Algo pasó con el salto al milenio que nos despojó de todo pudor.
Enantes, nos guardábamos de expresar intimidades, confesar preferencias, desviaciones, prácticas recónditas, oscuros pensamientos.
Nuestros jóvenes, descubrieron un licencioso momento en el que, con la enorme apertura de liberación sexual, se han despojado de cualquier recato.
Antes se guardaban los valores sexuales en la medida en que serían capaces de encubrir el valor de la persona.
Hoy los tildaríamos de hipócritas.
Sin embargo, con la apertura mental que nos envuelve, el desenfreno se activa y produce estropicios difíciles de contener.
¿Cómo cuáles?
El aumento de los delitos sexuales.
Antes se registraba una violación allá de vez en cuando.
Hoy, no sólo ha aumentado el índice de violaciones, sino que se producen contra niños y niñas.
Entre la clasificación de los delitos sexuales, están:
* Relaciones sexuales forzadas,
* Actos sexuales anales u orales forzados.
* Acoso a menores.
* Incesto,
* Caricias e intento de violación.
Entre otros.
Es escándaloso el altísimo índice de acosos y violaciones que hay entre jovencitos de la secundaria y preparatoria.
Y qué decir del impúdico trato carnal entre compañeros y compañeras de trabajo.
Que desembocan en muchas ocasiones en violaciones y hasta en homicidios.
Para evitar una desproporción todavía mayor en estos excesos, los legisladores han impulsado iniciativas que protegen a las víctimas de la lujuria.
Incluso se ha legislado ya sobre el tema del sexting, o sea el uso, manipulación y distribución de material pornográfico de menores de edad.
Sin embargo aún no es suficiente.
Quizás no sea yo el sujeto adecuado para señalar tales desperfectos sociales, pues acuso libidinosas tendencias en algunos de mis textos.
Pero no es lo mismo echar a volar la pasión, que desatar los demonios de la concupiscencia que todos llevamos dentro.
Insto a los legisladores para que se esfuercen por escalar en estos temas y con su trabajo, logren moderar la naturaleza humana que parece desbocarse.
Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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