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    octubre 30, 2024 | 2:23

    La Renuncia

    Publicado el

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    “…I shall not seek, and I will not accept, the nomination
    of my party for another term as your President.”

    – Fragmento del discurso de renuncia a la
    candidatura de Lyndon B. Johnson en 1968

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    Durante toda la semana pasada, se escuchó fuerte el rumor de que el presidente Biden habría de presentar su renuncia a la candidatura por la relección para la presidencia de los Estados Unidos. Ese sería el principal tema de conversación y debate en los medios de comunicación más importantes en el vecino país del norte.

    Tanto la casa blanca, como políticos cercanos al propio Biden estuvieron tratando de desmentir el rumor, mientras que cada vez eran más y más las personalidades y los liderazgos demócratas que abogaban por la renuncia a la candidatura del presidente.

    Aquí es importante aclarar que no se trató de lo que en México conocemos como grilla; ese ataque político a veces soterrado, a veces abierto para buscar algún beneficio político a costa de denostar a quien detenta algún poder o posición importante. No, no fue así.

    En esta ocasión, los actores políticos integrantes o afines al partido demócrata tenían una razón valida para “grillar” al presidente, su decrepitud. Y aunque el presidente se resistió, finalmente, el pasado domingo anunció que no se postularía a la candidatura, dejando abierta la posición.

    Han pasado 56 años desde la ultima vez que un presidente norteamericano en funciones decidiera no presentar su candidatura a la relección. En 1968, un ya muy antipopular Lyndon Baines Johnson (también conocido como LBJ) anunciaba al pueblo norteamericano que no buscaría ni aceptaría la nominación de su partido, coincidentemente también el demócrata, a la candidatura para buscar la reelección en las elecciones presidenciales de ese año.

    A diferencia de hoy, aquella renuncia se dio en un contexto por demás tumultuoso; 1968 resultó ser un año especial, dentro de una década excepcional, los sesentas.

    El inicio de aquel 1968, parecía normal para LBJ, …hasta el 31 de enero en que el Vietcong, el ejercito guerrillero vietnamita que peleaba contra la intervención norteamericana en Vietnam, lanzó lo que se denominó la ofensiva del Tet, que puso en evidencia las falsedades que el gobierno de LBJ le decía a su pueblo: básicamente que el fin de la guerra de Vietnam estaba cerca.

    La verdad es que la guerra de Vietnam hundió las aspiraciones de LBJ al mostrarlo como un presidente que miente de manera descarada, borrando de golpe, todo su legado en materia de derechos civiles.

    Paradójicamente, el día de hoy, Biden tiene frente a si, a un mentiroso patológico, a quien es muy fácil demostrar sus mentiras, pero el presidente no lo puede hacer porque combate una guerra que no se puede ganar, la guerra contra el general cronos, que es implacable.

    La senectud de Biden no es un tema que cause sorpresa, ya era un anciano en el 2020 cuando derrotó a Trump, lo que llama la atención, es la indolencia del liderazgo demócrata, y del propio equipo de Biden, para ir preparando a un candidat@ sustitut@, no hoy, al cuarto para las doce, sino desde tiempo atrás.

    Al momento de escribir estas líneas, parece que será la vicepresidenta Kamala Harris quien entre al quite, apoyada por el propio Biden, y una buena parte de la nomenclatura del partido demócrata, y parece ser la sustitución lógica, pero, ¿porque no le dieron la exposición mediática desde tiempo atrás?

    Durante la presidencia de Biden, la señora Harris ha permanecido en bajo perfil, al grado de que los programas de comedia gringos hacían mofa de ella por su aparente falta de protagonismo. ¿Por qué no le dieron tareas de alto perfil? Ya es tarde para lamentarse.

    En lo personal me parece que puede ser una buena candidata, ciertamente que las limitaciones de Biden hacen que cualquier otro candidato sea mejor, pero ella es una mujer inteligente que se abrió camino en la política a base de su propio esfuerzo.

    Por si no fuera suficiente, representa minorías étnicas de manera similar como lo hizo el presidente Obama y que bien trabajado, como lo hiciera propio Obama, pueden resultar de mucho valor para lograr el verdadero tema y objetivo de esta campaña: la movilización de los afiliados y simpatizantes demócratas.

    Así es, en esta elección, los únicos electores que necesitan ser convencidos son los que votarían por el o la candidata demócrata, porque los votantes de Trump ya están definidos, sin importar lo que el criminal convicto haga.

    En su primera campaña, el entonces candidato Trump dijo algo que, palabras más, palabras menos resumen el credo del trumpismo: “Yo puedo matar a alguien en la quinta avenida, delante de todo el mundo, y no perdería un solo voto”. Es absolutamente cierto.

    Hay que entender que el trumpismo, más que una ideología, es un culto. Si bien es cierto que se ubica a la extrema derecha del espectro político, también es verdad que Trump puede decretar la nacionalización de una industria, la que sea, y sus acólitos van a aplaudir rabiosamente esa decisión, porque están más allá del raciocinio.

    El problema de los demócratas, que tampoco están muy a la izquierda que digamos, por mas que haya en su interior algunos pequeños grupos progresistas, es precisamente ese, que dan trato al trumpismo como ideología cuando no lo es.

    La campaña de Kamala, o de quien resulte, (y que ya va tarde), debe estar dirigida a exhibir las mentiras y falsedad de Trump pero no de cara a los votantes Republicanos, esos ya están perdidos, sino a los independientes y a los demócratas con la única finalidad de que salgan a votar en masa, para poder neutralizar a los votantes proTrump.

    La elección del 2016 no la ganó Trump, la perdieron los demócratas en su autocomplacencia. En aquella elección, con tal de imponer la candidatura de Hilary Clinton, la dirección del partido fue capaz de hacerle fraude a Bernie Sanders, candidato progresista que le estaba peleando de tú a tú la postulación.

    Ese fraude interno enfrió el entusiasmo de los votantes demócratas inhibiendo su voto, principalmente en esos estados denominados “bisagras” que, bajo el sistema de elecciones norteamericano, son los que a final de cuentas deciden la elección.

    Difícil la tiene la señora Harris, pero no imposible, aun tiene tiempo para hacer una buena campaña que saque a votar a los votantes que no estén seducidos por el show del criminal convicto. ¿Lo logrará?

    Es cuánto.

    Jose Antonio Blanco SQR
    José Antonio Blanco

    Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.

    En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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