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    noviembre 22, 2024 | 20:42

    La lucha libre en México: Deporte, identidad y cultura

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    Si bien la lucha libre es un deporte adoptado, lo cierto es que México ha resignificado el ring, la máscara y la fanfarria detrás de cada lucha convirtiendo esta actividad en algo muy propio.

    Moscú (Sputnik). – Si bien la lucha libre es un deporte adoptado, lo cierto es que México ha resignificado el ring, la máscara y la fanfarria detrás de cada lucha convirtiendo esta actividad en algo muy propio.
    La lucha libre en México no se limita a técnicos y rudos, tanto los luchadores como aficionados buscan algo más dentro del ring: identidad, desahogo, espectáculo e incluso una pelea entre el bien y el mal.

    “Hay quienes van como terapia, a gritar y a desquitarse de la vida, hay gente que ve este esto como un ritual”, dice José Ángel Garfias, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México y aficionado a este deporte el cual ha adoptado como una de sus líneas de investigación.

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    El deporte, explica, no nació en México, pero es verdad que en el país fue arropado y tiene un peso especial sobre todo en los barrios, en donde la lucha libre “encuentra su razón de ser”.

    De acuerdo con documentos del Archivo General de la Nación (AGN), los primeros destellos de la lucha libre llegaron al país durante la intervención francesa, entre 1863 y 1867, periodo en el cual se realizaron exhibiciones de lucha olímpica y grecorromana.

    Sin embargo, fue en 1933 cuando Salvador Lutteroth, fundador de la Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy conocida como el Consejo Mundial, organizó la primera pelea en la Arena Coliseo, un 21 de septiembre de dicho año, fecha que sirvió de inspiración para que declarar el Día Nacional de la Lucha Libre en México.
    La lucha libre, indica Garfias, llegó a México desde Estados Unidos; sin embargo, por las diferencias físicas entre los luchadores de un país y otro, los mexicanos imprimieron un sello propio: las acrobacias y las máscaras.
    El AGN señala que fue en 1934 cuando surgió el primer enmascarado mexicano, quien usó este recurso porque no quería dar a conocer su verdadera identidad. Aunque el sujeto se retiró del ring un año después de su aparición, su legado persistió.

    “Se adoptó como una prenda accesoria y después se volvió parte de la personalidad y luego del reglamento como uno de los aditamentos que se puede exponer y que vale más que un campeonato incluso”, señala el investigador de la UNAM.

    La lucha libre mexicana, es decir, sus máscaras y acrobacias, han sido inspiración para países como Japón, en donde el deporte, al igual que en México, consiste más en la agilidad que en la fuerza. Además, en el país asiático Mil Máscaras fue todo un ícono.
    En julio de 2018, la lucha libre fue declarada Patrimonio Cultural de la Ciudad de México, la entidad en donde existen más arenas para presenciar las luchas y que ha exportado a grandes figuras del deporte.
    Son los barrios capitalinos, señala Garfias, los principales semilleros de luchadores, y las arenas locales los lugares en donde la furia se vive a flor de piel.

    “La lucha libre se asienta mucho en los barrios. No solo hablamos de la Arena México o el Coliseo, hablamos de la lucha de barrio, una lucha que se realiza en arenas pequeñas en diferentes barrios de la ciudad que tenían sus ídolos locales y a partir de esto se va construyendo una narrativa que destaca mucho por lo popular”, indica el investigador.

    Si bien en la década de los 60 y 70 El Santo fue un ícono no solo del cuadrilátero, sino de la cultura popular mexicana y protagonizó historietas y decenas de películas, la crisis económica del país afectó a la industria.

    “La lucha libre se fue relegando, principalmente porque la quitaron de la televisión”, señala.

    Fue hasta la década de los 90 que la lucha libre regresó a la televisión abierta y volvió a tomar aliento con personajes como La Parka y Rey Misterio, mientras que en la primera década del 2000 El Místico fue quien se consolidó como personaje icónico.
    Garfias señala que este deporte es uno de los productos con más potencialidad para ser explotado como concepto cultural.

    “A partir de historias, lucha libre, personajes y máscaras hay toda una posibilidad de explotar creativamente estos productos con diferentes licencias. Apenas con la pandemia acabaron por descubrir que no todo son las entradas y derecho de transmisión, sino que hay mucho más que se puede exportar con la mitología de la lucha libre”, destaca.

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