Lo que antes era malo, ahora es normal. Lo que antes estaba prohibido, hoy está permitido. Antes la vida era mejor que ahora. Éstas y otras frases son muy comunes escucharlas durante el transcurso del tiempo. Desde que naces, hasta que te mueres. También el significado de la vida y de la muerte varía en conceptos y actitudes. Poco se valora lo que se tiene al lado como lo es la familia, pues hasta este concepto ya no existe.
Así van pasando los años y cada vez se valoran menos los principios que nos unen como sociedad. Se nos olvida que todos estamos obligados a servir para ser útiles, y obtener el mejor premio que es la satisfacción de dar sin remordimiento alguno. Pues la conciencia es el mejor juez de nuestra persona interna, a la que no podemos engañar.
Lo preocupante de este asunto, es que como dije al principio, las épocas van cambiando y transformando la manera de sentir, de percibir y de actuar en el entorno social. De tal manera, que las nuevas generaciones están creciendo ante una dinámica social de valores muy diferentes, a los que incluso la ley civil adoptó como obligación ante la sociedad universal.
Quien me está leyendo, sabe a lo que me refiero en éste artículo según la edad que tenga. Y estoy seguro que la interpretación de mis palabras es diferente, sobre todo en materia de los derechos humanos que es lo que más me gusta analizar. El significado de “servir” es tan amplio que nos da infinidad de definiciones. Existe incluso una frase que hizo famosa la Madre Teresa de Calcuta, que dice así: el que no vive para servir, no sirve para vivir.
Podemos servir de muchas maneras, iniciando con la familia que tenemos. Y me refiero al servicio más que todo de dar con amor un consejo o un abrazo. O estar con quien necesita contar algo. En la casa, en la oficina, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en todas partes podemos servir, si nos proponemos realmente un cambio que nos ayude a regresar al pasado, cuando todos nos saludábamos aunque no nos conociéramos.
Y claro que me refiero al pasado, porque la atención era directa y de frente, pues no había celulares, ni tampoco tanto medio de comunicación y la educación escolar desde la primaria incluía valores, moral, civismo, urbanidad y aseo personal obligatorio. Estábamos muy alejados de tentaciones pornográficas, de drogas y de la violencia que genera el narcotráfico o el mal gobierno. Mente sana y cuerpo sano.
Un modo de vida útil, porque el servicio se daba a toda hora. Desde el momento de entrar a la conversación con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestros amigos, con nuestros maestros y con los vecinos. El trato era directo y personal para percibir las necesidades propias de la edad, según el tiempo y circunstancias. Con nuestros hijos quizá pudimos dar más, pero no sabíamos cómo ser buenos padres.
Por eso, si nos tomamos un momento para analizar cómo vivir para servir, solo se necesita reconocer nuestros defectos para enmendar las actitudes negativas, para suplirlas por la disponibilidad y ganas de hacer y dar a los demás, pues dando no necesitamos pedir nada, porque todo llega cuando menos lo esperamos y de quienes menos creemos que nos pueden dar.
Estamos dejando un mundo, con menos impulsos de sensibilidad hacia la familia principalmente. El objetivo de estar unidos y luchar juntos por el amor se está acabando, y las familias se desintegran con mayor facilidad que antes. Otra vez la palabra “antes”, porque siempre el “antes” es mejor que el “hoy” desgraciadamente. Cuando deberíamos estar mejor “hoy”, que “antes”. Refiriéndome desde luego a los sentimientos y derechos humanos, porque en lo material hemos superado todas las barreras del tiempo.
Hemos llegado al grado de legalizar los derechos humanos universales por escrito y obligatorios, aunque por naturaleza los traemos desde que nacemos. La igualdad en el hombre y la mujer tiene sus ventajas y desventajas, pues somos iguales para vivir en sociedad, pero diferentes en cuerpo, en fuerza y en la manera de pensar. Tenemos diferentes habilidades que ya no se distinguen, porque naturalmente estamos destinados a vivir para servir, primero como hijos, luego como hermanos y posteriormente como padres.
Vivir para servir, lo hacemos cotidianamente como una obligación de ser, pero se puede hacer dando sin que sea una obligación. Tan solo para cumplir con el destino más que con las leyes y así resulta agradable y hasta divertido. Ser útil es indispensable para sanar interiormente y soñar con la expectativa de lograr lo que soñamos. La paz interior nos hace mucha falta para equilibrar los sentimientos positivos.
Héctor Molinar Apodaca
Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.
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