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    noviembre 24, 2024 | 17:04

    La tía Regina

    Publicado el

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    Amigos lectores, hoy me llena de orgullo y gozo, el presentar un impecable escrito de mi dilecta amiga Rosy Chumacero, quien es dueña de un sobrio estilo dentro del difícil arte de la narrativa, llamémosle cuento corto, relato, anécdota o vivencia, ¿quién puede escudriñar la intención de un escritor(a)? La dama en cuestión, tiene años de experiencia en el campo de la literatura, ignoro si el relato sea inédito o bien ya haya sido publicado, de cualquier manera, agradezco la deferencia en confiármelo para que sea publicado en este espacio, espero lo disfruten…

    “La tía Regina”

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    Era alta y morena, con una abundante y larga cabellera más negra que la conciencia de un político, y un par de lindos ojos que le hacían juego a su brillante melena. A mí me encantaba verla maquillarse porque lo hacía lenta y cuidadosamente como si estuviera tramando un crimen y no solo eso, me permitía jugar con sus cosméticos, lo cual estaba completamente vedado para el resto de mis primos y primas, y que yo proclamaba siempre que alguien de la familia tenía alguna duda sobre quién era la sobrina consentida de mi tía consentida

    A sus sesenta y tantos años su cuerpo seguía siendo hermoso pues al verlo no era difícil imaginar que en esas curvas se había descarrilado más de un tren, y su andar todavía tenía la cadencia de un vals de Tchaikovsky. Además de su belleza física, mi tía tenía la costumbre de servir las verdades sin pasarlas por agua y pensaba con la rapidez de un latigazo que les daba ganas de correr a los hombres muy machos, pero también tenía un lunar en la comisura de los labios que les daba ganas de quedarse para borrárselo a besos. Desde mi punto de vista la tía Regina solo tenía dos defectos; tenía una risa tan estridente que permitía que cualquiera la encontrara en un mitin político y no tenía pestañas largas, cosa que en estos tiempos hubiera resuelto con una compra por Internet. Los sábados le gustaba llevarme con ella al cine o de shopping al otro lado (El Paso Tx.), lo cual era lo mejor que podía pasarme los fines de semana, porque ella nunca tenía prisa como mi mamá y además me compraba todos los dulces que yo pudiera comer sin darme un sermón sobre las caries y las lombrices en la barriga

    Pero, lo más divertido era que en lugar de ir en el coche a ella le gustaba ir en el tranvía, porque decía que manejar la ponía de nervios, pero, yo más bien pienso que era porque disfrutaba escuchar los silbidos de los hombres ante el espectáculo de verla caminar con sus zapatos de tacón que eran su vicio, y en los que gastaba gran parte de su sueldo como encargada de la perfumería La Gardenia. No se perdía ni una sola película de Hollywood, así que a menudo íbamos al cine. Recuerdo muy bien que cuando la escena se tornaba muy sensual, mi tía me tapaba la cara con el suéter que llevaba porque las salas de cine siempre estaban frías

    Yo esperaba un tiempo razonable y luego me asomaba para ver si ya había pasado la escena prohibida para mí, porque a ella con frecuencia se le olvidaba que yo tenía la cara tapada. Al término de la función sacaba de su bolso un seguro grande para darles una lección a los que trataban pasarse de listos acercándose demasiado a ella en la obscuridad del cine con el pretexto de ser empujados por el gentío. “Mira, me dijo un día abriéndolo al terminar la película, Cuando crezcas te voy a dar uno de estos para que te defiendas de esos puercos libidinosos”. Y yo, a pesar de que no sabía con precisión el significado de esa palabra la intuía, porque todos los que se le pegaban a propósito terminaban dando un grito ahogado que a mí me divertía sobremanera

    Mi tía por su parte, siempre seguía avanzando entre la gente como si nada, sin voltear atrás, pero yo no me perdía ver la cara de los pobres “libidinosos”, me daba mucho gusto ver su muy bien ganado sufrimiento. Por las pláticas familiares supe que había conocido a su pretendiente en la perfumería La Gardenia. También era muy alto de estatura y usaba gabardinas como las de James Bond. Era guapo entre los guapos, de carácter alegre y social, conquistador por vocación e ingeniero de profesión. Y como alguien tenía que robarse el corazón de mi tía Regina, él resultó ser el afortunado

    Le llevaba serenatas con los mejores tríos de aquel tiempo, le regalaba flores y chocolates suficientes para llenar el antojo de todos los niños de la familia y prendas de vestir de un gusto exquisito, poco común en un hombre. Hasta la fecha, en la familia nadie se explica qué fue exactamente lo que le ganó el corazón de aquella mujer tan codiciada y tan arisca como lo era mi tía, porque pretendientes tenía a montones. El caso es que se casaron, fueron felices por algunos años y tuvieron tres hijos. Pero al pasar del tiempo, como conquistador que era, a él se le pasó el encanto de la novedad aunque no el amor por su esposa y volvió a su vocación de conquistar mujeres a diestra y siniestra

    Mi tía, a pesar de que lo supo desde el principio, no le reclamó nada. No estaba ella para evidenciar su estatus de cornuda y menos para dejar a aquel hombre a quien amaba tanto, así que llevó los cuernos con una dignidad estoica hasta que un día, cuando sus hijos ya eran mayores de edad se fue de la casa sin previo aviso. Mi tío, como era de esperarse en un hombre con un ego como el suyo, al principio pensó que la habían raptado y movilizó a las corporaciones policiacas para que la buscaran hasta debajo de las piedras. Evidentemente había subestimado la inteligencia de la tía Regina. Fue un shock para toda la familia cuando lo supimos y por días, todo fue zozobra y lágrimas

    Por fin, a los pocos días mi tía llamó por teléfono para avisar que estaba bien pero hizo prometer a todos, incluidos sus hijos, que no avisarían a su marido, bajo la amenaza de no decir nunca dónde estaba, y todos sabían que era perfectamente capaz de cumplirla. El marido devastado pasó meses en la más absoluta desesperación y no hubo poder humano que lo hiciera dejar de beber. Lloraba como niño abandonado, perdió el empleo y perdió peso hasta parecer un espíritu chocarrero deambulando por la vida, pero nadie dijo nada sobre la llamada de mi tía

    Por fin, casi un año después, ella apareció más fresca que una lechuga y no valieron lágrimas ni ruegos por parte de su esposo. Jamás volvió con él aunque nunca se divorciaron y mi tía no volvió a tener otro hombre. Decía que no estaba dispuesta a permitirse sufrir por amor y que así estaba muy feliz. La verdad es que la tía Regina era mujer de un solo hombre y aquella decepción le entumió el corazón de modo tal, que a pesar de los muchos hombres que intentaron conquistarla después, ella no volvió a pensar en matrimonio. Envejeció conservando aquella guapura y aquel donaire, se le encaneció el cabello casi totalmente pero seguía siendo el foco de atención donde quiera que se aparecía con su aire de reina destronada y que se llevó hasta la tumba. Cuando su esposo murió, casi dos décadas antes que ella, la escuché murmurar en el entierro: “Que Dios te haya perdonado, porque yo no”.

    Rosy Chumacero

    Libro recomendado de la semana

    Esta vez corresponde a “Nada más que una noche”, de la autora argentina Anabella Franco. Debo decir que la escritora usa el vos tan argentino, que me hace recordar a mi hijo Norberto Pérez que vive en el austral Buenos Aires, amén de mis tres nietas México/argentinas. La historia es exquisita, relata a un atractivo y exitoso ingeniero que ama la vida nocturna. Su relación con las mujeres se resume a pasar solo una noche con ellas y abandonarlas, para él todas son iguales; interesadas, insensibles y manipuladoras. Lavinia es una mujer de gran belleza y de una alma simple y pura. Una modista de clase baja que lucha por salir adelante… una gran historia que, evidentemente no seguiré contando. Lo invito (como tantas veces) a adentrarse en el fascinante mundo de la lectura, una vez que lo haya hecho, lamentará no haberlo realizado antes, su vida cobrará un sentido diferente.

    “La elegancia no consiste en el exceso de adornos, ni en la profusión de alhajas”.

    Rubén Darío

    “La elegancia no es acerca de ser notado, se trata de ser recordado”.

    Giorgio Armani

    “Los hombres engañan más que las mujeres; las mujeres, mejor”.

    Joaquín Sabina

    Jose Cruz Pe%CC%81rez Rucobo
    José Cruz Pérez Rucobo

    Lic. en Economía por la UACJ. Me dedico al comercio como medio de subsistencia y al periodismo y crítica política como ejercicio lúdico. Soy un hombre de izquierda por naturaleza, cualquier cosa que ello signifique.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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