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    noviembre 1, 2024 | 23:18

    La fuerza creadora de las palabras

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    El poder de la vida y la muerte está en la lengua, cita el sabio Salomón. Lo complejo de estas palabras reside precisamente en su simplicidad. Freud afirmaba que el ser humano desarrolla una pulsión de vida (EROS) o una pulsión de muerte (TÁNATOS), llamando pulsión a la fuerza motivadora que nos impulsa a pensar, decir y actuar. Aunque la pulsión sea intrínseca, según complementa Maslow en su pirámide, esta motivación se moldea según la satisfacción de las necesidades extrínsecas del individuo.

    Desde el principio de los tiempos, la creación de la humanidad ha estado regida por las palabras. En el Génesis, Dios forma el mundo conforme a sus palabras. Así también nosotros, a través de las palabras, formamos nuestro mundo, seamos conscientes de ello o no.

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    En el proceso psicoterapéutico, la principal herramienta es la palabra. Cuando el paciente puede poner el sufrimiento en palabras, es el inicio de la Elaboración. Es decir, a través de las palabras podemos reconocer esos pequeños grandes detalles que influyen en nuestras emociones y en las acciones que repetimos, y repetimos, y repetimos. Una vez que somos conscientes de esta repetición, entonces podemos hacer algo diferente; es el bello proceso de darse cuenta.

    En cierta ocasión, una paciente, con una voz dulce y tranquila, me contaba cómo en su casa, al dirigirse a sus hijos y a su pareja, solo les hablaba con malas palabras, de esas fuertes, que no solo destruyen, sino que ensucian todo a su paso. Dadas las atenciones y formas de la paciente, no me sorprendió que me confirmara que solo lo hacía con sus hijos, dentro de casa. Yo le expliqué que el uso de ese lenguaje se llama coprolalia (copro – popó, lalia – hablar) y pensé en voz alta: “Lo interesante está en por qué solo el interior de tu casa lo manchas de popó”.

    Al comprender que el lenguaje tiene la capacidad de moldear la experiencia humana, podemos entonces transformar nuestra realidad de manera positiva si aprendemos a cuidar las palabras que usamos. Cada uno de nosotros vive la realidad que se cuenta a sí mismo, así que empecemos por analizar: ¿Cuál es la historia que te cuentas? Una vez, una chica de poco más de 40 años me relataba su trágica historia: decía que era una solterona, que no podía ser independiente, que vivía a expensas del negocio familiar, que no tenía aspiraciones y que sentía que su vida era inútil y sin beneficio para nadie. Al terminar, en el encuadre de la sesión, le devolví su discurso y le dije: “Yo veo una historia diferente: Una chica profesionista, que lleva adelante el negocio familiar, permitiendo que sus padres, de avanzada edad, puedan vivir tranquilos, atendiendo los gastos médicos y de la vejez. Y además, te has quedado a vivir con ellos, lo que te ha permitido atender varias emergencias”. Cuando terminé mi discurso, sus ojos brillaban sorprendidos, empezó a llorar y dijo la famosa frase: “Nunca lo hubiera visto así”. Entonces, ¿Cuál es la historia que te cuentas?

    Si la lengua tiene el poder de dar vida y dar muerte, debemos decidir cuál camino queremos seguir. Yo te alentaría a escoger la vida, las palabras que construyen, que forman, que alientan; pero, ¿cómo lograr cambiar el discurso?

    Es importante tomar consciencia de que nuestras palabras pueden inspirar esperanza o incitar al odio; pueden ayudarnos a establecer vínculos y buenas relaciones interpersonales, o destruir y causar, a veces, daños irreparables. Decide cambiar las palabras que hieren por aquellas que sanan. Por ejemplo, cuando te golpeas el dedo pequeño del pie, generalmente sale la frase, ¡ay! Mensa. Cuando lo que podríamos decir es ¡ay! Sana, sana, y darnos un besito. Porque las buenas palabras irán construyendo las buenas acciones.

    Entonces, si el lenguaje no solo describe la realidad, sino que la crea, busca, aprende y memoriza las palabras adecuadas para hablar contigo mismo; eso también moldeará el lenguaje con el que te relaciones con los demás. Las palabras, una vez pronunciadas o escritas, pueden perdurar en nuestra existencia.

    Cierro esta columna precisamente con estas sabias palabras: “Cuida tus pensamientos porque se convierten en palabras, cuida tus palabras porque se convierten en acciones, cuida tus acciones porque se convierten en hábitos, cuida tus hábitos porque serán tu destino”. Y claro, ¡nos vemos en la terapia!

    Lucia Barrios
    Lucía Barrios

    Psicoterapeuta, fundadora de CEFAMPI y autora. Experta en terapia breve, violencia de género y derechos humanos. Conferencista y docente en UACJ, ha liderado proyectos significativos sobre psicología y desarrollo humano.

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