Le escribo una vez más, señor presidente, Andrés Manuel López Obrador. Seguí con atención su gira por Bavispe, Sonora y no dejo de asombrarme de la capacidad que tiene como gobernante de salir de tanto atolladero.
Lo que me sorprendió, señor presidente fue el anuncio que usted hizo a los lebarones: justicia, desarrollo para La Mora y un memorial para honrar la vida de los caídos en la masacre registrada el 4 de noviembre del 2019.
Nueve muertos con la crueldad del crimen organizado cayeron ese día en La Mora; 6 heridos con secuelas graves que ahora, en lugar de justicia plena, tendrán un memorial que se me ocurre debe llevar inscrito el siguiente texto, con letras doradas, claro: “aquí cayeron nueve seres humanos que fueron fulminados por las balas asesinas de seudo hombres que en lugar de abrazos tiraron balazos”.
¿Qué le parece, señor presidente?
En ciudad Juárez tenemos muestras claras de la indolencia oficial, las nefastas autoridades que lo antecedieron y los negligentes gobernantes que tuvimos y tenemos han convertido al municipio en una metrópoli llena de memoriales. Por eso me extrañó su respuesta en Bavispe, estimado presidente.
Lo único rescatable en la Mora, es que en su discurso ante los sonorenses no utilizó ese tonito de voz de sus piezas de oratoria, que en realidad le restan mucha seriedad. Todo va bien hasta que empieza a gritar, creo que es cuando el discurso pierde cuadratura. Y más cuando hace encuestas antimetodologicas ¿¡Quieren que me pelee con el presidente de Estados Unidos!? Y el pueblo acarreado respondiendo lo que usted quiere que digan. Simple opinión, señor presidente.
Los memoriales son una oda a la impunidad, no a la justicia. Vea cómo los emisarios de la ONU nos quieren hacer sentir bien proponiendo memoriales que enmarcan la negligente actuación en todo el mundo.
Mataron en Dallas al presidente Kenedy y, un memorial; mataron a 24 mexicanos en Walmart de El Paso, un memorial. Un memorial es como llevar a un niño a Disneylandia después de que le detectan leucemia.
En Ciudad Juárez estamos llenos de memoriales. Y cómo le repito, señor presidente, se han convertido en una oda a la negligente actuación de las autoridades para prevenir e investigar los crímenes de lesa humanidad que se cometen a diario.
En ciudad Juárez tenemos varios ejemplos de memoriales, auténticos elefantes blancos, carentes de todo sentido. En los días negros de Juárez, cuando usted andaba encampañado y empecinado en ser lo que ahora es, todo un presidente de México, se localizaron ocho cuerpos de mujeres en el llamado campo algodonero. ¿Y qué cree? La CIDH condenó a los gobernantes negligentes y, pácatelas, nos construyeron un memorial.
Y allí está, como un centro de turismo para los que visitan ciudad Juárez. Y créalo, señor presidente, ese monumento no genera justicia para nadie, es una oda a la impunidad. Siempre está solo como cargando con la cruz de Juárez, ciudad de oportunidades y de cientos de gandallas que buscan el poder. Y mírelo usted mismo, los fifis que lo rodean cada vez que nos visita.
Los narcos, muchos empresarios enfermos de su mente y sus juniors se dieron vuelo asesinando jovencitas y en la actualidad, esos parásitos, siguen libres; algunos son invitados especiales a sus eventos, señor AMLO, porque pasan inadvertidos como gente de bien.
También tenemos el memorial de Villas de Salvárcar, otro caso de impunidad del narcotráfico. Las autoridades estúpidas coludidas con los criminales permitían todo atropello y, en el 2010, asesinaron a 16 jóvenes e hirieron a 12 que departían en una fiesta en la colonia que le menciono.
Verá usted, señor presidente, el caso quedó en la impunidad porque inventaron historias, detuvieron a algunos de los sicarios, a otros los mataron y, al final, un memorial. Asunto concluido.
Y así hay memoriales oficiales y no oficiales; uno en el puente internacional de la avenida Juárez; en Lomas de Poleo; en el Valle de Juárez; hasta un sacerdote mamilas que conocemos en Juárez como el “cura llorón”, Mario Manríquez creó su propio memorial para cobrar dinero. Le llamó el muro de los lamentos.
Este curita mamón, don AMLO, cuando vino el Papa se sentía soñado y ¿cómo no?, hizo su agosto vendiendo hasta las nahuas pontificias a costillas de la fe católica.
En Chihuahua, gracias al negligente gobernador, César Duarte, asesinaron a la activista Marisela Escobedo y ya tiene su memorial justo en el exterior de palacio de gobierno. Ella también era juarense y exigía que se hiciera justicia por el asesinato de su hija. Y cosas de la vida, el criminal también mandó matar a la que pedía esclarecer la muerte de su joven descendiente.
Por cierto, señor López Obrador, que osote se echó con eso de la extradición de César Duarte. Dirían los jóvenes de hoy, los ninis que tienen mucho tiempo para la regazón, “se la bañó, presidente”.
Señor que nos gobierna, me despido de usted con la esperanza de que rectifique, aunque sé que le pido un imposible. Quizá usted y su gobierno serían mejores si aprendiera esa parte de la humildad que engrandece al hombre. Un memorial es una oda a la estupidez del gobernante. Queda por muchos años y todos van a saber que una autoridad negligente, incapaz, carente de sentido social nos gobernó un día.
Hasta mañana, señor presidente.
Rafael Navarro Barrón
Periodista y Analista Político.
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