El año pasado, toqué un tema sensible, el de la vulnerabilidad extrema en que se encuentran hoy los hombres y mujeres mayores.
Víctimas de los GERONTOFÓBICOS. Furibundos depredadores, cuya arrogancia es cabreante contra quienes van en el declive de la vida.
Mi anacoreta de cabecera leyó mi texto y me dijo:
“El culto a la juventud es una moda, una mercancía más en el mercado. La experiencia es improbable encontrarla en la “juventud”, es obvio. Los jóvenes creen que lo van a ser siempre, no pueden pensar que caminan muy de prisa -si tienen suerte- a la vejez. Asumen que esa cualidad es eterna. La humanidad en sus 10 mil años de civilización tuvo en sus viejos el consejo sabio, la experiencia acumulada daba seguridad al grupo, eran apreciados, la comunidad cuidaba de ellos, perderlos era perder el conocimiento, la sensatez, la prudencia, la mesura…
Dirán que todo cambió, que la modernidad y su tecnología no requiere al sabio viejo, que además sólo se llega a sabio siendo viejo- que la vitalidad de pocos años es suficiente para enfrentar la vida.
Bueno, podrán ser jóvenes nunca sabios, llegar a serlo necesariamente lo alcanzarán con paciencia, la paciencia de esperar la vejez.
Alguna vez, la juventud de hoy volteará hacia atrás y verá que sus años mozos se fueron para siempre. Las llamadas sociedades posmodernas, con su ausencia de sentido de la vida, que no sea el consumo, la frivolidad, y el individualismo ha impuesto el «culto a la juventud» y el desprecio a los ancianos, al viejo. Los ha relegado a su infortunio; ya no ser jóvenes.”
El gobierno de México tiene un programa de protección para los ancianos a quienes obsequia una pensión vitalicia con valor de $2500 bimensuales.
En primera instancia diré que el apoyo gubernamental tiene una visión protectora para los que han terminado sus días productivos, y que ante la falta de un retiro digno, cualquier ayuda es buena.
Pero lo verdaderamente terrorífico es la vejación que sufren la gran mayoría de los ancianos en casa.
El maltrato, la vejación continua, la explotación de la que son víctimas, el bullying sistemático, son sólo algunos temas que viven los viejitos en un infierno insufrible.
La insensibilidad de nuestro tiempo llega a límites increíbles. Me llega información de un asilo de ancianos en Ciudad Juárez que denuncia al menos uno o dos abandonos por mes, de viejitos a las puertas del hospicio.
Gente sin corazón que vienen de El Paso y los avientan como basura sólo con un cambio de ropa encima. Y otros de esta misma ciudad, que luego de haberlos despreciado y explotado se deshacen de ellos sin ápice de remordimiento.
En CDMX, el problema es mayor. Los desgraciados GERONTOFÓBICOS, hijos, nietos o parientes, luego de explotar al máximo al ancianito o ancianita, los tiran a una barranca.
Sin comida, sin abrigo o medicamentos, mueren en cosa de horas.
Hay una ONG que diario hace un recorrido por las barrancas para proteger a los sobrevivientes o llamar al SEMEFO para recoger los cadáveres que van a la fosa común, pues no traen encima ninguna identificación. El “tiradero” de viejitos lo hacen preferentemente los viernes por la tarde pues la ONG trabaja de lunes a viernes. Y así, el anciano queda sin protección dos días a la intemperie.
El tema es muy amplio. Las políticas públicas para su protección son insuficientes.
Necesitamos nuevas herramientas para proteger el futuro inmediato. Pues algunos como yo, que aún tenemos fuerza para resguardar nuestra integridad, podemos defendernos de esta amenaza que parece ser galopante. Pero hay una edad en la que el individuo es totalmente vulnerable y no hay justicia para él.
En el próximo capítulo, hablaré de una ideología para la reivindicación de los hombres y mujeres en plenitud, para crear una organización con visión a futuro.
Por lo pronto, pensemos. Pensemos. Pensemos.
Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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