El poder de las profecías
Interpretación libre del Apocalipsis
Los que me conocen, saben que soy más cerebral que emocional y mucho menos ascético, o religioso.
Pero no por eso desconozco los pasajes de la Santa Biblia; mamotreto que he podido leer completito dos veces en la vida. Confieso que he leído también El Corán y para no dejar trunco el conocimiento en creencias, dogmas y doctrinas, he dado algunas pasaditas a los textos sagrados de los hindús, como el Bhagavad-Gita, los Vedas y los Upanishas. Así mismo considero tener un importante conocimiento en otras creencias como la de los mormones o combinaciones de creyentes en Cristo como los protestantes o los testigos de Jehová.
Este conocimiento no se me daba, me lo sugirió un día Ikram Antaki, pues para la comprensión del individuo, -decía ella-, era necesario descubrir cuales eran sus creencias.
Hasta aquí una breve justificación hacia el punto clave de mi texto en el que me permitiré hacer una analogía sobre la visión de San Juan en el último texto de la Biblia llamado El Apocalipsis, y los pasajes que hoy estamos sufriendo en vida.
Obviamente mi interés no es el de acercar a mis lectores a abrazar ningún culto, ni promover el catolicismo, cristianismo o credo parecido. He querido hacer el parangón a través de estos augurios bíblicos, porque la mayoría de mis lectores profesan religión cristiana. Hablo de católicos más que nada, pero todos los cristianos conocen bien este pasaje aterrador.
Como parte del contexto, les comentaré que cuarenta y tantos años atrás, mientras me formaba en el arte de las letras, frecuentaba un taller literario donde semana tras semana llevábamos un texto a revisión. Mi proyecto era una novela y la titulé ambiciosamente “La Guerrilla Urbana”. No dominaba como ahora el conocimiento de las categorías en materia de la guerra pero me imaginaba que lo que escribía, era obviamente una guerra.
El caso es que en mis textos hablaba de una permanente lucha entre la clase desposeída y la clase media, por una posesión muy valiosa… la comida. Anunciaba, que de las colonias paupérrimas, un día… por hambre… bajarían las huestes de los jodidos a cobrar venganza contra los pudientes y destruirían todo.
Vislumbraba en mi texto, la idea de que la sociedad había llegado a la miseria y los supervivientes tenían que matar para evitar que les quitaran el sustento.
Mi coordinador del taller y mis compañeros, dijeron que andaba mal del coco, que mis textos eran caóticos, catastróficos, apocalípticos, y que la literatura no era eso. En fin, desistí de mi proyecto y dediqué los siguientes años a observar como la sociedad se ha ido convirtiendo en esa novela que un día terminaré de escribir, pero que en vez de novela se llamaría… ¿historia?
Sobre las visiones de San Juan, no hablaré del cataclismo que comienza con las trompetas, de los siete candeleros de oro, las siete estrellas y el despliegue de los siete sellos. Señales divinas del inicio de la gran devastación. Porque no terminaría pronto de darle al punto clave.
Es menester decir que en la cuarta parte del Apocalipsis habla de la encarnación del hijo de Dios y las encarnaciones del Dragón. Por cierto en todas las citas que leo nunca aparece un dragón, como que a los intérpretes de la Biblia les pasa de largo.
El caso es que hay una gran lucha celestial entre el bien y el mal. El dragón persigue a una mujer embarazada que aparece envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas.
Ya se está alargando esto, pero el caso es que aparece también una gran bestia, salida del mar con diez cuernos y siete cabezas, era como una pantera-oso-león, quien por decirlo de algún modo era el gallo del dragón para acabar con todo lo que hubiere a su paso.
No tendré tiempo de hablar del armagedón ni de los cuatro corceles del Apocalipsis, pero sí diré que son símbolos de hambre y muerte.
Por la descripción que el texto nos ofrece, podemos aducir que antes del gran final, la humanidad estará sujeta a varios flagelos con el objeto de hacer ver a quienes son creyentes, que haberse salido del camino del bien, tiene sus consecuencias.
Pues bien, hoy que somos testigos de una convivencia social en donde la injusticia, la impunidad, el abuso del poder y la muerte, son los arquetipos que nos indican el sendero del futuro y de la vida; nos queda claro también que un día, tendremos que terminar con eso, lo cual nos llevará a una gran conflagración en la que el hambre, el fuego y las desgracias a las que alude el famoso Apocalipsis se harán presentes, para luego descubrir una nueva sociedad.
No será de otro modo. Algunos luchamos porque a través de la educación, el adiestramiento científico, y la formación de valores podamos revertir el mal y la corrupción, pero en mi particular apreciación odio decirlo, pero es demasiada la velocidad que lleva en su dinámica esta perdición que nunca alcanzaremos a revertirla por medio de estas aplicaciones.
Odiaré decir, ¡se los dije!, pero se los diré en su momento.
Raúl Ruiz
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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