La normalización de lo ilícito se manifiesta también a través de producciones musicales. “Narcocorridos”, “corridos tumbados”, “movimiento alterado o corridos progresivos”; son solo algunos ejemplos de expresiones culturales que reflejan el contexto y vida diaria de jóvenes y no tan jóvenes de la sociedad mexicana.
“Pablo” es un niño de 9 años, tiene amigos que al igual que él cantan en voz alta “corridos tumbados”, comprende la lírica de las canciones, algunas de ellas hablan explícitamente de sexo, consumo de alcohol y drogas, autos, mujeres, armas, violencia. No todas las letras tratan de lo anterior, pero a su corta edad ya memoriza contenido no apto para su edad.
Como Pablo, muchos adolescentes y jóvenes consumen este tipo de música, es común ver a chicos de entre 13 y 25 años pasar en carros a todo volumen con estas canciones y se ha popularizado este y otros subgéneros del regional mexicano en centros nocturnos y fiestas.
Millones y millones de vistas en plataformas digitales como YouTube tienen videos de canciones que utilizan un estilo norteño o campirano, con acordeones y guitarras, algunos mezclados con rap y otros con banda, cuando no solo banda tradicional; pero que manejan contenido relacionado a la denominada “narco cultura”.
Las melodías y ritmos en su mayoría son originales y creativos, aunque tal parece que a la industria de la música poco le interesan las cuestionadas letras si es lo de moda y por lo tanto genera dividendos. Al fin y al cabo, esto es un negocio y regular los contenidos implicaría pérdidas, alguien más lo producirá ya que es lo que demanda el mercado.
“Ana” debería tener veintitantos años, creció en una colonia de clase económica media baja de uno de los estados mexicanos marcados por la violencia, su familia como muchas de ese lugar tenía problemas de desintegración, al llegar a la adolescencia era conocida por su creatividad en el rapeo, también era fan de los entonces novedosos “corridos alterados”. Poco a poco las malas compañías y malas decisiones la fueron adentrando al mundo de la ilegalidad y de las adicciones, un día desapareció y a la fecha sus padres siguen buscándola.
La mirada de los padres de Ana refleja desesperanza, a nadie se le desea perder un hijo, el dolor es permanente. Saben que su ausencia tendría que ver con actividades criminales, recuerdan que a Ana le encantaba esa música, pero no por eso se involucró en cosas raras.
Tal vez era un síntoma de que algo andaba mal, sin embargo, sería ridículo culpar a un tipo de música de lo sucedido y de lo que lamentablemente sigue sucediendo en el país, no obstante, dicen que ayudaría que el gobierno prohibiera las letras que glorifican a quienes se dedican a lo ilícito, al menos por respeto a las miles y miles de víctimas de la delincuencia.
“Eusebio” es un señor de 63 años, vive en una ciudad de la frontera norte de México, aunque proviene de otro estado norteño, en las carnes asadas familiares que acostumbra organizar nunca falta música de Los Tigres del Norte, Ramón Ayala o Los Cadetes de Linares, entre otros.
Eusebio recuerda nostálgico cuando según él en la ciudad se vivían tiempos prósperos y pacíficos, sí había delincuencia dice, pero no en comparación a la violencia desmedida de ahora. “Antes había más respeto” dice, “ahora les vale…”, también dice que era raro que la violencia tocara directamente a población que nada tenía que ver con actividades ilícitas, “no digo que no pasaran fregaderas, pero existían códigos”.
Para Eusebio no son lo mismo los corridos de antes que los de ahora, “cómo vas a comparar a Los Tigres con ese chavalo que canta puras tarugadas”. Sin duda, el contenido de estos corridos actualmente es explícito y sin reservas, con mayor apología al exceso y al placer inmediato.
Existen registros de corridos desde la época revolucionaria, sobre batallas, caballos, caudillos y generales; hacían apología al valor, a la audacia y a los ideales de la Revolución mexicana, algunos fueron popularizados por Antonio Aguilar. Más tarde surgieron en el norte del país intérpretes que expresaban el fenómeno del narcotráfico a través de la música también, hasta llegar a los tiempos actuales…
La idea de trascender social y económicamente en un contexto donde la movilidad social es cerrada hace que surjan expresiones contra culturales, pero vemos que últimamente existe una idea donde trascender de la forma más rápida y con el menor esfuerzo posible sin tener en cuenta la legalidad de los actos es lo que constantemente bombardea a nuestros jóvenes en parte a través de la música.
La cultura es algo que también puede promoverse y protegerse, debemos dar el mensaje correcto: Lujos, placeres, adicciones y riqueza sin esfuerzo y fuera de lo lícito solo conlleva sufrimiento, intranquilidad y muerte.
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
(Mateo 16:26)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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