No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación,
sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir,
en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”
Benito Juárez
Hace unos días, nos desayunamos con la noticia de que el alcalde de la Ciudad de Chihuahua, el Maru-panista Marco Bonilla estaba de estreno. El ínclito alcalde se compró una casita de $8.5 millones de pesos que, sin embargo, a precio comercial esta valuada en $17 millones.
Hay dos razones por las cuales el alcalde debe aclarar la situación de esta compra. La primera es de índole fiscal. ¿Porque si la casa venia siendo ofrecida en 17 millones, terminó por venderse en la mitad de lo solicitado? ¿Acaso estamos ante una caída drástica en los precios del mercado? No parece ser el caso.
Los mal pensados ya están sugiriendo que detrás de esta drástica “caída” en el precio del inmueble, existe la posibilidad de que alguien se este embolsando la diferencia sin el pago correspondiente en los impuestos y demás arrimadijos comunes en transacciones de esta envergadura, o que se trate del pago de deuda política no declarada.
La segunda razón esta relacionada a la forma como se hizo el pago de los dichosos ocho y medio millones de pesos. Se sabe que el funcionario dio un “enganche” de dos millones y el resto se completó con préstamos de dos instituciones bancarias.
Es importante, y urgente, que el funcionario aclare de donde salió ese dinero, por obvias razones. El señor Bonilla es figura pública, y por tanto, no es muy difícil saber que el señalado, a pesar de estar joven, tiene ya una larga trayectoria, de al menos veinte años, como funcionario público o de partido, ¿de ahí salió ese dinero? Si así fue, pues que bien, nada tendría que ocultar, más allá de que ha estado, como buen neoliberal, muuuuy bien pagado.
La otra posible fuente de financiamiento es el despacho del cual el señor Bonilla dice ser socio y fundador: Wasser Consultores Legal y Ambiental, según se puede consultar en el curriculum que el interfecto tiene expuesto en la pagina del Gobierno municipal de Chihuahua.
Quien esto escribe, trató de indagar más sobre este despacho, pero realmente fue muy poco lo que encontramos más allá de una pagina de Facebook bastante elemental para una empresa de este nivel, y en la que desde luego no hay la mínima mención a su socio fundador Marco Bonilla.
En fin, si el joven Bonilla, no quiere que a su flamante adquisición se le compare con la casa blanca de Pena Nieto, lo único que tiene que hacer, es aclarar de donde salieron los fondos, y como es que consiguió convencer a la inmobiliaria para reducir el valor del inmueble a la mitad. Nada más.
El otro alcalde que también tiene gustos fifis -diría nuestro ahora expresidente- es el neoizquierdista Cruz Perez Cuellar, solo que este salió más abusado que Bonilla.
A fines del 2023, justo antes de que diera inicio la lucha por las candidaturas a los diversos puestos de elección popular, comenzó el run-run que este progresista de nuevo cuño, había adquirido una lujosa vivienda en la módica suma de $26 millones de pesos.
Meses después, ya por abril de este año, nos venimos a enterar, que en realidad quien había comprado la casa fue Daniel Pando, quien fuera funcionario municipal tanto durante la administración de Cabada como con el propio Perez Cuellar.
Aunque a final de cuentas, el señor Pérez resultó bien librado – la acusación se centró sobre el señor Pando, presunto dueño de la casa – aún queda el pendiente de explicar cómo puede pagar la renta de un inmueble de ese tipo si se sabe que las rentas de esas casas andan en el rango de los cuarenta a los sesenta mil pesos. Eso representaría casi la mitad de su sueldo como presidente municipal.
Aunque en ambos casos, los implicados niegan la irregularidad de sus actos, como era de esperarse, pero es imposible no traer a la memoria el recuerdo del último gobernador priista -el nuevo PRI de Peña Nieto- de triste memoria: Cesar Duarte Jáquez.
El ahora expresidiario siempre negó el origen turbio de su fortuna, alegando, en cambio, que la misma era producto de sus negocios tanto comerciales como agrícolas. Lo negó hasta el último día de su mandato, cuando era evidente que ya el sistema no estaba de su lado.
Icónica y muy significativa fue la entrevista que le concedió al conductor Carlos Loret, donde este último se le fue a la yugular, y el pobre de Duarte, acorralado, solo atinaba a hacer una muy desvalida defensa de sí mismo. Ya había caído de la gracia del sistema. Para colmo, el otrora partidazo perdió las elecciones, y si le quedaba alguna esperanza de ser protegido, en ese momento se desvaneció.
En estos momentos tanto Bonilla como Pérez Cuellar, se encuentran en la cúspide de su poder y popularidad, por lo que se ve difícil que pudiera prosperar alguna denuncia en su contra, si es que alguien se vuelve a animar a plantear alguna.
En el caso de Bonilla, puede entenderse la necesidad de rodearse de lujos, a fin de cuentas, el sistema neoliberal estaba diseñado de esa forma. Los gobernantes recibían muy altas remuneraciones y prebendas, (verbigracia, las prestaciones que reciben los altos magistrados de la Suprema Corte de Justicia) con la condición de permitir que las clases altas mantuvieran el usufructo del poder, es decir la plutocracia.
Pero en el caso de Pérez Cuellar, no se puede justificar ni mucho menos tolerar. El señor Pérez, aun si no lo ha entendido, es parte de un movimiento que tiene como base la moderación, y la justicia social, no la personal.
No tiene nada de malo que Cruz Pérez Cuellar quiera vivir como rico, pero que lo haga en el campo de la iniciativa privada, y no a costa de su puesto en el gobierno.
Es cuánto.
a 14 de octubre del 2024
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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