En los últimos días, las redes sociales han sido invadidas por la “revolución” que ha desatado la viralización del concepto de “tradwife” o “esposa tradicional”. Es interesante encontrar diversas opiniones sobre el tema, algunas más controversiales que otras. Sin embargo, no dejo de pensar en la historia de mi abuela, una mujer que dedicó su vida al cuidado de su hogar, sus 13 hijos y su esposo. En sus recuerdos, nos explicaba cómo pasaba sus días entre lavar en el río, cuidar a los hijos y realizar las múltiples tareas domésticas. Se levantaba antes de que saliera el sol y no dejaba de trabajar hasta altas horas de la noche. Además, preparaba dulces, pan y tamales para vender y así solventar las largas ausencias de mi abuelo debido a su profesión de músico y cantante. A medida que los hijos crecían y la tecnología avanzaba, las labores del hogar se volvieron más llevaderas para mi abuela, quien recordaba con júbilo la llegada de la primera lavadora de ropa al hogar. Sin duda, mi abuela es la mujer virtuosa que cita Salomón en su libro de los Proverbios.
La teoría feminista contemporánea, representada por autoras como Simone de Beauvoir, argumenta que el rol tradicional de la mujer en el hogar ha sido una construcción social que limita su desarrollo personal y profesional. Beauvoir, en su obra “El segundo sexo”, menciona que “no se nace mujer, se llega a serlo”, destacando que la identidad femenina se ha forjado bajo la opresión y las expectativas de la sociedad patriarcal.
En la era digital, muchas mujeres encuentran un equilibrio entre el trabajo y el hogar gracias a la tecnología. Aplicaciones de organización doméstica, servicios de limpieza a domicilio y electrodomésticos inteligentes pueden aliviar la carga de las tareas del hogar. Además, el fomento de la equidad de género y la corresponsabilidad en el hogar permite que tanto hombres como mujeres participen equitativamente en las labores domésticas y en el cuidado de los hijos, promoviendo relaciones más justas y equilibradas.
Este enfoque no solo reconoce y honra el sacrificio y la dedicación de mujeres como mi abuela, sino que también adapta estos valores a un contexto moderno en el que tanto hombres como mujeres pueden prosperar en múltiples ámbitos de sus vidas.
Sin embargo, poco se habla de la responsabilidad y participación del hombre en las tareas del hogar y el trato hacia su pareja. Se proclama como heroínas a aquellas mujeres que se despojan de sí mismas para servir y ser serviles con su pareja, esperando recibir a cambio amor, devoción y cuidado incondicional. Pero la realidad dista mucho de esta transacción. He escuchado en terapia numerosas veces cómo los hombres menosprecian los años de servicio de sus compañeras, diciendo que no han hecho nada, que la casa, el carro y cualquier bien económico adquirido son suyos porque ellos los pagaron, sin considerar el costo no solo económico sino emocional de dedicarse a la tarea sin fin que significa el cuidado del hogar.
En la mayoría de las historias de mujeres que han seguido el ejemplo de mi abuela, han terminado en infidelidades, maltratos e injusticias debido a las dinámicas de poder en las circunstancias. Es una falacia promover que el modelo de esposa tradicional es lo que una mujer necesita para tener un compañero de vida. Es necesario destruir estos espejismos y reflexionar sobre la memoria para aprender sin cometer los mismos errores.
Recordemos que la verdadera revolución no está en volver al pasado, sino en avanzar hacia una sociedad en la que hombres y mujeres compartan responsabilidades y construyan juntos un hogar basado en el respeto mutuo, la equidad y el amor auténtico. Solo así podremos honrar verdaderamente el legado de nuestras abuelas y crear un futuro más justo y equilibrado para todos.
Lucía Barrios
Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.