El presidente estadounidense Donald J. Trump, de temperamento arrebatado y volátil, ha iniciado una guerra comercial mundial, con particular afectación a sus socios comerciales suscriptores del T-MEC (Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos, Canadá) y por que no decirlo a los propios Estados Unidos.
La amenaza proteccionista estadounidense de imponer un arancel generalizado del 25% a las importaciones de sus aliados comerciales y amigos, así como un 20% a China, provocó una reacción negativa en los mercados financieros y variadas respuestas de los países afectados.
Al día siguiente del anuncio de la imposición arancelaria, el índice bursátil Nasdaq sufría un retroceso del 2.6%, mientras el Standard & Poor´s caía 1.8%. Tanto el dólar canadiense como el peso mexicano cotizaron a la baja.
La imposición arancelaria significa, en el mejor de los casos, el principio del fin de décadas de libre comercio, beneficiosas para la economía e integración del bloque norteamericano, desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuya vigencia inició el 1 de enero de 1994.
Las medidas dañan particularmente a México y Canadá. En nuestro caso, dado que el 80% de nuestras exportaciones se dirigen al vecino de norte, según diversas estimaciones, nuestra economía está en riesgo de contraerse entre un 2% y un 4% en el 2025, lo que podría provocar que nos dirijamos hacia una fase recesiva. No obstante, también es de mencionarse que, con la medida, los Estados Unidos se muerden solos. Su economía pierde dinamismo, cae la confianza de los consumidores y se proyecta una contracción de su producto interno bruto (PIB), al desaprovecharse en las cadenas de producción regionales, las ventajas comparadas que aportan las diversas economías como la manufactura mexicana.
Las motivaciones esgrimidas para esta guerra arancelaria por el presidente Trump son realmente banales. La falta de cooperación de los socios comerciales en combatir el tráfico del opiáceo fentanilo y en coadyuvar para controlar los flujos migratorios.
La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum ante el embate del presidente Donald J. Trump, ha sido sobria y firme. Aceptando mejorar la seguridad en la frontera y combatir a los grupos de crimen organizado que participan en la producción y envío de fentanilo a los Estados Unidos, ha dejado claro que la crisis del opiáceo obedece a diversas causas, entre las que señaladamente destacan, la alta demanda del producto por la sociedad estadounidense e indirectamente el tráfico de armas hacia México que empoderan a los cárteles mexicanos, provenientes de los Estados Unidos. Sólo con trabajo y cooperación internacional se pueden combatir estas causas y no mediante la amenaza e inicio de una guerra comercial con perjuicio para todos.
Bien vale mencionar, que muy probablemente el fondo de esta asonada comercial, más allá del teatro trumpeano, obedece a la intención estadounidense de reducir su déficit comercial; es decir, la diferencia entre lo que se importa y exporta. En 2024, Estados Unidos compró a otros países bienes por 3.29 billones de dólares y exportó mercancías por un valor de 2.08 billones. El déficit comercial alcanzó una cifra récord de 1.212 billones de dólares.
México, aprovechando el T-MEC, desplazó a China en 2024 como el principal proveedor de Estados Unidos. Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos marcaron un máximo histórico en 2024 de 505,851 millones de dólares frente a los 475,216 millones de 2023. Y aunque las exportaciones estadounidenses a México también aumentaron, el déficit comercial de Estados Unidos con México marcó un nuevo record de 171,189 millones de dólares.
De las crisis derivan oportunidades. El momento actual parece oportuno para fortalecer el comercio, la seguridad regional, así como buscar diversificar nuestra economía y reducir la dependencia de nuestro principal socio comercial.

Rafael Espino
De Chihuahua. Abogado fiscalista. Consejero Independiente de Petróleos Mexicanos. Senador de la República por Morena.