El día de hoy presento un trabajo (ensayo) de mi dilecta amiga Rosy Chumacero, que ya nos había deleitado con un escrito anterior, la calidad de los escritos de esta dama, hacen que su lectura sea un deleite. Esta vez aborda un tema por demás interesante acerca de la cosmogonía del ser humano, sus pretensiones y su realidad. Rosy sabe de lo que habla porque esta materia es fundamental en cursos y retiros espirituales que imparte.
Ni tanto que queme al santo…
En estos tiempos modernos en los cuales el declive de las religiones es cada vez más acelerado el hombre se ha colocado a sí mismo en el sitio más alto de todas las jerarquías, por encima de Dios, de la naturaleza y del universo mismo. Atrás quedaron esos tiempos en que las religiones negaban al hombre un lugar central en el cosmos. Los griegos, por ejemplo, creían ser una creación de los dioses quienes desde el Monte Olimpo contemplaban su pequeñez e insignificancia humana y jugaban a placer con su miserable existencia.
El Budismo Zen concedía mucha más importancia a la abundancia y diversidad del mundo animal y vegetal que a ningún mono erectus sin conexión con la divinidad y con méritos bastante cuestionables en la escala de valor de la madre naturaleza. El Judaísmo y el Cristianismo por su parte describían un mundo teocentrista en el cual la vida humana era percibida solamente por la infinitamente superior mente de Dios y de poco significado en el esquema de la creación. Pero ahora los avances tecnológicos y científicos logrados por el ser humano nos han llevado a creer que somos todopoderosos, omnisapientes (omniscientes), dueños del planeta y del sistema solar (a reserva de mejorar).
El problema con esta nueva percepción de nosotros mismos, es que ante las inevitables y recurrentes crisis tanto personales como globales no podemos consolarnos con la idea de la protección y el amor de un poder superior. Al despojar de poder cualquier idea contraria a nuestra superioridad absoluta nos encontramos solos ante nuestras depresiones y problemas cotidianos y ante el imperante caos que nosotros mismos hemos creado a nivel global. Todo nuestro sentido de importancia se viene al suelo, el miedo, la frustración y la impotencia nos abruman y nuestra omnisapiencia (omnisciencia) y omnipotencia se ven en serios problemas, ya sea ante los fenómenos naturales como un tsunami o ante nuestras propias conductas auto destructivas.
Tal pareciera que el ego colectivo se deleita en mantenernos viviendo en una bipolaridad en la cual, o somos el ombligo del universo o somos seres impotentes, insignificantes, carentes de significado y propósito concretos. Sin embargo, con menos ego y más reflexión en nuestras conductas podemos lograr una perspectiva más realista de nosotros mismos y de la raza humana en general, sobre todo si somos de aquellos que dudamos de todo hasta que nos comprueben lo contrario. Aunque creamos tener suficientes razones para pensar que no hay nada más sagrado, más inmenso y más noble que nosotros, solo tenemos que contemplar las fotografías del satélite Hubble que despliega ante nuestros atónitos ojos el insondable misterio y la arrobadora belleza del universo, ante esas imágenes nuestros aires de grandeza, nuestros problemas y temores se antojan prácticamente inexistentes.
En el extremo opuesto, los animales, supuestamente inferiores a los humanos no se inmutan ante nuestro sentido de importancia, para ellos un humano solo es parte de la miríada de cosas incomprensibles que ve a su alrededor y su existencia le es casi indiferente. Una paloma en la plaza del pueblo por ejemplo, no se auto proclama dueña absoluta del kiosko, no sabe ni le importan nuestros problemas existenciales, no se impresiona ante la inmensa fortuna de un millonario o ante los extensos conocimientos de un científico, lo mismo acepta gustosa las migajas de pan que le tira un pordiosero o una Miss Universo, y se las come con el mismo entusiasmo, ante tal actitud nuestra flamante individualidad queda totalmente neutralizada.
Contemplar la grandeza del universo o la simple y plácida existencia de los animales podría ayudarnos a considerar la posibilidad de que tal vez no sea necesario fluctuar entre un extremo y el otro, quizá la idea a la que debamos aferrarnos y la que más paz nos proporcione sea el aceptar que si bien nuestra existencia no carece de significado tampoco somos la cereza del pastel, ni el ombligo del cosmos.
Rosy Chumacero
Miembro de la Universidad Espiritual Mundial Brahma Kumaris desde el 2002
Libro recomendado de la semana
Hoy corresponde a, “La tabla esmeralda” de la escritora española, Carla Montero. La autora nacida en el 1973, es además Lic. en Derecho y relativamente joven, más al escribir esta obra (2011). Sin embargo desde su primer novela (Una dama en juego) ha ganado algunos premios en su natal España, el talento es inocultable en esta mujer de letras. Esta novela contiene dos historias de amor separadas en el tiempo pero unidas por el misterio de un cuadro desaparecido. Un peligroso juego de amenazas e intereses ocultos que cambiará la vida de los protagonistas para siempre. La obra está en dos planos y la obra a su vez, hace coincidir dos historias divididas por el tiempo, una de ellas se da en el tiempo de la ocupación alemana en París, la otra es contemporánea. Como siempre, cuando hay nazis involucrados, hay crueldad, odio, asesinatos… y mucha bestialidad. Con sus 746 páginas es una lectura ágil y digerible, con altas dosis de suspenso y misterio es todo un agasajo su lectura.
“La cosmología es el estudio del universo como un todo, incluyendo su nacimiento y quizá su destino final”
– Michio Kaku
“El universo es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”Blaise Pascal “Si estamos solos en el Universo, es una terrible pérdida de espacio”
– Carl Sagan
José Cruz Pérez Rucobo
Lic. en Economía por la UACJ. Me dedico al comercio como medio de subsistencia y al periodismo y crítica política como ejercicio lúdico. Soy un hombre de izquierda por naturaleza, cualquier cosa que ello signifique.
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