicamente de transferencias directas son necesarios para mantener un techo de bienestar y de activación económica, es también necesario promover las inversiones y sobre todo la productividad en los sectores económicos.
Se sabe que el gasto social sin inversión productiva lleva a la erosión económica y a la insana dependencia del Estado asistencialista, problema que invariablemente se asocia a la inestabilidad política, la deuda y a la probable quiebra en las finanzas.
El sentido electoral de los programas sociales directos no es en sí tan reprobable, el problema viene cuando el dinero público no alcanza para sustentar la atención de rubros estratégicos que de igual manera afectaran directamente la calidad de vida de los gobernados.
La evidencia indica que los países que han logrado avances sustanciales en reducir la pobreza y la brecha de desigualdad son los que han implementado políticas enfocadas a incrementar la productividad, podemos mencionar a Japón, Corea del Sur, Singapur, Vietnam, por supuesto a China.
La misma China aplica políticas neoliberales, la diferencia es que lo ha hecho en función del fortalecimiento nacional. El mismo Barack Obama mencionaba en alguna ocasión que si implementar programas de asistencia social era populismo, él sería el primer populista.
Alemania y otros países europeos mantienen robustos programas de asistencia social, que se sustentan en una carga impositiva progresiva y en una planta productiva que da para eso y para estar en constante innovación.
Claro está que experimentar avances en el tema de desigualdad pasa por variables como la política industrial y educativa. Solo la industrialización ha demostrado ser la opción determinante para generar riqueza suficiente para elevar el nivel de vida de un país.
Industrialización que debe ir acompañada de transferencia e innovación tecnológica, muy distante al simple modelo maquilador. Esto está íntimamente ligado al sistema educativo que en México adolece, entre otras cosas, de una política clara ante oportunidades como la relocalización de empresas en Asia.
La virtual presidenta electa de México ha anunciado la ampliación de programas de transferencias monetarias directas para estudiantes de nivel básico y mujeres de 60 años, algo loable pero que deja serias dudas ante las evidentes y urgentes necesidades de inversión pública en infraestructura, salud o seguridad por mencionar algunos rubros.
El exceso de gasto público de los años setenta llevó a México a serias crisis económicas, de igual forma la concentración de la riqueza sin regulación y las políticas de debilitamiento del Estado de Bienestar no lograron abatir la pobreza.
Los programas sociales universales deben continuar y ampliarse, pero deben ir acompañados de razonable inversión, políticas y actividad productiva además de la referente al petróleo. Es tiempo de ampliar la visión ciudadana.
“Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas.”
(Eclesiastés 9:10)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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