“No se puede vencer a quien no sabe rendirse…”
Andres Manuel Lopez Obrador, Presidente de Mexico
Voté por primera vez en 1988, por cierto, tuve el honor de emitir mi sufragio por don Heberto Castillo, aunque mi voto hubo de ser asignado al ingeniero Cuauhtémoc Cardenas como parte de los acuerdos de última hora en aquella elección. Como es de todos conocido, el “triunfador” de aquel proceso fue el innombrable, Carlos Salinas de Gortari.
Como resultado de aquel que fuera un monumental fraude, el salinato inicio manchado de origen, tanto, que Salinas hubo de buscar la legitimación a base de ceder espacios al PAN, dando inicio al vergonzoso amasiato que hoy conocemos como el PRIAN.
Esa movida, al principio le funciono a Salinas, dándole cierto nivel de legitimidad, sobre todo en segmentos clasemedieros de la sociedad mexicana, especialmente los ligados al PRI y al PAN, pero en general, y sobre todo entre los segmentos populares, Salinas siempre fue un presidente ilegitimo. Era el presidente, pero nunca fue nuestro presidente.
Le sucedió Zedillo, quien alcanzó el poder utilizando todo el poder de Estado, y el temor entre la sociedad que la violencia política suscitó en aquel fatídico 94. Como gobernante fue gris, y no tuvo el menor empacho en ahondar las desigualdades sociales en aras de la implementación de las políticas neoliberales al costo de mayor pobreza. Cierto, era el presidente, pero nunca fue nuestro presidente.
A raíz de lo anterior, el pueblo de Mexico, harto de políticas fallidas, la corrupción y el abuso de la oligarquía en el poder, emitió su voto por Vicente Fox, quien se presentó como la personificación del cambio. Con el en el poder, las cosas habrían de ser distintas, se erradicaría la pobreza, y se acabaría la corrupción del PRI y sus secuaces. ¡Fiasco total!
Fox, y el PAN, ya eran socios del PRI, y, por ende, poco o nada hizo Fox en su sexenio, derrochando la confianza que la gente había puesto en el. La esperanza que al inicio de su periodo había, se fue desvaneciendo rápidamente, hasta llegar a un desencanto absoluto. Si, cierto, él era el presidente, el primero de la oposición, pero su abulia y su ambición personal le impidieron ser nuestro presidente.
Le siguió Felipe Calderon. De entrada, y como premonición de lo que sería su sexenio, tomo el poder entrando por la puerta de atrás, el mismo se auto coloco la banda y salió corriendo del recinto.
Este hombre miserable, el segundo presidente emanado de la oposición, panista de cepa, nunca pudo alcanzar legitimidad ni siquiera al principio, mucho menos al final, después de haber desatado el baño de sangre que aun, hoy en día padecemos. Cierto, el Tribunal Electoral falló a su favor, fue el presidente, pero nunca fue nuestro presidente.
Por lo tanto, y desde que alcancé la mayoría de edad, siempre ha habido alguien ocupando el puesto de presidente, pero nunca había habido alguien a quien yo, junto con la mayoría de los mexican@s, con orgullo pudiéramos reconocer como nuestro presidente.
Y podemos irnos más atrás, desde que su servidor vino al mundo, en ese entonces, el puesto lo ocupaba el chacal Diaz Ordaz; le siguió el genocida de Luis Echeverria; luego el vacuo y descarado de Jose Lopez Portillo, para terminar con el gris y frio tecnócrata Miguel de la Madrid.
Todos ellos fueron presidentes de Mexico, y absolutamente todos, unos más otros menos, pero todos fueron impopulares, ninguno tuvo el honor de ser considerado como nuestro presidente.
En el 2018, con la elección del tercer presidente emanado de la oposición, Andres Manuel Lopez Obrador, eso cambio. Por fin, después de décadas de espera, un segmento muy amplio de la sociedad mexicana puede decir con orgullo, ¡este si es nuestro Presidente!
Hoy primero de octubre del 2024 terminará el sexenio de Lopez Obrador, pero su legado perdurará por muchos, muchos años. Es cierto que no fue un gobernante perfecto -no existe tal cosa-, es cierto que en materia de seguridad o en materia de salud pública aún falta mucho por hacer, entre otras cosas.
Pero también es cierto que las bases fueron sentadas, y que la doctora Sheinbaum ya no habrá de empezar desde cero, ya hay camino avanzado.
En opinión de su servidor, Lopez Obrador no es un Estadista, pero si pasará a la historia como un gran presidente. Uno que, después de décadas de oligarcas, l@s mexican@s sentimos cercano, uno más de nosotros.
Su paso por el poder ha tenido tal impacto, que la propia oposición esta desconcertada. Por una parte, juran y perjuran que, de llegar al poder, cosa que se ve muy lejana, habrán de mantener los programas sociales del presidente, a pesar de que se opusieron vehemente a ellos.
Igualmente, están tan desconectados de la sociedad que dicen y buscan representar, que su actuar político lo basan en calumnias, mentiras descaradas, falsedades, encuestas compradas, granjas de bots y memes, sin darse cuenta que ya son muy pocos los que les creen. Tan pocos que no pudieron evitar que el presidente y sus aliados alcanzaran la mayoría absoluta en ambas cámaras.
Otra más de nuestro presidente: podemos estar de acuerdo o no con las reformas constitucionales que propuso, pero solo alguien muy miope, o muy pillo, puede negar que la enorme mayoría del electorado está de acuerdo en la pertinencia de los cambios, por eso el llamado plan C, recibió ese nivel de apoyo.
En fin, es larga la lista de aspectos positivos que la historia habrá de reconocerle al presidente, sin olvidar los negativos, que ahora habrá de enfrentar la doctora Sheinbaum, y a la que habremos de apoyar en su momento, pero el principal que debemos reconocerle, y que es fundamental, es el de devolver la esperanza robada al pueblo de Mexico.
¡Muchas gracias a Nuestro Presidente!
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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