Llámenme Conservador, Fifí, Retro; Y quítenme si quieren el título de progresista, que me he ganado a pulso.
Pero no comparto la idea de que por medio del aval de la Secretaría de Educación Pública, se promueva una confusión más severa de lo que puede ser la preferencia sexual.
Una cosa es, admitir que algunas personas ostenten preferencias diferentes a lo heterosexual, inclusive reconocerlos sin prejuicios, aceptar que se casen entre sí por el bien de su felicidad; y otra, fomentar, promover desde la niñez, la posibilidad de ir contra natura, y aplaudirle al niño que en su evidente confusión, admita que es bisexual, homosexual o equis variación que se les ocurra.
Si lo fuera, ¡bien por él!, (O ella) pero la sociedad no tiene porqué aplaudir su preferencia. Con admitirlo sin prejuicios es más que suficiente. Es aceptar la divergencia.
Pero de eso, a estar en campaña permanente contra la heterosexualidad, atenta contra los que determinamos ser varones o mujeres sin otras parafilias.
En 2012 leía: “La aceptación, es uno de los valores humanos más respetados y guarda relación con la aceptación de aquellas personas, situaciones o cosas que se alejen de lo que cada persona considera dentro de sus creencias.
Se hablaba de tolerancia. De erradicar la homofobia, de detener el bullying contra los… que son diferentes.
Eran todavía tiempos de resistencia a consentir que había personas con otras preferencias, distintas a lo normal.
Estudios clínicos determinaban que estas “diferencias”, correspondían a trastornos de la identidad sexual.
O sea, falta de aceptación del propio sexo biológico o de los roles asignados a él, y deseo de pertenecer al otro sexo.
Para comprender y aceptar la gama de parafilias, se decía que éstas, se deben a un proceso de aprendizaje inapropiado de la sexualidad.
Hoy sabemos que mucho tiene que ver la imitación de modelos en el desarrollo de estas conductas. La mayoría de las veces se encuentra en una relación entre el ambiente familiar; pero más que otra cosa, en la pertinaz propuesta de los grupos defensores de su derecho a ser reconocidos como… Diferentes.
Y se aplaude su valor de ir contracorriente hasta ganar el espacio que les corresponde en la sociedad.
El problema ahora es que ganado ese espacio, se pretenda promover la posibilidad de que las nuevas generaciones reaccionen durante el proceso de su desarrollo a actitudes, que durante siglos han sido consideradas contra natura.
Hoy se le llama ideología de género. Un tema tan denso como controversial, que involucrarse, implica no salir de él, y seguramente si no estás a favor, serás fundido en los confines del averno por sus promotores.
La ideología de género establece una cuádruple disociación en el ser humano: el sexo biológico (cuerpo con el que se nace), la identidad de género (identidad que siente la persona y que puede coincidir o no con el sexo biológico), el rol de género (rol social de hombre o mujer, el cual viene determinado por la sociedad). la orientación sexual (hacia quién se siente atraída la persona).
La orientación sexual, según mi experiencia como ser humano, debe fluir de manera natural.
Experimentar en el camino.
Y en el proceso, decidir, ¿Que soy… Hombre, mujer? O quimera.
Promover la conducta sexual desde el poder político, no me parece apropiado.
Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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